Los burros cargan algas en Loiba

AROUSA

Cada verano, desde hace cincuenta, vecinos de Ortigueira descienden a los acantilados para recoger plantas marinas con las que se confeccionan cosméticos

07 ago 2008 . Actualizado a las 12:03 h.

Amparo Maciñeira tenía 14 años la primera vez que descendió por los acantilados de Loiba, en el municipio coruñés de Ortigueira, para, al igual que lo hicieron su madre y su abuela y lo hacen ahora sus hijas, recoger las algas que, posadas sobre una pequeña cordillera marina, quedan al descubierto con la marea baja. Esta tradición, que se remonta a hace más de medio siglo, permanece inalterable al paso del tiempo. Tanto que hoy, al igual que hace cincuenta años, son burros los que, cargados con los sacos, trepan por el sinuoso y estrecho camino de los cantiles, el único acceso a este rincón del Atlántico.

El pasado lunes, Amparo, Carmen, Maricarmen, Placeres, Olga, Dolores y Antonio se enfundaron los guantes de goma y la ropa de agua, compilaron los sacos todavía vacíos y sacaron del establo a los burros. Pusieron rumbo a la playa de Fabega, también conocida como Os Castros, un museo de algas marinas al aire libre que destaca tanto por la variedad de especies como por la cantidad de algas que posee.

La empresa olívica que compra las plantas a este grupo de orteganos las emplea como ingredientes para la confección de cosméticos y productos de farmacia. Les piden dos tipos de ejemplares, la riza y la raña. De la primera apenas queda. La segunda la hay en abundancia. En tres días, los vecinos de Loiba recolectaron casi seis mil kilos. «A riza é a mellor, pero este ano non hai. ¿Será por iso que din do cambio climático?», se pregunta Amparo.

Mientras ellos se meten en el agua hasta pasada la cintura y se ponen a recolectar algas, como quien coge maíz en el campo, los burros, son cinco, esperan pacientes en el arenal, atados a una roca y con un poco de hierba delante, para matar el tiempo comiendo. Dice Amparo que en cuanto ven que los sacos salen del agua «danse conta e se poñen nerviosos. Botan a camiñar».

Los animales adultos cargan entre cuatro y cinco alforjas -cada saco lleva entre 30 y 35 kilos de sargazo- a excepción de dos burros, «o pequeno e o máis velliño, aos que lles poñemos só tres, ¡meus pobres!», exclama la ortegana.

En la playa los recolectores de algas se distribuyen en grupos de dos, para que todos puedan retirar un volumen similar de sargazo y, como añade Dolores, «para ter alguén con quen falar». Las algas que más se resisten a desprenderse de la roca son las que se encuentran más profundas. El resto, explica Amparo, «as pode coller ata unha nena pequena». Cuando la jornada laboral termina, empieza la escalada con los burros. Tienen suerte de que el trayecto apenas dura unos metros y que un tractor los relevará en las alturas.