Vigo sacia su hambre de diversión

AL SOL

Óscar Vázquez

Maná desata la locura en su cita gallega con un espectacular directo

24 jul 2018 . Actualizado a las 12:29 h.

En el muelle de San Blas no sé, pero en el de Bouzas y en el de trasatlánticos, ayer desde media tarde ya no había ni Dios. Si se supone que en el auditorio caben 20.000 espectadores apretaos, ayer parecía que había el doble, Todo Vigo estaba en el parque de Castrelos. Esperando el Maná. Llegó una hora después de la puesta de sol, con mucha energía. Tras el frustrado ensayo de lleno en el parque de Castrelos con el patinazo vocal de Serrat, el público acudió con más ganas a disfrutar del que se vendió como el concierto del verano. Lo compramos. El alcalde de Vigo, suelto ya en su papel de telonero, salió a encender los ánimos, pero tan caldeados estaban que no tuvo que esforzarse.

La música del megagrupo mexicano que ha vendido más de 40 millones de discos en 30 años de lineal trayectoria, es de las que convence a una mayoría que exige, sobre todo, espectacularidad. Y en ese sentido, la banda de Fher Olvera, Juan Calleros, Álex González y Sergio Vallín da eso mucho más combinando la potencia del rock con la cadencia de ritmos más suaves que dominan hasta convertirlos en baladas que a su vez suenan a himnos.

Empezaron con la contagiosa fuerza del batería en el arranque de Manda una señal, uno de sus éxitos acreditados con más de una década de recorrido, para irse a continuación todavía más atrás en el tiempo, con Oye mi amor, que es uno de sus clásicos (sí, tienen clásicos creados el siglo pasado), del álbum con el que empezaron de verdad a convertirse en estrellas: ¿Dónde jugarán los niños?, para seguir con otra de las míticas: ese Corazón espinado que compartió celebridad con Santana. La pasarela que se adentrada 10 metros entre el público aumentó la espectacularidad de un concierto con muy buenas vibraciones.

El día feliz del fan que lleva tatuado al batería Vigo sacia su hambre de diversión

La superbanda latina no se conformó con el veni vidi vici que supone cada uno de sus paseos por el planeta sonoro. No son de esa clase de divos. Llegaron el domingo por la noche a Vigo desde Ávila, donde tocaron el día anterior en el festival Músicos en la Naturaleza, y se alojaron en un céntrico hotel de cinco estrellas. Pero abandonaron el lujo ya de mañana. El primero en hacerlo fue Fher, el vocalista, que salió antes que los demás integrantes del grupo para ir al médico, según contó a un fan. Afortunadamente el problema era leve, nada que hiciese peligrar su actuación. Tras el batacazo de Serrat, sería el colmo. Tiempo después, el resto de la banda salió del hotel para meterse en furgonetas con cristales tintados y dirigirse al recinto de Castrelos. Pero antes hicieron una parada para atender a un fan que esperaba en la puerta del hotel. También se podría decir que hicieron una parada para hacer feliz a alguien. en concreto, a Pablo Álvarez, que es uno de los mayores seguidores de Álex González, el batería. Por él comenzó a tocar este instrumento (en el grupo Marabú) y ayer pudo compartir unos minutos con su ídolo, que nació el mismo día que él, un 29 de febrero. El músico se metió en la furgoneta al principio, pero lo repensó tras ser advertido de su craso error por la convincente paparazzi que le esperaba fuera. «¡No te vayas! ¡Este chico lleva aquí horas esperándote, hombre!». Abrió y salió para atenderle. El vigués lleva tatuado el nombre de Álex en su antebrazo y le puso a su hijo su nombre. ¡Qué más pendejadas quieres, Álex, gúey! El artista le firmó el parche de su batería y se mostró cariñoso y cercano. No es para menos. Pablo contaba que el músico es especial. «Él marca el ritmo, canta, saber dar espectáculo y toca de maravilla», enumera. «Es de los pocos baterías que tienen ese protagonismo», revela. Los vio en A Coruña y Santiago, pero nunca los tuvo tan cerca.

La estancia del cuarteto en Vigo resultó intensa. No tanto como el flechazo de James Rhodes con Vigo, pero casi. El propio Sergio Vallín, el guitarrista, contó en su cuenta de Instagram sus primeras horas en la ciudad: «Nos sorprendieron muchísimo los criaderos de mejillones», añadiendo que disfrutaron de una «sobredosis» de ellos. Tomaron un centenar entre dos, juró.