En la cocina más grande de Galicia

A CORUÑA

El emplatado es una cadena: hay que servir en cada bandeja la dieta indicada en la tarjeta del paciente
El emplatado es una cadena: hay que servir en cada bandeja la dieta indicada en la tarjeta del paciente FOTOS: KOPA

En el Hospital A Coruña, donde las ollas se remueven con remos, se preparan al día 6.000 comidas: desayuno, almuerzo, merienda y cena para 1.500 pacientes ingresados

26 abr 2009 . Actualizado a las 03:33 h.

Todo tiene otra dimensión. A la medida del gigante que es el complejo hospitalario más grande de Galicia. Los cucharones para remover un mar de caldo no son cucharones, parecen remos; la despensa es un almacén de hipermercado y en los hornos de 600 raciones cabría un avestruz.

Toca croquetas entre la guarnición de la cena y al fuego se calientan ya 25 litros de leche, diez de harina y otros diez de condimento. Para la merienda, dos carritos de supermercado trasladan ¡¡¡200!!! litros de leche que hervirán en solo dos marmitas: su diámetro sería suficiente para acoger sin dificultad al mismísimo Obélix. Las botellas de aceite son garrafas de 25 litros y una especie de post it muy peculiar recuerda en la sala de pelado -con máquina incluida, obviamente- las medidas: 420 kilos de patata para cocer, 455 al vapor y 175 de tomate para asar.

Así son los números y las cuentas en la cocina más grande de Galicia. O al menos la que mayor capacidad de preparación tiene de la comunidad: «Se hacen cada día alrededor de 6.000 comidas; platos son más porque el almuerzo tiene primero, segundo y postre», explica José Manuel Díaz del Río, jefe de Hostelería del Chuac. En otras instalaciones «pueden preparar más en días muy señalados, como cuando es temporada de banquetes de boda, pero aquí se da de comer los 365 días del año a una media de 1.500 pacientes de aquí, del Materno y de Oza». En el viejo Militar, el Hospital Abente y Lago, está la hermana pequeña de la macrococina, donde se elabora diariamente el sustento para un centenar de enfermos. «Podría prepararse aquí también -explica- pero si un día hay un atasco gordo, no llegaríamos a tiempo».

No ha sucedido eso en la residencia en el último cuarto de siglo. «La comida siempre ha estado a la hora, no recuerdo yo nunca un retraso», insiste uno de los chefs, José Manuel Fernández. Como jefe de cocina le toca dirigir movimientos con tiempos muy marcados en los 2.300 metros cuadrados que mide la cocina del hospital, mil más que la que había antes de que se construyese el nuevo bloque. «Estamos en primera división», valora. Lo dice no solo por las instalaciones, sino por la calidad de los productos y de la comida final. «En todas las encuestas lo dicen los pacientes», añade. Él, que conoce todos los platos, se queda con el cocido. «Aunque le hacía falta la botella de vino al lado», bromea.