Irene Alonso, 41 años, diez hijos y 77.000 seguidores: «En mi casa trabaja to' quisqui»

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Irene Alonso, autora del libro «Soy una madre normal», triunfa en Instagram mostrando momentos de su día a día como madre de una familia numerosa.
Irene Alonso, autora del libro «Soy una madre normal», triunfa en Instagram mostrando momentos de su día a día como madre de una familia numerosa.

Es una madre normal, «todo lo normal que puede ser una madre de diez hijos», dice. Su día a día «son las lentejas, los pañales, hacer la compra, poner lavadoras...» y no entrar al trapo de los grupos de WhatsApp del cole

14 feb 2022 . Actualizado a las 11:33 h.

Hay dos ingredientes para ser madre de diez hijos sin morir en el intento, «priorizar y relativizar». Son los dos verbos estrella de la familia numerosa que pilota con su marido Irene Alonso, exitosa autora del blog (y ahora libro, que presenta la semana que viene) Soy una madre normal, con más de 77.000 seguidores en Instagram. «Nada es tan tan tan importante», avanza esta mujer de 41 años que se define «como madre y esposa, a mucha honra», algo que «no está muy de moda». Ella ha vivido once embarazos, cuatro abortos y en variedad de partos y experiencias merece entrar en el Guinness

¿Ha cambiado mucho como madre de la primera hija al décimo? «Cuando me recuerdo como madre de mi primera hija, no me reconozco. Con el tiempo, descubres que cosas que te parecían inabarcables al final sí se abarcan, cosas que te parecían superimportantes descubres que no lo son y que, al final, todas las personas estamos preparadas para tirar pa’lante», asegura.

Miriam fue su primera hija, «la pionera, pobrecita», la que lidió con la L de novatos de sus padres, una pareja que ni con diez hijos perdona su momento para dos a la semana. «Es fundamental», asegura Irene. Después de Miriam, llegaron Loreto, Fernando, Nazaret («que se fue en minutos»), Yago, Francisco Javier, Mateo, Israel, Esteban, Carmen y Bosco, «el último fichaje», primer bebé de alta demanda que entró en casa.

Irene lleva su cargo elegido con amor, «con toda el alma», con éxito en redes, con un estricto reparto de tareas y con humor. No es, asegura, una madre Marvelous, con la casa siempre maravillosa, de esas que salen en las «revistas tipo El Mueble». «Soy una madre normal a la que los niños le pintan las paredes y le destrozan los muebles», confiesa.

Con los años y los hijos, esta madre (que entre los videojuegos bendice el Minecraft) ha ganado, sobre todo, empatía. «Cada vez sé ponerme más en el lugar de ellos, de los hijos. No consideramos la empatía una cualidad importante para ser madre y yo creo que es fundamental. Nos quedamos en el ‘porque lo digo yo, que soy tu madre’, y no nos paramos a pensar en cómo lo sienten ellos. Llevo años poniéndome a su altura cada día. Aquí ha habido bebés de forma ininterrumpida durante veinte años y eso te hace aprender».

En esta escuela intensiva maternal de dos décadas, Irene ha cambiado sobre todo en esto: «Antes quería imponer mi manera de educarles, sin comprender primero cómo están, cómo ven las cosas. Ahora soy mucho más paciente, menos histérica, más abierta a los cambios y más loca en muchos sentidos».

«Ser realista» es otra de las recetas de esta madre de diez. La adolescencia es, admite, capítulo aparte. Con cuatro adolescentes en casa (y los que llegarán según crezcan...), Irene dice que los adolescentes, más que firmeza, necesitan que los quieras. «Ellos mismos se dan cuenta de que son insoportables, no se aguantan. A mí me ha ayudado ser madre joven. He sido adolescente anteayer, tengo 41 años y mi hija mayor tiene casi 20. Más que dirigirles, creo que hay que acompañarles», aconseja.

¿Qué no admites? «Las faltas de respeto». Si un adolescente te insulta o te manda callar, debe haber una consecuencia. «Quedarse sin móvil, por ejemplo, o sin salir. Pero también hay que hablar, hablar muchísimo con ellos». El caso es que les apetece hablar siempre pasadas las once de la noche... «Bueno, entra dentro del juego. Ellos necesitan sentirse retenidos. Una adolescencia desbocada incluso a ellos les asusta».

«No debe haber muchos límites, pero sí es importante que los que haya se respeten. Si está prohibido saltar en el sofá, no dejes que lo hagan un día en el que estás muy cansada, porque ahí estás metiendo la pata», continúa Irene.

¿Dónde pones los límites? «No tolero las faltas de respeto ni hacia nosotros ni entre ellos; tampoco la violencia ni la dejadez de funciones, cada uno de las suyas». En casa de esta familia, todo el mundo trabaja. Hay una tabla de tareas domésticas que cumplir a lo largo de la semana. «En casa trabaja to' quisqui». Todos los hijos hacen su cama a diario («desde los 4 años») y «cada noche, antes de acostarse, sus dormitorios deben quedar en estado de revista. Por las mañanas, camas hechas, y por las tardes, habitaciones recogidas y barridas». A partir de los 2 o 3 años, los niños echan la ropa a lavar, tiran las cosas a la basura, recogen los juguetes, ponen la mesa y limpian los zócalos. Con 12 o más, friegan, lavan el coche, cambian bombillas, planchan, van a la compra y preparan la comida. «La casa tiene que ser una escuela de vida. Los hijos tienen que saber que detrás de cada camisa limpia en el armario hay un trabajo de lavar, planchar, doblar, colgar... Deben aprender que nadie les va a servir el plato, hacerles la cama o limpiarles el baño. Me da rabia cuando no valoran el esfuerzo que hay detrás de cada detalle de una casa».

Sus hijos se pelean, admite. «¡Aquí hay diez niños peleando por la atención de dos padres!», completa. «Pero a mis hijos difícilmente les verás pelearse con alguien distinto a sus hermanos. Yo en las peleas de mis hijos procuro intervenir lo menos posible, a no ser que la cosa se vaya de madre... Es bueno que ellos aprendan a gestionar sus discusiones y a buscar una solución. Y que lo hagan en casa», considera Irene.

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«Tengo diez hijos únicos»

¿Todos los hijos son únicos? «Sí, ¡yo digo siempre que tengo diez hijos únicos! No pueden ser más diferentes. Cada persona es única y necesita ser tratada de manera única. A los niños no hay que tratarlos a todos igual. Todos tienen los mismos derechos, tienen obligaciones, pero cada hijo necesita un trato, uno más firmeza, otro más ternura», plantea quien no deja de aprender como madre, «desde Miriam, que va abriendo camino, hasta Bosco». «El último año de nuestras vidas ha sido el más agotador, con nuestro primer bebé de alta demanda». Y eso que, antes de que llegase Bosco, había estado enferma, conocido la uvi neonatal, vivido momentos demoledores.

«No dormir es de lo más duro que te puede pasar», dice rebajando los peores tragos con ese maldormir común de los primeros meses de paternidad. Irene nunca fue de Estivill, sí de Carlos González. «Pero llega un momento en que a las recomendaciones dejas de hacerle caso para escucharte más a ti misma», dice. Pero las madres dudamos y necesitamos una guía, una red, algún consejo. «Yo huyo de los extremos, no soy una madre Marvelous ni tampoco una mala madre. Yo no estoy a la cabeza de las últimas tendencias. Hacemos lo que podemos. Yo he intentado hacer colecho y no lo soportaba... Con el tiempo, te fías más de tu instinto y menos de las tendencias».

Así gestiona la maternidad numerosa Irene Alonso, que dedica a sus padres y hermanos un día fijo a la semana. Ellos le enseñaron «que la mesa es un sitio sagrado, ¡porque alrededor de la mesa pasan cosas estupendas! Te enteras de muchas cosas, porque a la mesa los hijos bajan la guardia», cuenta.

En su casa se prioriza la conversación y el juego con los niños por encima de las pantallitas. «Sus destrezas se vislumbran bien en el juego. Si estamos atentos, hasta podemos descubrir ahí un problema que tienen en el cole. El juego es un gran revelador de secretos». El rey de los juguetes, para ella, es el Lego. «Debo de tener en casa 20 kilos de piezas de Lego».

¿Grupos de WhatsApp? «Uf, debo de tener unos 400 mensajes sin contestar. Lo llevo fatal. A ver, me alegro de que sea el cumpleaños de tu hijo, pero no creo que a él le importe que le ponga ‘felicidades’ en un mensaje en un grupo que no va a leer. ¡Entre los mensajes de felicidades se cuela el mensaje informativo importante! No participo nada en los grupos de WhatsApp del cole».

Su marido «está por delante» de sus hijos, señala. «Es que yo elegí tener hijos, pero no a mis hijos. Yo elegí a mi marido. Un día, la profesora de conducir me dijo explicándome los carriles de acondicionamiento: ‘Es un carril que llega, se incorpora a la autovía y en un momento dado se marcha’. Y dije: ‘¡Como los hijos!’». Tus hijos van a volar, hay que asumirlo. Si les convertimos a ellos en el centro, les damos un peso que no les corresponde y le quitamos al matrimonio una importancia que lo hace polvo», afirma.

Ella no deja de cultivar la pareja y entiende que la felicidad de los hijos depende en gran medida de la solidez de la unión de sus padres. Como madre, esta influencer que ve en la fe el motor de sus capacidades, si se equivoca, pide sin problema perdón a sus hijos.

«No sé si recomendar a otras que lean cómo han sido tus partos», le digo. «Yo he tenido de todo. El más duro fue el de Nazaret, que murió recién nacida. Pero me marcó el de Francisco; fue sin epidural, lo pasé muy bien pariendo. Me tocó una matrona que era un chico maravilloso y yo venía de experiencias muy duras. Después de cuatro hijos, ¡lo podía tener conmigo al nacer! No hay una ciencia del parto. Cada parto es un mundo», concluye Irene, que los ha vivido todos.