Míriam Tirado: «Ser hijo único no es estar solo en el mundo, no se pueden tener hijos para darle hermanos al mayor»

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Míriam Tirado, consultora de crianza consciente y autora de «Los mil colores del hilo invisible»
Míriam Tirado, consultora de crianza consciente y autora de «Los mil colores del hilo invisible»

«A través del conflicto aprendemos a relacionarnos mejor», afirma la escritora y consultora de crianza respetuosa y consciente, que refuta ese tipo de creencias limitantes que son como cuentos para no dormir. «El vínculo no se rompe porque estemos cuatro domingos sin vernos, es algo mucho más profundo», advierte la autora de Los mil colores del hilo invisible.

02 may 2024 . Actualizado a las 17:30 h.

Ni el conflicto no es negativo, ni hacerlo todo en familia es lo mejor, ni tener hermanos hace que estés menos solo en el mundo. Hay un hilo muy visible en las palabras que rompe cadenas de creencias y conecta a Míriam Tiradoconsultora de crianza, madre de dos niñas, periodista especializada en maternidad y paternidad y autora de El hilo invisible, del que prepara un musical que se estrenará en noviembre en Barcelona— con más de 500.000 familias que no quieren educar en modo piloto automático.

La crianza es su pasión convertida en profesión. Es un camino que empezó hace muchos años en la escuela de su casa: «Mi padrastro es psicólogo y mi madre lleva más de 30 años ayudando a transitar embarazos y partos. Ellos han sido mis maestros», revela Míriam. ¿Por qué los niños pequeños tiran cosas al suelo?, ¿qué nos enseñan los conflictos?, ¿está bien obligar a un niño a pedir perdón?, ¿cómo acompañar a los peques «muy mentales» o poner límites sin ser autoritario? A cosas como estas nos ayuda esta autora de referencia en conexión con los hijos, que insta a no dar nada por sentado. Al «siempre se hizo así» le buscamos con ella las cosquillas del «¿y de otra manera por qué no?».

—¿Escribes para niños o más para padres que quieren ayudar a sus hijos a construirse desde la infancia?

—Suelo decir que escribo literatura familiar. Muchos adultos me dicen: «¡Este libro me ha ayudado más a mí que a mi hijo!». Al final, padres e hijos estamos haciendo este viaje de educar juntos. Pero no por ser más mayor se aprende menos. Muchas cosas de las que les intentamos enseñar a los niños no sabemos gestionarlas muy bien. Por ejemplo, El hilo invisible nos puede ayudar a hablar de la muerte con los hijos. No es que los adultos tengamos la muerte muy encajada. El hecho de hablarlo con ellos revierte en positivo también en los adultos.

« El vínculo no se rompe porque estemos
tres o cuatro domingos sin vernos.

A veces, confundimos amor con dependencia»

—«El hilo invisible» y, ahora, «Los mil colores del hilo invisible» dan la oportunidad de revisar las relaciones. «Sonríe aunque estés triste», «Eres malo si no haces lo que quiere mamá», «Si no vienes a verme los domingos no me quieres». ¿Tenemos que aprender otras maneras de querer y de cuidar?

—Creo que sí. Estamos mucho en lo que se ve, en lo material; hay que conectar más con el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. En eso es muy importante la escucha de las propias necesidades, y la atención a las necesidades de los niños. Ahí es donde nos encontramos, en esa parte que no se ve. El vínculo no se rompe porque estemos cuatro domingos sin vernos. El vínculo es algo profundo, es algo tan vital que va más allá del tiempo y el espacio. A veces, confundimos conexión y amor con dependencia.

—En «Los mil colores del hilo invisible» es un buen modelo la actitud del papá de María, cuando ella le dice que no le pasa nada y él, en vez de pasar de largo, intenta ayudarla a entender y a expresarse. ¿Hay que educar en las emociones, de qué manera podemos hacerlo?

—Es difícil. Es difícil dar eso que uno no ha recibido. Hay muchas generaciones de personas que somos analfabetos emocionales; estamos intentando dar a nuestros hijos una educación que sabemos que es importante, que de ella va a depender su autoestima, la seguridad en sí mismo... Y no sabemos cómo hacerlo, porque no tenemos este bagaje orgánico. Muchas veces, lo que tenemos es el viejo patrón, y nos aleja de eso, de una educación emocional asertiva, conectada, consciente. Estas generaciones de padres y madres tenemos mucho trabajo que hacer. Primero tenemos que aprender nosotros. ¿Cómo voy a enseñarte qué hacer con tu rabia si no sé qué hacer con la mía? Primero tengo que ver cuán conectado o desconectado estoy yo con mis emociones. Tengo que empezar por ahí para conectar contigo.

—Con este cuento vienes a decirnos: «No hay modelo ideal de relación». Está bien desmitificar.

—Hay tantas relaciones como personas. Cada vínculo es distinto. En El hilo invisible, del 2020, en ese primer cuento, se representaba el hilo de una única forma. Siempre era un hilo de color verde, del mismo grosor, del mismo tipo. Con el tiempo, yo iba pensando: «Tenemos que explicar a los niños que no todos los hilos son iguales, que todas las relaciones son diferentes. Y es lo que he querido representar con Los mil colores del hilo invisible.

 «El conflicto no es negativo, el conflicto
aparece porque ahí tenemos algo que aprender.
Justamente, a través del conflicto aprendemos
a relacionarnos mejor»

—El conflicto no debe evitarse. Hay que hablar de él, como de los celos...

—í, porque si eso no se trata, no hay hilo. El conflicto es algo orgánico, natural. Si hay relación, hay conflicto. El otro no ve las cosas como nosotros. Por eso lo normal es que haya conflictos. Pero el conflicto no es negativo, el conflicto aparece porque tenemos algo que aprender. Justamente, a través del conflicto aprendemos a relacionarnos mejor. Con este cuento he querido transmitir que somos en parte responsables de los vínculos que tenemos.

—¿Qué pasa con la persona que tropieza en la misma piedra de un tipo de relaciones?

—El vínculo se va construyendo. Con un hijo no tienes el mismo vínculo cuando acaba de nacer que cuando tiene 10 años. Hay abuelos que te dicen: «¿Cómo puedo mejorar la relación con mi nieto? Porque lo veo, le pido un beso y no me lo quiere dar». Hombre, a un niño de 3 años, si no lo ves casi nunca y cuando lo ves no juegas con él, no te va a querer dar un beso... El vínculo es: siembra e irás recogiendo a largo plazo. Si lo que siembras es un apego inseguro, evitativo, las consecuencias no son las que a los padres les gustarían, lo que han sembrado no era lo que se debía sembrar. Hoy no podemos educar como hace 50 años. Hace 50 años lo que se decía era: «No lo cojas en brazos que se malacostumbra». Ahora sabemos que eso es mentira. Ahora que sabemos cómo se construye un ser humano a nivel de autoestima y de salud mental, no podemos seguir criando como hace 50 años.

—Está la frase: «A nosotros así nos educaron y no salimos mal». Y personas a las que nunca les dijeron «te quiero», pero defienden que se sentían queridas.

—... El «nosotros no hemos salido tan mal» habría que verlo. Y el hecho de que tú supusieras que te querían no significa que no necesitaras que se demostrara ese amor. Necesitamos sentir el apego seguro, pero es tan doloroso asumir que lo necesitabas y no te lo dieron que sale como coraza el «no he salido tan mal». Pero hay unas carencias, y es normal. Si disimulas y prefieres creer que no, las carencias siguen ahí. No van a desaparecer porque no quieras verlas.

—¿Cómo ayudan los cuentos en la relación padre-hijo?

—Ayudan a crear espacios de conexión y a sacar conversaciones bonitas, interesantes. Un cuento leído en voz alta es un momento de máxima conexión.

—Como consultora de crianza, ¿qué dudas y problemas estás viendo más?

—Hay mucha confusión. Confusión en cuanto a límites, en cuanto a cómo hablar de ciertos temas con los hijos porque no tenemos esa memoria de que nos lo hayan contado a nosotros, así que estamos un poco huérfanos de esa educación emocional que queremos dar, pero no sabemos cómo.

—¿Es posible llegar a educar bien con dos modelos opuestos en casa?

—Cuando no se comparten valores, es difícil tener una convivencia apacible. En lo importante, en esos valores de educación y crianza, hay que coincidir.

—¿Está bien el «pack familiar», ir todos a todas partes juntos, o es más recomendable darle un tiempo a cada hijo?

—A todos nos gusta el tiempo en exclusiva con nuestras personas favoritas. Es natural que cada hijo necesite exclusividad con nosotros. Si somos una familia, va a haber tiempo compartido, pero eso no significa que no haya exclusividad. Es una necesidad de la infancia, de cada niño, tener esa mirada en exclusiva.

—¿Cómo intentar que no sean sumisos pero tampoco agresivos o desafiantes?

—Todos somos de todo en un momento u otro, esa es la naturaleza del ser humano. Que un niño de 4 años se comporte de un modo agresivo no quiere decir que sea un niño agresivo, quizá es la manera de manifestar su malestar. Hay que ver el origen de ese malestar y tirar del hilo para ver cuál es la raíz.

—Dices: «Un niño no está solo por ser hijo único». ¿Cómo lo argumentamos?

—No se pueden tener hijos solo para darle hermanos a un hijo mayor, para que el día de mañana tenga a alguien. Esa es una visión simplista de lo que implica tener hijos, que es algo de mucha responsabilidad. Se deben tener hijos desde el profundo deseo de acompañar otra vida. ¡Y acompañar a un hijo no son días! Es un largo camino. ¿Quién te dice que los hermanos jugarán juntos o se van a llevar bien? Hay gente que vive muy acompañada y se siente sola.