LA TRIBUNA
04 sep 2002 . Actualizado a las 07:00 h.ERA UN VIAJANTE, de Cervo para más señas, y vendiendo pintura llegó a una villa marinera de A Coruña. La noche ya cubría el pueblo y como también era, básicamente, un hombre cansado entró en un bar, dió unas buenas noches desconsideradas, ignorando a quien había en el local, y apoyado en la barra pidió una cerveza. Lo primero que le llamó la atención fue oír aquella expresión: ¿Qué vas fer mañá? Sabía por sus viajes al Occidente asturiano que esa forma de pronunciar el verbo hacer era exclusiva de Figueiras, en Castropol. Se volvió y vió a cuatro jóvenes, dos varones y dos hembras. La que había hablado era una gitanaza de piel de aceituna. Bebió un sorbo de la cerveza y aguzó el oído. Uno de los chicos del grupo, menudo, con pintas de juerguista, le preguntó a la morena la hora y ésta respondió: Eaua. El viajante posó la jarra y miró el reloj. En efecto, era la una de la madrugada y se convenció de que esa forma de hablar, eaua, esa frase hecha exclusivamente con vocales sólo se aprende en un sitio: Figueiras. Venciendo la timidez se acercó y les preguntó si eran de A Mariña. Respondieron que sí, de Ribadeo y Castropol, y de inmediato se creó entre ellos el vínculo de complicidad de los vecinos que se encuentran por sorpresa lejos de sus tierras. Invitó a una ronda y le preguntó a la niña de ojos oscuros por su frase: eaua. Sonrieron y ya no se separaron en toda la noche. Ella defendía con vehemencia a su pueblo y a su gente, abierta como pocas. Al día siguiente llegó a Viveiro. Entró en un local a lo de siempre: vender pintura. El dueño, un hombre seboso, le dijo que era un poco tarde. Miró el reloj, recordó con nostalgia aquellos ojos oscuros y respondió: «En efecto. Eaua». Nadie le entendió, perdió la venta, pero no le importó.