Los vecinos de Santa Uxía de Ribeira aseguran que el joven que murió tras recibir una brutal paliza, no era un santo.
09 feb 2011 . Actualizado a las 13:27 h.Santa Uxía de Ribeira, pese a tener título de ciudad, es un pueblo donde todo el mundo se conoce. Es difícil encontrar por la calle estos días a alguien que, de una u otra manera, no tenga relación con alguno de los cuatro jóvenes acusados de dar una brutal paliza a un hombre de 37 años, conocido como Ferkins, que ayer fue enterrado. O que, por el contrario, que a quien tratase fuese a la víctima. Es más, hay muchas personas que saben bien de la vida de los cinco. ¿Por qué? Porque no se movían en círculos muy distintos.
Quienes conocían su mundo, por una parte, explican que Fernando Paz Vázquez, Ferkins, la víctima, no era un santo. Tenía a sus espaldas detenciones y estancias en la cárcel; problemas legales relacionados, en su mayoría, con esa rueda que son el consumo de drogas, el trapicheo y los robos. Reconocen que seguía enganchado, y que se buscaba la vida como podía para consumir. Dicen estas fuentes que últimamente «levábase moi mal» con los jóvenes a los que luego se detuvo. Los problemas -y ahí coincide lo que dice su círculo más próximo con la investigación- debieron venir porque Ferkins les robó droga. O se la compró y no les pagó. Se habla de cantidades irrisorias, pero ese extremo no lo confirman desde comisaría.
Con antecedentes
El caso es que ese debió ser el detonante de la agresión. Si es así, la pregunta viene dada. ¿Qué tipo de chavales, por una deuda del trapicheo, se encapuchan y dan una paliza mortal a alguien? Por lo que parece, los cuatro detenidos y ahora encarcelados como presuntos autores de la agresión -conocidos como Araña, Canario, Rivas y Marko- formaban una pandilla peculiar. Pese a no pasar de los 22 años, todos habían tenido problemas con la policía en distintas ocasiones. Tres de ellos solían compartir vivienda pese a no tener oficios conocidos, al menos, en el ámbito legal. Dicen algunos de sus hasta ahora colegas que llegaron a tener tres pisos en alquiler. De hecho, la investigación sostiene que, en cuanto cometieron el crimen, se mudaron. También se decía ayer que mandaron inundar uno de estos domicilios, «seguramente para que non houbera probas».
Eran incondicionales de un rapero estadounidense cuyas letras hablan de crecer entre violencia y pobreza. Y según parece, no tenían problemas para suministrar «coca e cabalo» al personal, de ahí que sean bien conocidos en el mundillo del trapicheo. De hecho, tres de ellos tienen antecedentes policiales por esta cuestión.
Cuando se les detuvo, tenían en su poder un coche, once teléfonos, una catana, un ordenador y numerosas tarjetas telefónicas. En sus anteriores casas la policía también se incautó de una espada y dos catanas.
Pese a todo ello, también tenían amigos. Y muy leales. En los últimos días, pusieron comentarios apoyándolos en redes sociales como Tuenti. Dicen algo así como que son «una familia» y que no hay nada que los pueda separar. Ni la cárcel.