Aveces, en las conferencias, los organigramas son más reveladores que las conclusiones. En la de ayer en Londres sobre el futuro de Libia estaban, por una parte, la OTAN y por otra «la coalición». Puesto que la OTAN insiste en que ellos se están limitando a cumplir la resolución 1973 de la ONU, es evidente que los países de la coalición (entre ellos, España) no la deben de estar cumpliendo.
También nos dice algo la existencia de un «grupo de contacto». Nos dice que, al final, no ha habido apoyo importante de los países árabes ni de la Unión Africana, por lo que ha sido necesario crear un mecanismo para comunicarse con ellos sin implicarlos. Incidentalmente, esto convirtió a la pequeña Qatar en la rutilante Cenicienta de la conferencia. En premio a que el espónsor del Barça es el único país árabe que se ha implicado militarmente se le concedió el honor de compartir mesa con el anfitrión a la hora de las conclusiones. Se trata de una nueva y sorprendente muestra de ambición política de esta curiosa monarquía absoluta que promueve la democracia por medio de su cadena global Al Yazira.
Lo que quedó en cambio bastante deslucida fue la «puesta de largo» del Consejo Nacional Interino Provisional de Libia, el órgano de los rebeldes, cuya representación en Londres correspondió a Mustafá Abdel al Khalil (mala elección, la de este «hombre de Arabia Saudí»). Tras 48 horas de éxitos, se esperaba que ayer sus guerrilleros hubiesen asegurado toda la franja petrolera entre Bengasi y Bin Yawad, lo que les habría dado una considerable legitimidad. La conferencia, sin embargo, vino a coincidir con una inesperada contraofensiva gubernamental que los ha desalojado de Bin Yawad pese a los ataque aliados. En definitiva, Libia todavía tiene demasiado presente como para hablar del futuro.