Hay goles considerados psicológicos, aunque se consigan con un algo de oportunismo y un mucho de suerte. Goles que desbaratan el trabajo y el esfuerzo de 45 minutos, premio desproporcionado para el que espera y no muestra el potencial del que hace gala. El Real Unión cazó un tanto en el último minuto de la primera parte, en la única ocasión clara que tuvo, y echó por tierra las expectativas que había generado el Lugo. Le sirvió para aguantar en la segunda y romper a la contra a un volcado equipo local. Se repitió la historia del fin de semana anterior, demasiado cruel para el destino de los rojiblancos.
Porque el Lugo había salido con la lección aprendida, con la necesidad de guardarse las espaldas, con menos aventuras de las habituales en las alas con Poratti y Manu. Bien guarecido, y con menos presencia en el medio, la plantaba cara al líder. Los vascos se encontraron con la sorpresa del empuje de los dueños del campo y trataron de soltarse. Lo consiguieron por un momento, y generaron cierta indecisión en los locales, que se vieron desbordados. Comandados por sus dos mediocentros, Behobide y Romo (extrañamente con el 8 y el 9), buscaban entrar por el centro, y trazaban paredes para superar a los centrales locales.
El Lugo celebraba la feliz noticia de la recuperación de Sergio en el once titular, pero buena parte del tiempo el de Portomarín se perdía en la banda izquierda. Demasiados metros por delante para un jugador sin el adecuado ritmo de competición, y con exceso de celo en sus tareas defensivas, que le restaban energías. El juego local se centraba sobre todo en la banda de Tornero, la derecha, que conseguía eludir las trabas que le ponían los defensores, pero que no encontraba finalizadores para sus jugadas, desacertado Losada y lejos Sergio.
De todas formas, el balón echaba demasiado de menos las áreas.
El problema principal para el Lugo se gestó en el único error de la zaga en toda la primera mitad, y que pondría el partido donde lo querían los visitantes de la vera del Bidasoa. En el último minuto, lanzarían un córner que encontraría, solo en el segundo palo, a Gurruchaga, que la empujó con la testa. Aguantar, y esperar las contras para aprovechar los espacios que dejaría el Lugo en busca del empate, sería la tónica que esperaría en la segunda mitad. Aunque el Unión se empeñó en romper los guiones, y trató de contemporizar: no tanto esperaba la reacción del Lugo, como, en muchos momentos, escondía el balón a los medios locales, que no entraban en contacto con él.
Descubrir debilidades
Los lucenses descubrieron la única debilidad aparente de los visitantes: los problemas por alto del meta Otermin, que contrastaban con la fortaleza de cabeza de sus zagueros. Los balones colgados al área, de jugada o en balón parado, se convertirían en el principal recurso atacante de un Lugo que, como ante la Cultural, quería morir matando en el área contraria. Llovieron las ocasiones, pero siempre había una pierna, una rodilla, para evitar el empate. Y cuando mayor era el acoso local, pesadilla repetida, resbalón de Germán, y 0-2, de Seguro. El 0-3, en el descuento, ya ni dolió.