La imagen colectiva del minifundio y de la pequeña explotación familiar oculta una nueva realidad social: la revolución modernizadora de muchas ganaderías
07 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.El campo gallego lleva una pesada carga a sus espaldas. La estampa de una abuela, con su pañoleta negra, que mueve por una corredoira un carro de vacas. Esa imagen se ha contrapuesto a la idea de un campo desarrollado y moderno y ha construido parte del argumentario al que se recurre para explicar la crisis gallega por su falta de competitividad. Sin embargo, en los últimos años, el sector lácteo ha vivido una revolución silenciosa. Lo que hace un decenio producían 30.000 explotaciones lo asumen ahora casi 13.000.
No son una ni dos ni tres granjas. Abundan los ejemplos para presumir en Europa. Cerca de Carballo, en Langueirón, Justo Sánchez capitanea una de las granjas más modernas de Galicia: 3,2 millones de kilos de cuota y 400 cabezas. Tiene un remolque mezclador de comida para las vacas. Una máquina que coge la comida, la pizca y la mezcla para el ganado. Y también cuenta con la primera sala de ordeño rotativa que se puso en Galicia. Una maquinaria capaz de extraer la leche a 150 vacas cada hora. «Nós fixemos un esforzo modernizador importante», revela Justo Sánchez.
En Arzúa, otro ganadero puntero en Galicia, lo tiene claro. Andrés Formoso, con 180 cabezas y 900.000 kilos de cuota, tiene una granja con certificación de calidad y eso le ha permitido colocar su mercancía pese a la crisis. «No campo hai que estar renovándose permanentemente: o problema da baixada de prezos é que impide que siga ese proceso». Salas de ordeño automatizadas de última generación con control por ordenador, nuevos establos con ventilación y mejores dependencias para el ganado, modernas pezoneras para evitar el daño en las ubres del ganado, tanques de frío con capacidad de hasta 11.000 litros. De estas y otras mejoras presumen ganaderías gallegas.
«Nós non temos nada que envidiar a moitas gandarías europeas: fixemos ese proceso modernizador; non hai máis que ver cal é a producción por vaca que temos nós, das máis altas de Europa», explica Abel Vila, un ganadero de Lalín. Los productores también han logrado aumentar su base territorial, recurrir más al forraje y reducir costes de piensos. Pero la crisis de precios en el sector las ha colocado contra las cuerdas, con descensos de facturación de hasta el 30% mensual.