«Non deixei de ir a Ons ningún ano dende o 75»

YES

ELLOS VERANEAN EN UNA ISLA. Celestino Pardellas fue para 15 días y se quedó cuatro meses. Así comenzó el idilio de más de 40 años de este pontevedrés con Ons. «Seguirei indo mentres poida», asegura.

01 ago 2019 . Actualizado a las 10:56 h.

El paraíso tiene nombre propio para Celestino Pardellas de Blas. La isla de Ons en una época concreta, finales de los setenta. Este, sin duda, fue el mejor momento de la isla -como él se refiere a Ons -donde pudo disfrutar de la compañía de los isleños, les ayudaba en las tareas de labranza o incluso iba a pescar con ellos. Todavía siente cierta nostalgia de aquellos años en los que el turismo era algo remoto y lejano en este archipiélago.

«Decidín quedar ese verán ata novembro porque me encontraba alí fenomenal, a illa estaba habitada nun 80 % polos seus propios veciños e o ambiente era fantástico aínda que había pouquísima xente», comenta este profesor jubilado, que relata que la excusa para llegar allí fue acompañar a un grupo de investigadores recién licenciados que iban a realizar un estudio social y económico de la isla: «Entre eles estaba meu irmán Xulio. Animáronme a que fose con eles, eu xa estaba animado e alá fun. Primeiro, porque quería ir a onde xa estivera o ano anterior e xa me gustara, e segundo, porque tamén lles botaba unha man. Tiñan que facer traballos no fondo mariño e eu era moi afeccionado á pesca submarina. E alí empezou o meu vínculo con Ons», resume.

Disfrutar de los vecinos

Cuando llegaron, Ana Liste les abrió las puertas: «Tivemos a sorte de que alí estaba unha periodista de La Voz de Galicia, que estudaba o tema etnográfico da illa, e deixáranlle unha casa. Ela xa levaba alí todo o inverno e facilitounos as cousas. Era una persoa fantástica, que constantemente lle estaba sacando datos aos veciños, e fixo de intermediaria coa xente da illa, porque era un pouquiño difícil daquela. En moi pouco tempo practicamente coñeciamos a todos», dice este pontevedrés que vivió en O Grove durante muchos años y que todavía recuerda aquellos días en los que él y Ana Liste se sentaban con un grupo de mujeres que empezaban a contar un sinfín de historias y leyendas: «Despois eu xa me enganchei e collín o relevo de Ana. Ela marchou de alí e quedei eu facendo un pouco de intermediario, porque chegou un momento que sempre viña calquera a facer algún tipo de traballo e era a min a quen buscaba». Así fue como Celestino se convirtió en una auténtica institución en la isla.

Los tres primeros veranos se quedaba en una tienda de campaña, pero la amistad con una vecina de la isla le permitió acceder a una de las viviendas deshabitadas donde guardaban aparejos de pesca. La llegada de las lanchas a motor había supuesto toda una revolución para los isleños e hizo que poco a poco fueran abandonando sus casas y se instalaran en Bueu: «Eses barcos non se podían deixar na praia e o peirao non lles daba refuxio. Entón víanse na obriga de ir a vivir a portos máis seguros. As casas foron quedando baleiras e ao mellor prestábanllas a outro veciño para gardar cousas», explica. Fue en uno de esos inmuebles fue donde se pudo alojar durante diez años: «Tiña unha cociña e lareira, que era onde cociñabamos. Estaba nun estado bastante precario, non tiña chan, era de terra. Este era un dos grandes traballos que tiñamos, ir a unha praia na parte oeste á que chegaba cantidade de madeira e, pouco a pouco, iámola levando. Foi así como fomos facendo o chan, unhas mesiñas e uns mobles», dice.

Desde aquel 1975, Celestino no ha fallado ningún verano: «Cando saquei a oposición de profesor de primaria no 83 foi cando houbo que reducir o tempo de estancia. Antes pasaba alí tres ou catro meses, ademais da Semana Santa e algúns días de inverno. Chegaba en xuño e estaba ata outubro. Despois ía algunha fin de semana de xuño e todo xullo e agosto. E en setembro tamén ía algo», comenta Celestino, que asegura que no concibe un verano fuera de Ons: «Penso seguir indo mentres poida» porque «a illa engancha. Quen estea alí un tempo engánchase; o que pasa é que cambiou moitísimo», afirma desde su casa de Pragueira, en Sanxenxo, mientras contempla la isla al fondo.

La primera etapa la mejor

«Para min a mellor etapa foi esa primeira, cando a illa estaba habitada, os poucos que chegabamos alí rapidamente coñeciámonos, faciamos cantidade de amizades, deixaban pescar... Agora xa non deixan, e foron quitando unha chea de pequenas partes dese mundiño fantástico que eu tiña alí. Non sabes o que era levantarse e poñerse a traballar, ou coller o traxe de buzo e marchar a pescar cos compañeiros», recuerda Celestino. Pero, por encima de todo, lo más importante para él eran las amistades que se forjaban: «Chegabas a Ons e tiñas os amigos e a pandilla que só nos viamos alí, no verán. Era un mundo á parte. Un pequeno paraíso. Todo así como moi especial, moi libre», recuerda este profesor de primaria, que ahora reconoce que ha reducido su estancia en Ons a un mes porque, a pesar de todo lo que la isla ha cambiado, «paga a pena pasar ese mes aí, fóra do continente».

Este año Celestino irá casi todo julio. Ahora alquila un apartamento, pero aun así ya le tarda coger el barco y encontrarse con sus viejos amigos: «Do que máis sigo gozando é da convivencia cos veciños, iso é o que máis me enche, unido á xente que só nos vemos na illa durante todo o verán. E despois vivir en liberdade, estar tranquilo, non cabe dúbida que agora de 11 da mañá a 8 da tarde aquilo é unha «marabunta». Pero despois queda totalmente relaxado e podes pasear pola illa, poñerte a ler, e estar coa xente que queda, tomar un viño cos veciños, facer unha excursión», explica este veraneante con solera que se considera más de Ons que de cualquier otro sitio: «Son un 80 % da illa e despois vén todo o demais».

«No hay sitio mejor para estar que Cíes, es una maravilla»

Eduardo Alonso no sabría decir cuántos años hace que va a Cíes: «Muchos, muchísimos». Tantos que ha perdido la cuenta. Siempre le ha gustado ir, pero desde que va con su hijo de once años, se ha convertido en un imprescindible: «Es un sitio excelente para estar unos días tranquilo y bien. No encuentro un sitio mejor que Cíes. ¡Qué te voy a decir, tranquilo, agradable, seguro, lo tiene todo! Es una maravilla», comenta este vigués sobre su lugar favorito para ir de vacaciones.

YES

No solo le gusta a él. Su hijo disfruta también del archipiélago más bonito de España: «Es el mejor lugar donde puedo llevarlo. Él está todo el año esperando para ir a Cíes», dice. Lo que más le gusta a este cariñoso padre es que no haya coches, que el peque se sienta libre, que tampoco haya problemas de seguridad. Unas características que le resulta muy difícil encontrar en cualquier otro punto turístico de España y, por supuesto, del extranjero.

Los dos Eduardos acostumbran a ir unos diez días entre julio y agosto. Allí alquilan una de las tiendas del cámping que tiene cama y a vivir: «Yo ya no estoy para darme un barrigazo en el suelo», bromea.

La tranquilidad, un lujo

Los días pasan de lo más tranquilos en Cíes. Porque, a veces, el lujo es eso. Poder descansar y disfrutar del momento sin nada que enturbie las vacaciones: «La tranquilidad es lo más importante. Estar relajado sin el ruido de los coches, sin tráfico que pueda atropellarte, sin broncas...», explica este médico que ya tiene conocidos de años anteriores: «Siempre vamos solos, pero conocemos a gente de otros años. Y a veces coincidimos», reconoce.

Para él, el cambio que ha experimentado la isla en los últimos años ha ido a mejor: «Ahora está mucho más cuidada, y cada vez más. Hace veinte años era un gallinero», reconoce.

Un día normal en Cíes comienza como en cualquier sitio: «Primero a la ducha, luego a desayunar a la cafetería y después a descansar y a estar tranquilos. ¿Qué vas a hacer? Nada. Leer el periódico y aprenderte todos los periódicos de memoria. Ir a la playa y caminar. ¿Qué vas a hacer allí?», comenta con una normalidad que seguro a más de uno le da mucha envidia.

Nunca falla

No es el único destino de las vacaciones, pero Cíes es el fijo. «Siempre voy», asegura este vecino de Vigo que disfruta subiendo al faro. Quizás es su lugar favorito de toda la isla: «Pero es complicado subir, cada año peor. Estoy hecho un chaval, pero la mecánica se resiente», bromea.

Para aquellos que todavía no conocen Cíes, Eduardo recomienda no ir a pasar solo un día: «Creo que es la peor opción porque te machacas de arriba para abajo y, al final, te cansas. Lo bueno es estar allí residiendo, que es como mejor se está». También otro de los grandes placeres que disfruta cada verano es «estar sin zapatos, todo el día descalzos». «Es genial», reconoce este vigués que ya está deseando ponerse el bañador, una camiseta y disfrutar de Cíes en compañía de su hijo. ¿Hay otro plan mejor? Sinceramente, creo que no.

«El año pasado me bañé con el agua más caliente que en Vigo»

Otro de los que no fallan cada año en Cíes es Antonio Vila. Siempre va con su mujer, María José, y su hijo, Rodrigo. Toni ya iba a Cíes cuando era joven, pero hace unos cinco años se acercaron en un puente para desconectar unos días: «Lo cierto es que el niño disfrutó tanto y nosotros nos lo pasamos tan bien que ya repetimos. Fíjate que en todos los años que hemos ido nunca ha hecho buen tiempo y, aun así, desconectas de tal manera que te apetece volver siempre», explica este comercial con alma y vocación de escritor.

Les gusta tanto ir que la única semana del verano que tienen libre se la pasan allí: «Mi mujer es muy madraza y le gusta tener siempre al niño controlado y en Cíes se encuentra con que no lo ve desde la mañana hasta la noche. Se va a la finca del cámping, donde organizan actividades con las monitoras, que son geniales, y están entretenidos todo el día. Lo rescatas para ir a comer y ya se te vuelve a escapar con sus amiguetes. Lo pasan genial», asegura Toni, que también reconoce que para ellos es una tranquilidad saber que su hijo está bien y disfrutando.

Así llevan cinco años y, aunque a veces surge la idea de ir a otro sitio, siempre acaban en Cíes: «Nos aporta tranquilidad, sobre todo, relax. No hay ruido de coches. Solo eso ya es un mundo. Estás a tu aire. No dependes de horarios. Y eso te relaja». Además, también hace una labor de desintoxicación de móviles y no los encienden en todo el día: «Solo llevamos el móvil de mi mujer y lo encendemos por la noche para ver si sucedió algo, pero durante el día no existe», añade.

Y hace una auténtica revelación: «El año pasado me bañé con el agua más caliente que en Vigo. Es un poco tópico lo de que el agua está fría. Hay días que sí, pero otros, no tanto. Aparte ninguno de nosotros somos de los que echamos tres horas dentro del agua», así que para ellos la temperatura del mar no es un problema. A Toni le cuesta elegir un momento especial en Cíes: «Quizás, el primer día que vas a la playa y vas a la nudista y te tiras allí. O cuando te levantas en contacto con la naturaleza. Soy de los que madrugan mucho y me levanto cuando todo el mundo está dormido. Y la sensación es distinta porque no hay ningún ruido, solo los de la naturaleza», asegura.