El descuartizador de Betanzos alega que su novia lo incitó a matar

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Piden 50 años para ambos por asesinar y despedazar a una pareja de Sada

08 jun 2011 . Actualizado a las 09:31 h.

Manuel Antonio Prado Riveiro martilleó, apuñaló y descuartizó a una pareja de amigos en Betanzos porque su novia Adriana Amoedo, aparte de ayudarlo a hacerlo, lo «encizañó», y porque entonces estaban tan enganchados a la droga que ni veían ni pensaban lo que hacían. En septiembre del 2008 él y su pareja tenían «un mono terrible», necesitaban «como fuese» cocaína. Y como sabían que las víctimas -José Manuel Gómez, Pachá, y Claudia Castelo- tenían dinero en casa, los mataron. No hubo más motivo que ese. Tanto es así que este asesino llegó a decir que «si no hubiese existido Pachá, el muerto hubiese sido cualquier otro».

En el juicio que comenzó ayer en la Audiencia Provincial de A Coruña, este hombre, que ya en 1999 había sido condenado por asesinar en Ordes a un taxista de 37 puñaladas, no se calló nada. No es que lo contara todo, sino cómo lo contó. Sus gestos, sus modos, su parsimonia explicando unos hechos tan brutales no eran propios de alguien sobre quien pende una condena de 50 años de cárcel. Daba la impresión de que estaba esperando ansioso este día, relatando, por ejemplo, como si estuviese hablando del clima, que cortó y guardó las manos y pies de las víctimas en unos cojines. Muy altivo, a veces bostezaba, otras sonreía. El único momento en el que mostró cierto abatimiento fue cuando explicó la muerte de la chica, cuando contó que le tuvo que quitar el puñal a su pareja porque esta no hacía más que apuñalarla y la víctima no moría: «La pobre estaba agonizando, así que le quité el cuchillo a Adriana y la rematé». Tampoco se le vio tan parlanchín cuando se le preguntó por lo que sentía en el momento de descuartizar los cuerpos. Manuel Antonio contestó: «Por muy drogado que uno esté, eso es muy fuerte».

Si él no pudo ser más locuaz, Adriana Amoedo fue todo lo contrario, pues se negó a declarar. Solo abrió la boca para llamar «hipócrita» a su expareja -rompieron tras la detención-, cuando este la acusaba de ser la autora intelectual. Para ella es justo lo contrario. Según declaró en el juzgado, ayudó a matar porque le tenía mucho miedo a Manuel Antonio. Las acusaciones no la creen y piden para ella una pena de 46 años de cárcel.

Según contó el procesado, primero mataron al chico. Luego esperaron a que llegase a casa la joven para hacer lo mismo con ella. Después, él descuartizó los cuerpos, los metieron en la furgoneta del fallecido, pusieron rumbo a Ferrol y abandonaron los cuerpos en un monte de aquel municipio. Siguieron camino, pero al llegar a Ribadeo un control rutinario sirvió para detenerlos. Y todo eso, con un niño de 8 meses en brazos.