Cuando hace unos meses dijo en casa que se iba a Mauritania sus familiares tardaron en encajarlo. «Había una cierta incomprensión y miedo, y contribuye que África solo es noticia en España por acontecimientos desagradables, con estereotipos poco afortunados, y se da una imagen muy sesgada e incompleta de la realidad cotidiana de este continente». Tiempo atrás ya había tomado una decisión que giraría su vida. Dejó su trabajo como abogado en A Coruña -especializado en inmigración y asuntos sociales- y se embarcó en la cooperación. Los países que ha conocido desde entonces le permiten extraer una idea: en ellos vive gente «con unas tremendas ganas de vivir y de disfrutar de la vida, con unas motivaciones y reacciones muy similares a las nuestras». No somos tan diferentes, «al menos no en lo sustancial», añade. Ahora lo que vive día a día no lo cambia por nada. «Lo más importante es dedicar mucho esfuerzo y mucho sentido común». «Nuestra contribución es pequeña -asume-, pero necesaria para contribuir a reducir casos como los de madres que mueren durante el parto por no poder acceder a una asistencia adecuada». ¿Compensa el sacrificio? Respuesta directa: «Es difícil concebir un trabajo más gratificante que el mío. Soy terriblemente afortunado por estar donde estoy, haciendo lo que siempre he querido hacer». Y pese a las dificultades, a Raúl se le pone una sonrisa en la cara cuando ve a cientos de niños jugando en la calle, «con una inocencia ya perdida en nuestros países».