Vilagarcía rezuma buen rollo

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA

AL SOL

Miles de personas disfrutaron y se mojaron hasta el tuétano en la Festa da Auga

16 ago 2019 . Actualizado a las 21:12 h.

Definía a Vilagarcía Montse Carneiro hace dieciocho años como psicotrópica en aquellas «Dolce Vita» que nos alegraban las lecturas de verano de La Voz. A Montse se le había aparecido un lucifer en una amanecida house, que sería una noñería comparado con lo que ahora sucede cada 15 y 16 de agosto en las tierras arousanas. Renfe aumenta sus plazas hasta las veinte mil para estos dos días y recomienda reservar los billetes con antelación. Lógico. La Festa da Auga de Vilagarcía se ha convertido en uno de los acontecimientos del verano gallego. Cuando Montse Carneiro la glosó acababa de cruzar la mayoría de edad; hoy el aqua parade está en plena madurez y goza de mejor salud que nunca. Más aún cuando el verano irlandés que se ha instalado por estas tierras nos agasaja con una temperatura ideal para rememorar cómo empezó todo allá por los 80: con una pandilla de festeiros reclamando agua a los balcones, agobiados por el calor, y siendo convenientemente satisfechos en sus húmedos requerimientos.

 El asunto, más allá de las aventuras noctámbulas, trata de acompañar a la imagen de San Roque hasta su capilla a las 11.45, en una cita que nos recuerda al despertador de la mítica película Atrapado en el tiempo. Es igual cada año. Todos se han aprendido por fin el tarareo del pasodoble Triunfo. A partir de ahí, y una vez el pregonero elegido para la ocasión suelta su versión de los hechos -escuchada con dificultad aunque se ponga interés en ello- surge el despiporre. Cubos, mangueras y capachos aparecen por doquier. Nadie se queda sin participar en la Festa da Auga porque nadie está libre de que alguien le moje. Ni siquiera en los balcones, donde puede llegar una traición por la espalda de tu compañero de piso en cualquier momento, para solaz de los que esperan a pie de acera.

 Toca bajar, con dificultad por la aglomeración, hasta la zona cero. Una zona cero que se ha trasladado desde los terrenos portuarios, donde el festival H2O hizo de las suyas durante más de una docena de horas, hasta la zona de vinos. Todos los locales están perfectamente pertrechados para la ocasión. Música a todo tren y barras exteriores. Para las imperiosas necesidades, baños públicos.

Lutz Kleeman, veterano alemán y medallista mundial en ciclismo de pista, lo resumía a la perfección a las puertas del bar A Perla, cerca de donde los más pequeños disfrutaban con los hinchables acuáticos que coloca el Concello: «Una fiesta así en mi país sería imposible. Es la mejor fiesta del mundo». Y él ha conocido mucho mundo.