La reconversión es hoy poco más que un fantasma en una región que, no obstante, aún tiene problemas para competir
11 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.En Asturias hay cosas que no encajan. ¿Cómo una región que figura a la cola de España en materia de crecimiento y que aún es objetivo 1 para la UE tiene los sextos salarios más elevados del país? La explicación se halla en un pasado industrial boyante y en un proceso de reconversión en el que el grado de protección impuesto a los miles de trabajadores que fueron prejubilados fue muy elevado, conservando prácticamente el nivel adquisitivo que tenían durante su vida laboral. En este contexto, la catarsis provocada por la reestructuración de los sectores clave de la economía regional (minería, siderurgia, naval...) es hoy, casi dos decenios después de que arrancara, un mal recuerdo en el Principado.
La realidad ahora es que Asturias compite, como Galicia o Cantabria, en el libre mercado. Durante décadas, su economía fue prácticamente artificial, pues sectores como la siderurgia o la minería eran mantenidos con fondos públicos que enjugaban las pérdidas que arrastraban las 23 empresas estatales que, junto a las distintas Administraciones, empleaban a más de un tercio de los trabajadores de la región.
Gobierno, agentes sociales e investigadores coinciden en que la reconversión está superada y que Asturias ha entrado en la economía de mercado, la misma que dictó la sentencia de muerte para la mayoría de sus sectores estratégicos durante la reconversión. ¿Pero tiene el Principado un plan para articular su futuro? Manuel Hernández, director del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo, cree que no, pero no es pesimista por ello. «La ausencia de plan -dice-, es a veces un plan. Hoy nos guía el mercado, confiemos en él, pongamos los medios para ayudarlo: investigación, buen capital en las universidades, cobremos los impuestos ajustados, que el sector público gaste con criterio...».
Cambio radical
Hernández sostiene que la transformación de la economía asturiana ha sido tan acusada que ha modificado la tarta de los sectores estratégicos. El peso en el producto interior bruto (PIB) del Principado de la minería o el naval es hoy casi simbólico, mientras que la siderurgia conserva todavía un peso específico, aunque con un rango de uso de mano de obra muy inferior al que existía en los tiempos de Ensidesa (que luego se convertiría en Aceralia, y actualmente en Arcelor).
Para Rosa Aza, directora del máster en Transporte y Gestión Logística de la Universidad de Oviedo, el relevo lo han tomado «una gran cantidad de empresas, muchas de ellas desconocidas [algo similar a lo que ocurre en Galicia], que aportan mucho al PIB». Aza explica que el cambio de rumbo se percibe claramente en las tablas input-output, que reflejan las fortalezas y debilidades de una economía. «Si comparas las tablas del 95 y el 2000 ya ves un cambio absolutamente sustancial. Pero es que las del 2004, que son las que estamos elaborando actualmente, ya revelan que los sectores que están tirando son otros», arguye.
Buena parte de este proceso de cambio se explica aludiendo a un fenómeno muy de moda entre los economistas en estos tiempos: la terciarización, esto es, el incremento de peso del sector servicios en la economía del Principado. Un fenómeno, por otra parte, de singular importancia en la transición que en estos momentos viven comunidades como Galicia o el País Vasco.
Sea como fuere, Asturias tiene ante sí un reto muy complicado: enjugar la pérdida de un tejido industrial que mantuvo la bonanza de la región durante decenios. Los datos revelan que la región está saliendo del pozo, pero con algunas dificultades. Entre el 2000 y el 2006, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el PIB asturiano acumuló un crecimiento del 17%, la peor tasa entre las comunidades del Cantábrico y casi tres puntos por debajo de la media española. La cifra no es para echar cohetes, pero los investigadores son optimistas. «Tenemos que ver nuestros progresos -sostiene Rosa Aza-, lo ideal sería que creciésemos más deprisa, pero lo estamos haciendo bien».