Los 56.688 emigrantes que salieron de Vigo en 1912 tenían que trasladarse hasta los trasatlánticos en botes porque el puerto carecía de un embarcadero
28 oct 2009 . Actualizado a las 12:12 h.Hasta finales de los años treinta, Vigo careció de un muelle de pasajeros. Los viajeros se veían obligados a emplear embarcaciones menores para desplazarse desde tierra hasta los buques. Esta circunstancia originó un fructífero negocio que tenía en la figura del botero su principal beneficiario y en la del emigrante, el gran perjudicado. Sin embargo, no era el botero el único que acaparaba el ventajoso negocio del traslado de la ingente cantidad de emigrantes que salían todos los años por el puerto vigués hacia América. El 30 de octubre de 1912, El Noticiero de Vigo explicaba, en una conversación, a varias bandas desarrollada en el puerto, los problemas y protagonistas del transporte en botes. El botero se quejaba de que la Comandancia les imponía unas duras condiciones, que llegaban a la paralización total en caso de temporal. «Un día de temporal no podemos embarcar porque la Comandancia nos impone cinco días de arresto», decía un botero, al que el periodista atribuía un lenguaje aderezado de «gruesas blasfemias». La agencia gestora de los viajes era otro de los actores de los abusos a los emigrantes. «Yo cumplí con mi deber, avisando a los emigrantes que podían ir gratis para el trasatlántico abordo del vapor de la compañía. Si después del aviso quieren contratar bote aparte, que lo hagan, pero luego no se llamen a engaño», decía el empleado. Abusos Aquí estaba el abuso. El emigrante era engañado y tenía que pagar un dinero extra por el traslado hasta el trasatlántico. Lo contaba un empleado de la Junta de Emigración: «Pese a los avisos que de ese derecho se hacen a los emigrantes en los billetes, en el local de la junta, y aún personalmente, recibe muchas veces el comisario, abordo del trasatlántico, quejas de que los emigrantes han tenido que pagar el bote. Va a ser necesario poner aquí un hombre». En la conversación terciaba un marinero, testigo diario de las tribulaciones de los emigrantes. «Lo que ocurre es que los boteros dicen que su bote es el de la compañía; otras veces, he visto contratar la travesía hasta el buque a real por persona y luego cobrar una peseta. La culpa es de los boteros y solo de ellos», acusaba el marinero. Incluso un anónimo ciudadano añadía que las compañías consignatarias cometían abusos, cobrando a los pasajeros por los bultos que trasladaban hasta los barcos. Concluía el periodista, diciendo que los «vidrios rotos» eran pagados por el emigrante, quien «a la tristeza causada por el abandono del terruño debía unir la indignación producida por el saqueo de que es víctima, hasta la última hora de abandonar su patria». Un barco diario Aquel año de 1912, partieron desde Vigo 56.688 emigrantes hacia diferentes destinos americanos, en 359 vapores. Casi un barco diario con destino a América del Sur, Cuba, México y Norteamérica. La afluencia de emigrantes era un negocio muy rentable para la ciudad, especialmente cuando se producían retrasos en la salida de los barcos. El Noticiero de Vigo informaba, el 16 de noviembre de 1912, que era tal la afluencia de emigrantes esos días que «ya no es posible obtener pasaje alguno antes del día 27 de actual». Añade el diario vigués que «algunos pasajeros, que habían sido llamados para embarcar no pueden hacerlo hasta fines de mes por falta de plazas. Es una obra de justicia no obligar a los pobres viajeros a abandonar sus moradas quince días antes del embarque, causándoles perjuicios que difícilmente pueden soportar». Fondas, casas de comidas y estudios fotográficos se alimentaban de los numerosos emigrantes que, en ocasiones, se veían obligados a permanecer en la ciudad durante días a la espera del embarque, con el consiguiente gasto que esta circunstancia les ocasionaba.