Los 33 mineros que resisten en las entrañas de la mina chilena organizan su vida de acuerdo con una planificación minuciosa para no derrumbarse psicológicamente
05 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Las horas pasan en la superficie demasiado deprisa porque los trabajos de la denominada operación San Lorenzo, nombre que se dio a la estrategia de rescate de los 33 mineros que quedaron atrapados hoy hace un mes dentro de una noche sin fisuras, van más lentas de lo que se quiere. En las afueras de la mina, el campamento Esperanza tiene ya menos familiares porque algunos han regresado a la ciudad para realizar sus trámites y retomar dentro de lo posible la normalidad de sus vidas.
Sin embargo, a 700 metros bajo tierra, la vida continúa sin desmayo. Los 33 siguen a la espera de que prontamente los saquen desde las entrañas del cerro de la mina San José, pero, mientras tanto, no pierden tiempo en lamentos. De acuerdo con una planificación que es clave para que no se derrumben psicológicamente, no han parado de hacer cosas para conseguir tener todo organizado «allá abajo».
Los mineros están divididos en tres grupos de trabajo de once personas que cumplen turnos de ocho horas. La jornada comienza levantándose a las 7.30. Después de asearse, toman un desayuno que ha consistido la última semana en una lata de supportant , un suplemento proteico, más un pan. Tras labores de organización internas, llega el almuerzo, que se les da entre las 12 y las 13 horas. El martes ya comenzaron a recibir comida caliente con postre, que es una fruta. Luego de comer, dedican una hora a la reflexión, establecida por ellos mismos, en la que oran y piden a Dios reencontrarse pronto con sus familias.
Por la tarde continúan trabajando. Básicamente, están ocupados en recoger las palomas , nombre que se da al mecanismo por medio del cual se les envían alimentos, medicamentos y cartas de familiares. Buscar lo que traen las palomas es una actividad que llevan a cabo las 24 horas. Se trata de una vía de comunicación entre el mundo de arriba y el de abajo que no para, ya que, en promedio, bajan y suben 75 palomas al día.
La importancia de escribir
La jornada se hace más amena con el envío de cierta tecnología que les permite escuchar música y ver vídeos, pero sobre todo con la escritura. El tiempo que dedican a recibir y responder las cartas de sus seres queridos es un «momento sagrado» para los mineros. Así lo reconoció el psicólogo de la Asociación Chilena de Seguridad y coordinador de la operación San Lorenzo, Alberto Zamora, quien explicó que la hora de la correspondencia es un momento que los encerrados aguardan con intensidad.
A veces las palomas traen una sorpresa inesperada que encoge el corazón del país, como la que desveló el viernes el ministro de Salud, Jaime Mañalich. «Están tan bien que incluso escriben poesía», dijo antes de leer el poema enviado por el minero Víctor Zamora: «Arriba ese ánimo compañeros/tenemos que organizarnos primero./Júntense todos, tenemos que rezar/pidiendo a Dios que el sondaje llegue a tiempo de reventar./Pasan tres semanas y no deja de sonar/Uno pasa de largo, otro hasta la mitad./Escúchame Dios mío, no puedo más».
Mientras tanto, en la superficie, la máquina Strata 950 avanza lentamente en la primera perforación: se esperaba que este fin de semana superara los 50 metros de profundidad. En paralelo, el viernes hizo su ingreso al campamento Esperanza el denominado plan B. La máquina Schramm F-130, proveniente de la compañía minera Doña Inés de Collahuasi, ubicada en Iquique, en la región de Tarapacá, era recibida con aplausos y banderas chilenas al viento por parte de los familiares de los mineros. Se daba así inicio a una nueva vía de rescate, y también a una mayor ilusión. Las dos máquinas perforarán en paralelo hasta dar con los 33.