Anabel González, psiquiatra: «La intensidad no es más amor, son más problemas»

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La psiquiatra coruñesa Anabel González subraya la importancia de los nudos emocionales
La psiquiatra coruñesa Anabel González subraya la importancia de los nudos emocionales ANGEL MANSO

«Una de las cosas más terribles que nos pueden pasar es tener una madre perfecta», advierte la coruñesa, autora de «Las cicatrices no duelen», que revela que vivencias a priori insignificantes pueden generarnos estrés postraumático

15 dic 2021 . Actualizado a las 09:43 h.

¿Cuál es tu mejor cicatriz? «Todos tenemos cicatrices físicas y emocionales. Saber que están ahí es importante. Está bien conocer nuestra historia», asegura la psiquiatra y psicoterapeuta coruñesa Anabel González, autora de Lo bueno de tener un mal día y del reciente Las cicatrices no duelen.

-«Las cicatrices no duelen». ¿Ni siquiera cuando hace mal tiempo?

-Con mal tiempo, pueden tirar un poco para recordarnos que están ahí.

-La gente sin cicatrices es sospechosa. ¿Existe realmente?

-Bueno, lleva un maquillaje eficiente.

-¿Qué sentido tiene abrir viejas heridas cuando queremos cerrarlas?

-Hay muchas trampas en esta idea. Porque no abrimos viejas heridas, están abiertas. Y a veces no están bien curadas. El hecho de que digamos: «No las voy a tocar» no hace que se solucionen. Pasa el tiempo y hay heridas que siguen ahí, interfiriendo, infectándose y complicándose.

-¿Lo primero para curar una herida es evitar ponerle una tirita encima?

-Sí. Cualquier enfermera te dirá: «La herida al aire, bien limpita, cura mejor».

-¿Se parecen mucho las heridas físicas a las emocionales?

-Sí, ¡porque mira que la vida nos hace daño a veces! En ocasiones, daños graves o muy continuados. Si no tuviésemos un sistema para ir curando esas heridas emocionales no podríamos seguir. La cuestión es si lo que hacemos para curar esas heridas las resuelve o es solo chapa y pintura. Mirar para atrás no es escarbar en las heridas, es que nos dejen de influir en lo que somos. Nuestro aprendizaje vital está más hecho de errores que de aciertos.

 «No podemos dejar el pasado atrás. Siempre nos lo llevamos puesto. Y se van juntando piedras y piedras...»

-Pero nos aterra equivocarnos. Y pasamos a equivocarnos por miedo a equivocarnos. ¿El miedo nos paraliza?

-Bueno, depende... Yo tengo un compañero que habla de sincericidio, que es eso de: «Yo voy con la verdad por delante, digo lo que pienso». ¡Pues, hombre, depende! Si le dices lo que se te pasa por la cabeza al primero que te cruzas, vas haciendo estragos. Como no tenemos bola de cristal, muchas veces nos equivocamos. La siguiente vez que tomamos una decisión parecida, tenemos esa información para tomar una decisión mejor. La cuestión es que no haya un miedo paralizante, porque equivocarse es parte del proceso de vivir.

-¿Qué solemos hacer mal? ¿Qué errores ves más en consulta?

-Hay dos muy clásicos: los seres humanos creemos que hacemos magia. «Tapo la Luna con el dedo y no existe». No he terminado un capítulo y paso página... Eso hace que las heridas se infecten, se pudran, se acumulen. No podemos dejar el pasado atrás. Siempre nos lo llevamos puesto. Y se van juntando piedras y piedras. Y hay otra costumbre común: escarbar en la heridas, frotarlas, darles con papel de lija, echarles ácido sulfúrico... ¡porque no quiero que la herida esté ahí! Y lo que hago es, en lugar de curar la herida, enfadarme con la herida. Esto no es mirar el pasado, sino torturarnos con él.

-¿A veces es mejor no hacer nada que precipitarse a actuar?

-Claro, no hacer es una decisión. Las personas que tienen más presión para salir de la incertidumbre toman decisiones precipitadas y muchas veces radicales. Hay quienes necesitan decidir algo lo antes posible, y así se toman peores decisiones. Una buena decisión no se toma en un estado de ánimo alterado, hay que dedicarle un poco de tiempo.

«Recordamos lo que tiene mayor contenido emocional, las emociones son las que nos subrayan en fluorescente determinados momentos. Nos dicen: 'Esto es importante'»

-¿Nos movemos entre estos dos polos: la hiperacción y el dejar que las cosas se mueran de tanto pensarlas?

-Yo siempre vendo el estilo gallego: nosotros vamos por el medio. Hay que coger cosas de un lado y cosas del otro. Hay que tener un equilibrio.

-¿Recordamos las cosas como fueron o, en realidad, las inventamos?

-Recordamos lo que tiene mayor contenido emocional, porque las emociones son las que nos subrayan en fluorescente determinados momentos, y nos dicen: «Esto, esto fue importante».

-Algunos, más que lo esencial, recordamos lo anecdótico...

-Es que eso anecdótico tiene un significado simbólico, emocional, seguro. El cerebro no decide desde la lógica matemática, sino desde la emocional. Las emociones están ahí para señalarnos qué es lo importante.

-¿Estamos muy marcados por las raíces y el modelo familiar de la infancia? Qué difícil puede ser entendernos con los nuestros, con los más próximos...

-¿Por qué tenemos que estar de acuerdo? Las familias son complicadas. Un avance con los padres es cuando hacemos la transición a adultos y dejamos de ver a los padres como dioses para verlos como personas. El problema es cuando el no opinar como el otro se ve como si no lo respetaras o no lo quisieras.

-¿Los vínculos familiares y amistosos están hoy amenazados?

-Hoy vivimos un momento diferente, con una presión social distinta. Antes, en casi todas las casas había una persona, generalmente una mujer, que se convertía en cuidadora. Hoy tratamos de que no sea así y eso tiene sus consecuencias. Pero una persona mayor puede estar en una residencia y estar muy arropada por su familia. Una familia no es un grupo de gente que se apoya y se lleva bien, solo a veces lo es. Pero lo que aprendemos en casa nos lo vamos a llevar. ¿Se puede cambiar? Sí, pero hay que hacerlo desde la raíz.

-¿Cómo podemos deshacer lo que tú llamas «nudos emocionales», que están detrás de nuestras heridas?

-El tema del estrés postraumático empezó a estudiarse mucho a raíz de las grandes guerras. La medicación puede ayudar, pero no es lo más recomendado. Una terapia es la EMDR, de la que hablo en el libro. Si trabajamos directamente sobre el recuerdo del paciente, este deja de tener fuerza e influencia en el presente. El objetivo es recuperar el presente y el futuro que nos queda.

«Cuando alguien nos dice algo extremadamente convencido, en principio es falso, hay un nivel de convicción que es patológico»

-¿El pasado nos tiende trampas?

-Sí, pueden ser tantas como personas y como historias. El peor trauma es el que viene de otra persona, sobre todo cuando se trata de personas en las que habíamos depositado nuestra confianza. Cuando alguien en quien confías te hace daño, piensas: «¿Si no puedo fiarme de él, de quién me fío? De nadie». Ahí empieza el problema. Porque hay personas que habrían podido formar parte de nuestra vida, pero no les damos la oportunidad. A veces, los bloqueos internos nos bloquean la capacidad de sentir la vida. No nos pasan cosas malas, pero tampoco buenas.

-Unos padres impecables no ayudan en absoluto al desarrollo de la autoestima del hijo, nos adviertes.

-Una de las cosas más terribles que te pueden pasar es tener un padre o una madre perfectos. No minimizo la importancia de situaciones de abuso o maltrato; ahí ves al menos que algo te ha hecho daño. ¿Pero a un padre o una madre perfectos cómo los cuestionas? Alguien perfecto no es alguien real, es alguien con un nivel de exigencia muy alto. Con un padre perfecto, el niño siempre queda más abajo, y eso lastra su autoestima.

-¿Un exceso de seguridad en uno mismo tiene algo de falso?

-Cuando alguien nos dice algo extremadamente convencido, en principio es falso. Hay un nivel de convicción que a veces roza la patología.

-Los sueños no son azarosos, dices.

-Los sueños tienen que ver con el procesamiento de las memorias emocionales. Si te vas a la cama con un problema y sueñas con él, al día siguiente lo ves distinto. Los problemas hay que dormirlos, consultar con la almohada.

-¿Pequeñas cosas pueden generarnos un estrés postraumático?

-Una gota de agua era un tipo de tortura medieval. Todo es cuestión del número de veces que cae y de si cae siempre sobre el mismo sitio. Si, por ejemplo, de alguien que pienso que me quiere y me cuida lo que me viene es rechazo o desprecio eso no es una pequeña cosa.

-¿Qué es lo que nos hace más daño?

-El otro, sobre todo cuando hay una componente de traición, cuando viene de alguien de confianza. Los vínculos son nuestra red de apoyo. Si el daño viene de dentro, nos quedamos sin red.

-Somos muy intensos, estas cosas de «sin ti no soy nada», «eres mi media naranja»... hacen daño.

-Este tipo de perfiles intensos pueblan nuestras consultas. La intensidad no es más amor, la intensidad muchas veces son más problemas. En las relaciones, si son relaciones en las que queremos estar, hay que entender que la intensidad no es permanente. Permanente es la profundidad, que es otra cosa. Eso de «sin ti no soy nada» está, por desgracia, en la mente de muchas personas. No es verdad. Somos por nosotros mismos, debemos entendernos sin el otro. Pero a veces nos asusta demasiado movernos de ahí y nos aferramos a cosas que nos hacen más daño que bien.