Su arrolladora personalidad fue clave para traerse a España a la joven Yalennis, que conoció en uno de sus habituales viajes al Caribe, donde también tiene una glamurosa muesca en su currículo: la construcción de la mansión de Julio Iglesias en Punta Cana, realizada en madera y objeto de deseo de las publicaciones del corazón.
Menos lujoso era el piso que le puso a la cubana en Bertamiráns, muy cerca del chalé familiar en el que vivía el constructor. A Yalennis también le dio un trabajo en una de las empresas que fueron apareciendo en torno a Zielsa durante las vacas gordas, operación que repitió sin éxito en la costa de Castellón, donde se produjo el asesinato. En ese momento, supuestamente, la relación de la pareja ya estaba rota, y ella había dicho y escrito que si algo le ocurría, sería culpa de las «obsesiones» de su ex novio. Nada se pudo demostrar porque el empresario tenía coartada y no hubo más indicios. Pero el hilo era largo y aún no se sabe cuánto se puede tirar de él.