Demonios en la cabeza

YES

MIKE BLAKE

31 jul 2021 . Actualizado a las 10:49 h.

Un acuerdo tácito compartido durante décadas por los medios tiende a descolgar los suicidios de las páginas y los informativos para disolver posibles reflejos de imitación en personas asomadas al abismo. Fue una estrategia sustentada en el deseo de ayudar, pero que con los años extendió un mantón de silencio sobre una realidad con la que convivimos sin que nadie hable exactamente de ello. Y así, los suicidios han ido escalando hasta convertirse en la primera causa de muerte entre los jóvenes, una brutal realidad que deja ausencias terribles y un ecosistema de dolor y culpa entre los que se quedan.

De la salud mental se habla estos días en los Juegos Olímpicos gracias a la claridad con la que se ha confesado la atleta que llegó a Japón con la instrucción de convertirse en la estrella de la convocatoria. Simone Biles cargaba a sus espaldas toneladas de adjetivos pluscuamperfectos y la certeza mundial de que volaría como la gimnasta superdotada que es. Pero la cabeza de Biles tenía otros planes. Con las expectativas deportivas corregidas, Biles ha conseguido demostrar que la grandeza consiste muchas veces en decir «no puedo».

Hace unos meses, Íñigo Errejón reclamaba al Gobierno más dinero para salud mental. Lo explicaba en el Congreso cuando un diputado del PP, delicado él, le gritó «¡Vete al médico!» con esa agilidad dialéctica que proporciona decir lo que de verdad se piensa. A Carmelo Romero alguien le sugirió después que pidiese disculpas pero su grosería representa a muchos.

Los «demonios de la cabeza» de los que ha hablado Biles para explicar por qué ha competido como lo ha hecho visitan a diario a personas con las que convivimos y que no siempre tienen un entorno dispuesto a entenderlas y acompañarlas.

Algo funciona mal en nuestra forma de vida que facilita la náusea, que perturba hasta el apagón a chavales en edad de comerse la vida. Y es hora de hablar de ello.