Tània Balló, directora del documental «El caso Wanninkhof-Carabantes»: «El sistema le debe un perdón público a Dolores Vázquez»

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Xavier Torres-Bacchetta

Confiesa que algo le perturbó en la detención de la gallega, una sospecha que confirmó cuando finalmente se resolvió. Y señala: «Creo que la madre de Rocío sigue creyendo que es culpable»

13 jun 2021 . Actualizado a las 10:29 h.

Tània Balló espera que la película que ha dirigido y que se estrena el próximo 23 de junio en Netflix, El caso Wanninkhof-Carabantes, ayude a que se vea de otra manera la figura de Dolores Vázquez, «a la que se linchó públicamente sin escrúpulos». Confiesa que en 1999, ella misma llegó a dudar de su inocencia, pero siempre tuvo claro que había algo que le perturbaba en la historia, «que no podía ser tan evidente», por eso, cuando finalmente se resolvió, sintió satisfacción.

-¿Era necesario este documental respecto a la figura de Dolores Vázquez?

-Creo que sí, de alguna manera tenemos una cuenta pendiente con Dolores. Estos días mucha gente me habla del perdón público, y creo que es necesario, pero no me imagino cómo. Es un gesto complejo de articular, ¿qué necesitaría ella? Hay una cuestión de bonificación económica, que no ha existido a día de hoy, pero eso más que un perdón público, es un gesto de justicia, que le corresponde, que tendría que articular el propio sistema que le falló. Ella en el documental dice que va a cualquier lugar y la gente la sigue reconociendo, yo espero que esto en parte ayude a que la vean de otra manera, que entiendan que ella es inocente. Hay que olvidar la figura que se construyó para reconocer la figura que ha acabado siendo, que es una mujer a la que se linchó públicamente sin escrúpulos, y no ha tenido suficiente reinserción para lo que le pasó.

-¿Ella desestimó participar?

-Sí, pero era algo que yo sabía desde el principio. Y no solo lo entiendo, sino que lo respeto. Si me pongo en el lugar de una documentalista que se enfrenta a una narrativa, el silencio para mí es el mejor de los resultados ante la barbarie. ¿Qué más queremos que haga? ¿Para qué necesitamos que Dolores hable?

-Sin embargo, en su momento ese silencio se pudo malinterpretar.

-Claro, porque nosotros como sociedad, en los medios, entendemos que si alguien calla, está asumiendo lo que se dice sobre ella. Es negativo. No entendemos el silencio. Para mí es la mejor arma de protección. Es decir, yo no tengo por qué hablar aunque todo lo que se esté diciendo no sea verdad, aunque me hiera la sangre.

-¿Hay que tener mucha fuerza por dentro para no saltar?

-Sí, pero lo que hace, muy inteligentemente, aunque después nosotros creamos por las dinámicas sociales que eso no era lo adecuado, es controlar su relato. Sabe cuándo y cómo debe decirlo, que es lo único que le queda. Porque haga lo que haga, y diga lo que diga, el linchamiento es tan bestia que tiene poco espacio para la réplica. Cualquier palabra suya, que se hubiera dicho desde la perplejidad y dolor más profundo, desde la ira, hubiera sido aún peor. Lo que le estaba pasando era alucinante, se le está acusando del asesinato de una niña, a la que ella consideraba su hija, a la que amaba y había cuidado.... sin pruebas. Hay un punto de admiración hacia ese control.

-¿Qué parte de culpa tuvieron los medios en lo que pasó?

-Creo que buscar un culpable es complejo, no se debe entender así. Todos fueron elementos necesarios para que se desarrollara lo que ahora sabemos que fue un circo mediático, pero no solo eso, sino también fue la construcción de una falsa culpable. Hasta que el Tribunal Superior de Justicia anuló el juicio, propuso hacer uno nuevo y Dolores salió de la cárcel, nadie asumió ningún tipo de responsabilidad. Digamos que la Justicia es la primera que hace un gesto, pero nadie sabe lo que hubiera pasado en ese segundo juicio, que no se realiza porque desgraciadamente se relaciona con el asesinato de Sonia Carabantes. Nadie sabe si ese segundo juicio hubiera sido a favor de Dolores, a pesar de seguir sin pruebas. ¿Quién es el primero? Los medios, obviamente, juegan un papel de dar voz, de construcción de la culpable, de atribuir mecanismos absolutamente falsos a la figura de Dolores, y sobre todo, de cierto control del marco mental colectivo.

-¿Tú creías que era culpable?

-Yo en 1999 tenía 23 años, pocos más que Rocío Wanninkhof. No recuerdo cuándo aparece el cuerpo, pero sí el momento en el que se detiene a Loli. Recuerdo comentar con la gente de mi entorno que había algo que a mí me perturbaba. Era tan evidente que había algo homófobo en cómo se estaba tratando mediáticamente el caso, en ese momento no te podría decir qué, ahora sí porque lo he hecho, que pensaba: «No puede ser tan evidente», «no puede ser que la estén acusando porque era el perfil más verosímil», como dijo Acebes. Cuando se resolvió, tuve algo de satisfacción. No te diré que no llegué a pensar que era la asesina, lo que era absolutamente tremendo era esa imagen de mala que se estaba construyendo. Yo no la veía en ese retrato: corpulenta, alta...

-¿El papel que tuvo la madre de Rocío, Alicia Hornos, ayudó?

-Sí, pero ¿quién la coloca delante de la cámara?

-Si no quieres hablar, no hablas.

-Cuidado con volver a hacer ese mecanismo de buscar un chivo expiatorio. Está claro que tomó un papel relevante, que se le permitió, pero Alicia es una víctima en exceso, no podemos olvidar jamás que pierde a su hija pequeña. Durante casi un año nadie le sabe explicar a ciencia cierta qué ha sucedido, vive en la más absoluta perplejidad, con un dolor inmenso, las teorías son todas y ninguna, y finalmente, el equipo de investigación le planta un relato, que desde mi punto de vista para una madre que acaba de perder de una forma tan brutal y trágica a su hija pequeña, es más asumible que el que tres años después pudo tener Encarna Guzmán, la madre de Sonia Carabantes, que es «el azar». La investigación niega desde el principio, cosa que después comprobamos que fue un error, la posibilidad de que fuera un crimen por razones sexuales, gira las tornas hacia el crimen pasional, que requiere de un relato, que va atado de la proximidad, la persona que mata a Rocío es una persona cercana. Y con unas razones asumibles: la venganza, el odio, los celos...

-¿Entonces?

-El motivo número uno por el que se acusa a Dolores Vázquez es que odiaba a Rocío. Alicia Hornos se agarra a eso como un clavo ardiendo. Volviendo al principio, entiendo que ella jugó un papel tremendo y necesario para el linchamiento de Dolores. Sí, y he tenido mis cuestiones críticas con su figura. Pero no quiero olvidar que es una víctima y que también está la responsabilidad de los medios y del sistema judicial. Ella se presta, pero si fuéramos conscientes y respetuosos, teníamos que haber cuidado más cuántas veces se le da voz públicamente.

-¿Crees que sigue pensando que Dolores Vázquez es culpable?

-Creo que ella sigue teniendo esa línea de pensamiento.

-¿Ser lesbiana en 1999 le jugó en contra?

-Yo lo planteo en la película para reflexionar. La lesbofobia en 1999 era una jerga común. Entiendo que la construcción de una falsa culpable no es premeditado, sino que los investigadores lo creen por una serie de intuiciones, de motivos, pero no tienen pruebas fehacientes: ni ADN, ni tejidos, ella tiene coartada... Pero los indicios te llevan a juicio.

-¿Las ganas de encontrar a un culpable pueden a la evidencia?

-Las ganas de cerrar el caso. Hacía dos años de la tragedia de Alcàsser, y una sociedad que asume que chicas jóvenes pueden desaparecer forzosamente al azar, es terrible. Yo creo que había una necesidad de decir: nuestras líneas de investigación nos llevan aquí y nuestra experiencia nos dice que es el camino correcto. Y no dudo de que hubiera buena práctica en esa idea, el problema es que nunca hubo pruebas y siguen adelante con ello. Necesitaban que se cerrara lo antes posible, si no hay pruebas, ya las encontrarían. En ese marco, volviendo a lo de la lesbofobia, el primer sospechoso es el novio de Rocío, lo descartan, van abriendo el abanico y se encuentran la denuncia de una ucraniana de que ha pasado esto con Dolores, y dicen: «Ostras, y además es la expareja de la madre», que encaja en el relato del crimen pasional, que siempre está relacionado con la peor versión de la masculinidad.

-¿Pero era una mujer?

-Ahí se plantea una cuestión que nunca había pasado en España. Primero, era una pareja de mujeres, con hijos, una familia normal, integrada... Y, segundo, en esa época Dolores sí que tiene el prototipo de una lesbiana, pero no es suficiente, y se tiene que masculinizar su figura para que la opinión pública entienda que, a pesar de ser una mujer, es capaz de actuar como un hombre. Entonces aparecen todos estos elementos: alta, corpulenta, agresiva, hace footing, artes marciales, es autoritaria... A ver, era una mujer con carácter, ¿qué esperamos? ¿Que salga sonriendo?

-Hay quienes se acogen a esa frialdad, no arrepentimiento...

-Necesitamos un prototipo de víctima y otro de defensa. Si Dolores Vázquez hubiera salido llorando, hubiera generado empatía, y la gente dudaría, pero como toma la decisión, porque era su carácter, aunque para mí está en shock, -algo que me hubiera encantado preguntarle- no se creía lo que le estaba pasando, se agarra a que no puede perder el control.

-¿Crees que habrá quien todavía la exculpe ahora tras ver el documental?

-Me he encontrado con mucha gente que no conocía que había sido exonerada. «¿Pero no está en la cárcel?», me decían. O recordaban que había sido puesta en libertad, pero no recordaban el tema King. Cuando apareció King fue tan bochornoso el error que nadie quiso asumir la responsabilidad, y no se le dio la misma atención mediática a lo que sucedió desde el 2003 que a lo de antes. Mucha gente se quedó con las imágenes del linchamiento y no acabaron la historia, nadie les contó el final o no lo recuerdan. Por eso entiendo perfectamente que Dolores, cuando participó en ese simposio de abogados, dijera: «10 años después me siguen señalando».

-Sorprende mucho que ella misma llegara a dudar.

-Yo esa anécdota la leí en la prensa, nadie de viva voz me lo ha dicho, pero es terrible. Es un poco lo que te decía antes del marco mental. Imagínate cuando ella, esa mujer fuerte, aunque yo creo que era un control de su estado mental de forma pública, piensa eso... Te has parado a pensar cómo tuvo que sufrir esa mujer los 17 meses que estuvo en prisión siendo quien era. Entró siendo Dolores Vázquez, la gran mala de España. Pero a la vez pienso que eso le pertenece a ella, yo personalmente no quiero que cuente eso, porque es su tragedia y está bien que se calle, porque ese dolor solo le pertenece a ella. Y contarlo es como: «¡Qué bien, ahora todos estamos en paz porque es capaz de contarlo». Yo creo que no, que no es capaz de contarlo porque fue muy bestia, nos pasamos 20 pueblos.

-¿Crees que algún día hablará?

-Nosotros no éramos los primeros ni seremos los últimos. Ella se ha negado a hablar, no lo ha hecho ni por dinero ni por nada, sus razones tendrá y como te he dicho, me parecen absolutamente respetables. El único lugar en el que se siente reina es en esa privacidad.

-El relato de la ex mujer de King también es tremendo.

-Sí, como ella duda, comparte, no le creen y la toman de loca. Ojo, que también te puedes encontrar el «¿y por qué no fue a la policía? Es que las cosas no son tan blancas y tan negras. Era una mujer sometida a un estado de terror, con un hombre del que duda, con el que tiene una hija, pero ella comparte con su entorno una duda, y la tachan de loca. Habla cuando se repite la situación y ella se ve acompañada con una nueva pareja, que la anima a ir a la policía.

-¿Qué esperas de este proyecto?

-Espero que ayude en la medida de lo posible a entender que tenemos que tener un pensamiento más crítico, que no podemos asumir la verdad como un hecho irrefutable porque sale por la televisión, tenemos que ir más allá. Ahora un caso así hubiera sido más brutal, con las redes, pero tendríamos que saber filtrar esa información. Decir: «Un momento, déjame que lo vea con perspectiva y a ver qué pasa».