Tres alabanzas

Lois Blanco

SANTIAGO

20 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Esta columna es una alabanza de los discursos pronunciados ayer en la entrega del Premio Fernández Latorre, aun a riesgo de que el lector decida saltársela creyendo que le estoy haciendo la pelota a mi editor. Intentaré demostrar que no es simple adulación.

El premiado, Francisco Vázquez, hizo suya la desazón que la mayoría de los españoles tenemos con el ínfimo nivel de la política actual, reivindicando la nobleza y la altura de miras de los que participaron en el advenimiento de la democracia y en su consolidación. La derecha renunció a su tradicional intolerancia, y la izquierda, a su sectarismo. «Sin rupturas, sin revanchas -dijo-, unos y otros buscamos construir un espacio común en el que desde la mutua renuncia pudiéramos establecer una convivencia presidida por la tolerancia y el diálogo». Conectó con la mayoría de los que tenemos más de cuarenta años y añoramos la calidad humana e intelectual de una clase política sustituida por una tropa preñada de arribistas.

El presidente de la Xunta eligió el endiablado problema de las cajas de ahorros para enarbolar un modo de gobernar superador del ordeno y mando. La iniciativa de convocar a los agentes políticos y sociales para compartir los puntos de vista sobre una fusión en la que Galicia se juega demasiado no es ninguna renuncia de sus responsabilidades, «senón que é algo que nos afecta e todos, e todos teñen que pronunciarse». ¿Por qué no?

El anfitrión y editor de este periódico, que estaba en su casa y que no es político, pudo verbalizar la sensación que tenemos una infinidad de gallegos: «Si seguimos siendo incapaces de alcanzar un gran acuerdo para defender lo nuestro, existe el riesgo de que pasemos a la historia como la generación de gallegos que permitió el final de Fenosa... y, ahora, la desaparición de las cajas. Demasiadas muertes para nuestra historia».

Contadas veces los discursos agitan conciencias.