Los jóvenes ya no se miran en el espejo de la revolución

Juan Oliver WATERFORD/LA VOZ.

ECONOMÍA

Las nuevas generaciones dejan de lado ?el recuerdo de la independencia irlandesa

12 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Aunque ya ha pasado casi un siglo desde que se independizó del Reino Unido, Irlanda sigue teniendo en aquella revolución el referente básico de su ideograma político. El partido en el Gobierno, el Fianna Fail (Soldados del Destino, en irlandés), de tendencia republicana, liberal y conservadora, fue fundado por un líder histórico de la independencia, Eamon de Valera. Su principal rival, el democristiano Fine Gael (La Familia Irlandesa), cuenta con el no menos idolatrado Michael Collins.

Todos los jefes de Gobierno (taoiseach) que ha tenido Irlanda desde entonces han pertenecido a uno u otro partido. Pero la crisis puede hacer que esa tendencia cambie. Según las encuestas, si hoy se celebraran elecciones, el Fine Gael y el Fianna Fail empatarían con un 24% de los votos. Quien ganaría con el 33% sería el Partido Laborista que lidera Eamon Gilmer, y que hasta ahora nunca había podido superar su condición de formación bisagra.

Triángulo

«Esta va a ser la última generación de nuestra historia que siga teniendo en la revolución su principal referente político», sostiene el profesor Ted O'Keeffe. Da clases en la Escuela de Negocios del Instituto Tecnológico de Waterford, a 160 kilómetros al sur de Dublín y en el centro del triángulo que forman la capital y las ciudades de Cork y Limerick, las más desarrolladas del país.

Sueño

Waterford parecería un sueño para cualquier estudiante español. Y no solo por sus instalaciones. En el hall de entrada hay dos pantallas de plasma que sintonizan la CNN y el canal económico Bloomberg, y los bajos del centro parecen una ciudad en miniatura, con calles, varios restaurantes económicos, cajeros y hasta un supermercado.

Además, la sala principal está hoy llena de escritorios de consultorías, bancos y empresas financieras, como Ernst and Young o PriceWaterhouse Coopers, donde los antiguos alumnos del centro, que trabajan hoy para ellas, informan de su experiencia y de las posibilidades profesionales que esperan a los futuros graduados.

«Las cosas han cambiado, los precios se han disparado en todas partes y lo peor es que nadie nos explica lo qué está pasando», cuentan Ivan Lynch y Orla Murphy. Ella estudia ciencias y él ingeniería, y suena extraño oírlos decir que temen por su futuro. «Las tasas universitarias van a pasar de 1.500 a 3.000 euros este año, porque el Estado no tiene dinero. Y si no hay dinero eso significa que no se invertirá en infraestructuras ni en investigación, así que no tendremos trabajo», se lamenta Ivan. Asegura que tiene razones para ser pesimista: hace dos meses despidieron de su empresa a un amigo suyo, también ingeniero graduado en Waterford, que no ha podido encontrar empleo desde entonces.

El último penique

También es ingeniero Brian McCarthy, empleado en la empresa de telecomunicaciones Eircom, la mayor del país. Brian se encarga de gestionar el operativo de traslado que precisan las empresas que se mudan de sede, y asegura que el trabajo se le ha multiplicado con la crisis. «Todas las compañías buscan ahora sedes más baratas. Antes no les importaba el dinero, nos llamaban dispuestas a gastarse lo que fuera. Pero ahora todo el mundo mira hasta el último penique», afirma.

Brian cree que la crisis va a cambiar Irlanda para siempre, incluido su sistema político. «La clase dirigente no puede seguir mirándose en el pasado», concluye.