Suu Kyi retoma su rutina de aislamiento con el inicio de su pena

efe

INTERNACIONAL

La presión internacional y el apoyo ciudadano no ha impedido que la Nobel de la paz sea trasladada de nuevo a su casa.

12 ago 2009 . Actualizado a las 14:08 h.

El símbolo el movimiento democrático birmano, Aung San Suu Kyi, ha retomado, tras ser condenada una vez más al arresto domiciliario, la rutina en la que ha vivido gran parte de las últimas dos décadas: el aislamiento absoluto.

La Nobel de la paz se despertó entre las mismas paredes que la han separado del mundo exterior durante catorce años, con el correo, el teléfono y las visitas censuradas (incluidas las de sus dos hijos que residen en el Reino Unido).

Un convoy policial de seis coches la trasladó ayer martes a su casa, después de que un tribunal militar especial la declarara culpable de quebrantar su anterior pena de arresto domiciliario, al permitir pernoctar en su hogar a un ciudadano estadounidense que se había colado sin su permiso, tras cruzar a nado el lago Inya.

Suu Kyii fue sentenciada a tres años de trabajos forzados, que le fueron conmutados por 18 meses de confinamiento en su domicilio, un castigo que la deja fuera de la arena política de cara a los comicios de 2010.

Condena internacional

La sentencia ha levantado numerosas repulsas en las últimas horas, desde Londres hasta Tokio, pasando por los principales líderes del planeta, como el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; o el presidente estadounidense, Barack Obama, que la calificó de «injusta».

Esta mañana mismo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), de la que Birmania forma parte, calificó de «decepcionante» el fallo y pidió la liberación de Suu Kyi.

La defensa legal de la líder del movimiento democrático ya trabaja para echar atrás la decisión judicial, aunque con escasas posibilidades de prosperar, según los analistas.

Nyan Win, abogado y portavoz de la Liga Nacional por la Democracia (LND), el partido de Suu Kyi, anunció hoy que recurrirá el fallo ante el Tribunal de Apelaciones, por considerarlo «incorrecto».

Sin embargo, Suu Kyi ya ha comenzado a cumplir su castigo en la antigua vivienda de su madre, una casona colonial encalada de blanco y situada en el número 54 de la Avenida de la Universidad, donde vivió sus anteriores periodos de privación de libertad.

La acompañan sus cuidadoras habituales, Daw Khin Win, de 60 años; y su hija Win Ma Ma, de treinta, militantes de la LND que residen con ella desde hace tiempo y que fueron condenadas a la misma pena que Suu Kyi por permitir la pernocta del ciudadano estadounidense John W. Yettaw.

Lazos de color amarillo colocados por sus seguidores y una nueva valla junto al lago para impedir visitas indeseadas les dieron la bienvenida a su cárcel particular ayer, tras pasar los casi tres meses que ha durado el juicio en el «pabellón de invitados» del penal de máxima seguridad de Insein, a las afueras de Rangún.

El edificio de dos plantas al que regresan está prácticamente sin amueblar, pues Suu Kyi se ha visto obligada a vender parte de los enseres de su madre a lo largo de los años para no tener que aceptar la manutención del régimen.

A principios de agosto, la líder solicitó a sus abogados que ordenaran una remodelación de su casa, de aspecto decadente y con desconchones en las paredes; pero no es probable que pueda ser efectuada pues cualquier visita debe ser previamente aceptada por las autoridades, y los obreros y arquitectos no son una excepción.

Así, el tiempo seguirá completamente parado en esta villa de la vigilada Avenida de la Universidad de Rangún, donde Suu Kyi se verá obligada a retomar sus antiguas rutinas consistentes en horas de meditación diaria, escuchar la radio y pinchar sus óperas favoritas en el tocadiscos.