Tras un primer tiempo de color lucense, reencontró su identidad y remontó
26 feb 2011 . Actualizado a las 19:19 h.Los dos equipos entregaron hasta la última gota de sudor. Uno dominó veinte minutos y el otro los veinte siguientes. Y al final la victoria se quedó en casa, tras una remontada por la que pocos apostaban al descanso.
La primera mitad tuvo claro color lucense. El colectivo de Pepe Rodríguez hizo lo que el Obradoiro del primer tercio de Liga. Cimentó su baloncesto en una extraordinaria defensa y, a partir de ahí, fue fabricando canastas de diferente corte.
Mención especial merece el primer cuarto de Brown en los visitantes, que anotó once puntos como el que cose. Salvo un triple, convirtió todo lo que tiró. Y ayudó en el rebote.
Espesura santiaguesa
El Obra también se fajó en la retaguardia, pero a diferencia de los visitantes, no encontraba su sitio en ataque, salvo cuando conseguía abastecer a Oriol Junyent cerca del aro. En el segundo acto tomó el relevo Hopkins, inmenso y listo. Puntualmente apareció Bulfoni para oxigenar desde la media y la larga distancia. Y a Washington, para que le piten una personal cuando corta la zona, tiene que ser muy flagrante. Recibe mucho y no suele pasar nada. Poco más dio de sí el equipo santiagués en ataque hasta el descanso.
El Breogán, mucho más equilibrado, llevó la iniciativa y la delantera en el marcador. Los once puntos de ventaja que acumulaba al descanso incluso fueron una renta escasa ante un rival que volvió a caer en sus pecados capitales: demasiadas pérdidas de balón e inexplicable porcentaje en tiros libres, con solo cinco anotados de doce intentos. Esa lacra permitía a los lucenses seguir con el pedal a fondo en la retaguardia.
Tras el paso por los vestuarios se invirtieron los papeles. El Breogán, quizás por el enorme esfuerzo del período inicial, perdió efectividad en ataque. Y el Obradoiro, al fin, consiguió correr.
Prendió la mecha Levon Kendall con una doble y una triple seguidas. Washington, con un tapón y un alley oop desde la estratosfera, enardeció a la grada. Y Mokongo, nada que ver con el que visitó Sar con el COB, mucho más cerebral, hizo la cuarta. Aun así, el Breo aguantó el tirón y cerró el tercer capítulo cuatro arriba.
Pero el Obradoiro ya estaba desatado y reservó para los diez minutos finales lo mejor de su repertorio. El conjunto de Moncho Fernández se reencontró con su identidad. Tapió todas las vías de paso y atacó el aro visitante con la fluidez y la convicción que tanto había echado en falta. Se multiplicaron los triples, los robos de balón y los contragolpes frente a un Breogán que terminó desquiciado. Pasó del éxtasis del primer tiempo a la ofuscación frente a un rival que recorrió el camino inverso.