—No, se cogen un rebote bárbaro, incluso a mí más de uno se me ha ido de la consulta. Al margen de la broma, la reacción de los críos es esa, porque es a lo que están acostumbrados en casa, y más de una vez he tenido que salir de la consulta para tranquilizarlo y razonar con él.
—¿Los videojuegos «online» son más peligrosos? ¿Enganchan más?
—Sí, porque te generan una falsa realidad de contacto con otra gente, llegas a plantearte que esas personas, que están en otras partes del mundo, son tus amigos…. «Tengo mil amigos en las redes sociales». Y luego hay otro tema, y te lo digo porque tengo un persona adulta con el tema de las redes sociales, cuando les planteas mantener contacto cara a cara, con otra gente, no saben. Han perdido las habilidades de establecer contacto social. Los especialistas vamos aprendiendo de la falta de interacción sobre la marcha, porque no hay ningún protocolo establecido. También hay que tener en cuenta que una cosa es lo que está pasando aquí, y otra lo que está ocurriendo en los países asiáticos, donde tienen una problemática mucho mayor e incluso ha habido suicidios.
—¿Afecta por igual a menores que a adultos?
—Más a menores. El tema de videojuegos cuando se lo planteas a un adulto, más o menos lo entiende, evade la problemática y se va regulando. En los jóvenes hay un problema fisiológico de base que es que hasta los 21 años no madura el lóbulo frontal, que nos permite anticipar determinados procesos, y no saben valorar las consecuencias futuras.
—¿Hay una forma sana de jugar a los videojuegos?
—Claro, véase el desarrollo de habilidades que aprendes en el juego, no solamente el manejo del pulgar, es aprender a anticipar determinado tipos de situaciones, aprender esquemas, comportamientos. Yo siempre planteo que en cualquier tipo de juego, el objetivo tiene que ser la interacción social sea vía online o presencial. El resultado me tiene que dar igual a partir de ese momento, tengo que aprender a desarrollar mis habilidades y no competir con las de los otros. Porque esté una hora jugando no va a interferir negativamente en otro tipo de comunicación oral o presencial. Incluso te diría: lo que va a hacer es enriquecerme.
—¿Jugar un rato al día es bueno?
—Claro, lo mismo que potenciamos a nuestros hijos en actividades deportivas, jugar con una consola puede ser exactamente igual, es decir, aporta aspectos positivos.
—Hay un término japonés, «hikikomori», que describe a aquella persona que se encierra en una habitación sin contacto social, que no sale ni para comer, ni para asearse ni para hacer sus necesidades, ¿eso se ve aquí?
—Sí, ya hay aquí en Galicia. Tengo una persona mayor de edad que entró a tratamiento por una denuncia de la madre.
—En China, quieren limitar el juego a tres horas el fin de semana, ¿qué opinas?
—Yo no soy partidario de establecer limitaciones por parte del Estado, somos los propios padres los que tenemos que ser conscientes de lo que están haciendo nuestros hijos en todo momento. Parece ser que hoy en día establecer pautas de control está mal visto, y no puede ser, tenemos que saber qué hacen cada vez que se encierran en la habitación. Si un crío está en época de estudios, no podemos dejarle a su libre albedrío el manejo de la consola, le estableceremos nosotros la pauta. «¿Has acabado todo? ¿Has hecho todo lo que tenías que hacer?», «Bien, puedes jugar una hora, si quieres».
—Aun en ese caso, tú serías partidario de un mínimo control.
—No, no, un mínimo no, un control. Lo mismo que controlamos adónde va, con quién va, si respeta los horarioS, si cumple con su trabajo, que en este caso es estudiar e ir aprobando los cursos. Y en casa lo mismo, plantear normas, que parece que nos hemos olvidado de ello.