El 17 de agosto, milagro en Laxe

AL SOL

Mario Varela interpretó el papel de ahogado

18 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde 1962, todos los 17 de agosto hay milagro en Laxe. Preferentemente por la mañana y a pleno sol, pero se ha dado algún caso de tener que esperar a la tarde, por temporal, o, como ayer, que la Virxe do Carme tuviera que salir de la iglesia a causa del orballo. Por lo demás, el Simulacro de Naufraxio cumplió de nuevo con lo estipulado. Allí estaba Avelino Lema, que tras tres accidentes marítimos decidió agradecer la intercesión de la patrona de los marineros llevando a su localidad natal una representación que había visto en Perú. Ahí seguía ayer, a sus 87 años. También estaba Enrique Redondo, el párroco, que pidió el retiro y vivió su último Naufraxio, en número 29.

Para Mario Varela Castiñeira fue la primera vez que hacía el papel de ahogado. Enterró a su padre, también patrón de pesca, hace solo dos días y sus compañeros le animaron a ofrecerse para paliar su dolor. Le sirvió. «Lo hice porque sé que a él le gusta. Es muy devoto», confesó visiblemente emocionado. Después de que la Virgen lo devolviera a la vida, la pena le vino a los ojos. No fue el único que en ese momento recordó a todos los que se fueron y, sobre todo, a los que se quedaron en el mar. Para ellos, el propio Mario Varela realizó la ofrenda, una corona previamente bendecida por el cura que flotó un rato y terminó por unirse a las que, en la misma zona, los laxenses llevan 57 años depositando sobre las olas.

«La misma emoción que el primer día», dijo sentir el párroco a punto de la jubilación, y asistente esta última vez del nuevo cura de la vecina Cabana de Bergantiños, un colombiano que casi se estrenó en España con el Berro Seco de Saturnino Cuíñas. Pareció tan cómodo y plácido con el grito primario de San Fins do Castro como ayer con el vaivén de las olas y el estruendo de las bocinas.

Ramón Charlín Oróns volvió a ser el encargado de llevar la imagen de la Virgen. No hay muchas más posibilidades. De hecho, el suyo y otro barco se alternan en el cometido y no es porque no haya más en un pueblo donde la pesca es, junto con el turismo, casi el único medio de vida. «Non queren levala e os mariñeiros non axudan», según el armador del Nuevo Narval. Lo cierto es que la comitiva marítima es cada año más reducida, con más gente en el muelle y el contradique viendo la procesión desde tierra firme. «Se houbera máis barcos, máis xente viña», le decía Manuel Villar, el patrón mayor de Laxe, a la conselleira Rosa Quintana, que casi todos los años cumple con esta cita y que, como siempre, se hartó de hacer fotos y vídeos.

No es para menos. Que delante de tus narices se hunda una chalana, tras encender una bengala, que los marineros alcancen a nado la rampa con sus trajes de agua, que uno de ellos se ahogue, que sus compañeros depositen su cuerpo ante la impotente imagen de la Virxe do Carme y que esta, con Jesús en brazos, le devuelva la vida mientras suenan las bocinas de los barcos, las campanas de la iglesia, las bombas de palenque, los aplausos y la Salve marinera es para grabar. Centenares de personas hicieron lo mismo que ella, para percibir los detalles y recrearse en la emoción del milagro que todos los años se renueva en Laxe.