Ay, si hubiera una docena de Amancios...

OPINIÓN

20 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

A mancio Ortega ha ingresado en el mundo de la leyenda. Es decir, ya es un personaje legendario. Cuando en las universidades, en los libros o en las conferencias se cita un ejemplo de cómo se hace un imperio empresarial desde la nada, la referencia es Amancio Ortega. Y en este momento añado dos matizaciones. Primera: es mucho más que un imperio empresarial. Es un imperio de dimensión mundial que, para asombro de todos, no está consolidado: todavía está en pleno desarrollo, y le corresponderá al joven Pablo Isla completar la tarea. Y segunda: no es cierto que Inditex haya surgido de la nada. Ha surgido de una idea. Es el triunfo de una idea que ha encontrado un ejecutor tenaz, trabajador, intuitivo y eficaz. Yo no sé dibujar el perfil de un empresario. No tengo formación ni sensibilidad suficiente para captar sus impulsos ni para vibrar ante su biografía. Tampoco me emociona que un hombre modesto y discreto sea hoy una de las primeras fortunas del mundo. Creo que eso ni siquiera emociona al propio Amancio. Pero sí creo poder decir alguna vulgaridad. Por ejemplo, que las empresas del grupo Inditex no han conocido la crisis. Mientras el sector de la moda sufría los embates del estancamiento económico, ese grupo seguía abriendo tiendas por todo el mundo, aumentaba las ventas e incrementaba los beneficios. Y mientras a la economía española le fallaba estrepitosamente el pie del consumo, una de las bases del anterior «milagro», sus marcas seguían teniendo el mismo nivel de clientes que en la etapa del crecimiento. El milagro de Amancio es que hizo una empresa para la bonanza y para la crisis. Es, otra vez, el triunfo de una idea. Por eso hoy, el día después de una ejemplar transmisión de poderes, don Amancio puede decir, como el Tenorio, que a los palacios subió y a las cabañas bajó. Sus prendas son vestidas en palacio por la mujer del futuro rey de Inglaterra y por la cenicienta que nunca encontrará a su príncipe. Ha hecho un producto que no distingue clases ni diferencias de raza. Y este cronista quiere decirle a él cuánto lamenta que solo haya un Amancio Ortega en España. Como hizo en memorable ocasión un presidente del Gobierno, hoy es el día para expresar una ensoñación: este país sería otro país si hubiera solamente una docena de Amancios. Si hubiera una docena de Amancios, no estaríamos perdiendo puestos entre los países desarrollados; no tendríamos tantos parados sin esperanza; no despertaríamos cada mañana preguntándonos si es el día del hundimiento; tendríamos empresas sólidas, comparables a las grandes potencias; pesaríamos en el mundo sin depender del negocio especulativo; dejaríamos de preguntar al Gobierno qué hace, porque la riqueza la estarían creando esos Amancios. Pero, ay, Amancio Ortega solo hay uno. Por eso, el día de su paso a la trastienda, yo solo sé decirle una palabra: gracias.