Verónica Echegui: «Yo quería ser la niña del Cola-Cao»

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Juan Carlos Hidalgo

La Juani la convirtió en la poligonera más sexi. Desde su debut han pasado ya 12 años. «Echo de menos empezar, lanzarme al mundo sin red», revela. Verónica Echegui, que creció montándose películas, dice, se multiplica en pantalla este 2018. Y sueña con irse de vacaciones con su «ser favorito», Álex García.

20 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es directa, espontánea e «hipercuriosa» y su primer sueño por cumplir este año que arranca en cuatro frentes (Apaches, Me estás matando, Susana; El amante y Trust) es viajar, disfrutar de unas vacaciones con su pareja «que van a ser ¡ya!». Tienen la palabra de Verónica Echegui (Madrid, 1983), que doce años después de ser la Juani no dice eso de «Voy a ser actriz y que nadie lo dude porque lo conseguiré». Sobra. La poligonera más sexi del cine es una actriz ganando mundo. «A la Juani la quiero mucho y la echo de menos... Echo de menos ese momento de empezar y no saber, de lanzarme al mundo sin red», confiesa Verónica. Hoy es Carol en Apaches (Antena 3), una chica que afronta su adolescencia en el barrio madrileño de Tetuán, años 90.

-Acción, amor, erotismo, melodrama. Hay de todo en «Apaches», según su director, Daniel Calparsoro. ¿Qué nos avanzas sobre esta nueva serie?

-Es una historia autobiográfica. Una historia personal que le ocurrió al autor de esta novela bestseller. Hay mucho misterio en torno a esa historia. El autor, Miguel Sáez Carral, no revela qué cosas son reales y cuáles no, pero los personajes son de verdad. Yo al mío no lo pude conocer, pero Miguel me habló mucho de ella. Esta es una historia de venganza que a mí me ha hecho reflexionar. ¿Qué harías si supieras que a tu familia le van a quitar todo lo que tiene, que se va a quedar en la calle porque un sinvergüenza le ha robado y la ley no actúa?

-¿Qué harías tú en un caso así?

-No sé, porque es difícil saber sin verse ahí, pero creo que no me quedaría de brazos cruzados. Si tuviera un amigo como Sastre, posiblemente haría algo parecido...

-Has cerrado un año lleno de proyectos. Y empiezas otro intenso que te llevará, entre otras cosas, a ser la «amante» de Donald Sutherland...

-Seré una de las novias de Donald Sutherland en Trust, que se va a estrenar en primavera. Somos cuatro novias las que vivimos con él en una mansión de Inglaterra. Él es el multimillonario John Paul Getty, un personaje real montado en el dólar, un magnate del petróleo. Es una serie que dirige Danny Boyle y cuenta el secuestro del nieto de este magnate.

-En cartel con «Me estás matando, Susana», con Gael García-Bernal, sobre una relación de pareja particular.

-Va sobre el amor de dos que se quieren mucho pero no saben gestionar su relación. La suya es una relación bastante tóxica, de esas de «Ni contigo ni sin ti». Una tragedia cómica... o una comedia trágica.

-En breve tendrás también en pantalla una aventura a la italiana.

-Lasciati andare, ‘Déjate llevar’, una comedia que hice en Roma con Toni Servillo y estreno el día 22. ¡Muy divertida! La historia de dos personajes opuestos que, por esas cosas de la vida, se cruzan, y se cambian la vida el uno al otro. Él un psiquiatra estricto haciéndose mayor, y ella, una buscavidas que se mete en todos los líos.

-Te metiste pronto en el lío del cine. A los 17 años te pagaste un curso de improvisación con lo que te sacabas en el Vips, venciendo el no de tus padres a ser actriz.

-Sí. La oposición de mis padres siempre ha sido un motor para mí. A mí la oposición es que me activa mucho. Por suerte, yo lo tenía muy claro. Y el que mis padres no lo supieran ver a mí me encendía. Esa rabia era un motor. Mi postura era un «Bueno, muy bien, pues si no lo hacéis vosotros, lo voy a hacer yo». Por esa oposición pude acceder con fuerza a lo que quería. Al no tener el respaldo de mis padres, fui a muerte.

-¿La rabia es un combustible, puede ser un motor vital?

-Puede serlo y funcionar... si eres consciente. Si sabes identificarla y manejarla. Pero si no sabes que lo que te mueve es la rabia, si no la identificas y la controlas, puedes salir perjudicada.

-Entraste a saco en el cine con «La Juani», la Lolita de extrarradio que se convirtió en un icono ibérico. ¿Cómo la ves hoy, doce años después?

-Con cariño, con nostalgia... la echo de menos. Echo de menos ese momento de empezar y no saber, de lanzarme al mundo sin red. Todo lo que pasó a raíz de La Juani hace que el recuerdo sea para mí importante, muy emotivo.

-¿El más importante?

-De mi carrera sí, por partida doble. Por ser ese personaje, y por conocer a Bigas Luna, por haberle tratado en una primera película. Bigas era un ser muy-muy especial. Genuino. Auntentiquísimo. Yo empezaba a caminar y fue con él. Una de las muchas virtudes que tenía Bigas era que confiaba en la gente. Él decía: «Yo cuando hago cástings cojo a la gente con la que me iría a cenar». Todo el equipo se componía de gente que a él le caía bien, que le gustaba, gente la mayoría joven, que estaba con su primera o segunda peli, todos con un hambre de crear y de hacer cosas que él sabía exprimir. Bigas permitía que pasaran cosas. Cuando no tenía muy claro qué hacer, él te dejaba. A mí me decía: «A ver, vamos a hacer una toma aquí en Madrid, ¿tú qué harías? Ponte ahí y haz algo, venga, nosotros te grabamos. ¡Era divertidísimo eso! Y de una libertad...

-En «El amante» trabajas con tu pareja, Álex García. «Mi ser favorito del planeta», así le etiquetaste hace dos meses, por su cumple, en Instagram...

-Síí, es mi ser favorito. En El amante él está en la dirección artística. Yo actúo con Daniel Pérez. Es una obra de Harold Pinter que va de un matrimonio que lleva años casado y hay un amante... La cosa está al límite en la pareja. Es una situación extrema y loca pero, en realidad, muy creíble. Cualquiera se sentiría identificado con muchas cosas y situaciones que se dan entre ellos.

-Dices que para que una pareja funcione lo más importante es, primero, conocerte a ti mismo. ¿Cómo eres tú?

-Es difícil autodefinirse... porque limita, y porque uno va cambiando con el tiempo. Yo no soy la misma de hace cinco años...

-Pero sigues siendo espontánea...

-Sí, sí, eso sí, soy espontánea, extrovertida, social, pero tengo mis momentos de reflexión. Y soy curiosa, hipercuriosa. Me gusta empaparme de las cosas, absorberlas, aprender, crecer.

-¿Qué es lo que más valoras en este momento, con 34 cumplidos? La Universidad de Yale concluyó que esa es la edad a la que somos más felices...

-Yo valoro poder disfrutar de la gente que quiero. Con los años cada vez lo notas más, el poco tiempo que en realidad tienes para disfrutar de los que más quieres. Nunca sabes cuándo se te va alguien, o incluso si te vas a morir tú. Yo quiero ser de las que dicen: «Disfruté, te dije lo mucho que te quiero y tuvimos una buena relación». Eso es lo más importante para mí.

 -No dejar el libro de la vida en blanco, que escriba lo suyo la emoción...

-Sí, yo quiero envejecer y sentirme plena. Y pensar «Qué buena relación he tenido con mi familia, con mis amigos, con mi gente». Es lo importante.

 -Fuiste una estudiante con buenas notas, pero a la que nunca le gustó ir al cole...

-El cole no me gustaba porque era un rollo. No he tenido la suerte de cruzarme con profesores mentores que hayan cambiado mi vida. Bueno... salvo uno en un instituto en el que estuve, que daba Historia del Arte como nadie. Es lo que más recuerdo, lo que ese hombre me enseñó. Pero el resto pasaron por mi vida sin pena ni gloria. Y yo, la verdad, nunca le vi el sentido a estar todo el día almacenando conocimientos o memorizando cosas que luego ¡se me olvidaban enseguida!

-Aburrirse es un «sudoku» esencial, lo advierten los expertos. Es lo que más hace falta hoy entre los niños...

-Yo me aburría mucho en el colegio, y en esas horas aburridas me pasaba el 80 % del tiempo viajando, soñando. Mentalmente me iba de paseo, de viaje. Me montaba películas y era mucho más feliz en esas películas que en la vida real. Ese deseo, esa necesidad, se fue haciendo cada vez más grande para mí. Después de clase, llegaba a mi casa, al parque de al lado de mi casa, y no podía parar de contar historias a los otros niños. Les invitaba a casa y nos disfrazábamos. Nos inventábamos culebrones y nos pasábamos así la vida, jajaja.

-Desciendes de un Nobel de Literatura, José Echegaray. Serás más de letras que de ciencias...

-De letras. En ciencias, nula, negada.

-¿Qué peli o qué personaje te marcó más de pequeña?

-Hombre... recuerdo que cuando vi a la niña del Cola-Cao me impactó. Empecé a decir: «¡Yo quiero hacer eso, quiero hacer eso!». Y, no sé, también recuerdo películas en blanco y negro... pero no sabría decirte cuáles. King Kong me daba mucho miedo, eso lo recuerdo. Y además me viene Apocalypse Now. La puso mi padre y la primera vez que la vi, me superó, tuve que irme. Pero lo que a mí me atraía del cine era que creía que ese mundo que veía por la tele era un mundo de verdad donde vivía un montón de gente que se pasaba la vida haciendo esas cosas, viviéndolas.

-Muchos quisimos meter la mano en la caja de la tele y sacar a Torrebruno alguna vez... ¿Cómo ves el cine y la tele estando dentro?

-Ahora todo sigue teniendo un halo mágico, sí, aún tiene esa magia, está ahí, porque esa magia existe, pero hay que saber proporcionársela, provocar las circunstancias para que se produzca. Y cuando se produce la magia, ese es el chute real, lo que nos engancha y nos hace adictos a lo que hacemos. Según la capacidad que tú tengas de meterte en esto que haces, puedes volar sobre cualquier circunstancia. Todo depende de la capacidad de concentración que tengas. Si es grande, puedes montarte tu peli en cualquier lugar. Y con buenos compañeros... ni te cuento, jajaja.

-¿Has sufrido algún episodio Harvey Weinstein?

-Cuando estaba, creo, en mi tercera peli, un productor en un bar me tocó el culo delante de todos. Yo grité y le puse a caldo. Dije: «Eres un cerdo». Él se puso colorado y no volvió a decirme nada, se le quitaron las ganas de todo, incluso hasta de mirarme a los ojos durante el resto del rodaje.

-Defiendes la igualdad. Y adviertes que el sexismo en el mundo del cine es «tremendo».

-Aún queda mucho por hacer. Me pregunto yo cuántas mujeres han sido asesinadas a lo largo de la historia, y apenas se ha hablado de eso, no se ha tratado de cuantificar... ¿Cuántas mujeres son violadas cada día en el mundo? Lo más repugnante y terrorífico es que a día de hoy se siguen practicando la ablación, la tortura, la lapidación; se siguen imponiendo penas de muerte y ejecutando a mujeres. Si miras el mundo en su conjunto, somos una minoría las mujeres que estamos conquistando una cierta libertad. Me atrevo a decir que en la mayor parte de países del mundo, las circunstancias de las mujeres son infrahumanas. He trabajado en Nepal, y en Nepal no penan ni castigan la violación... por lo menos cuando yo fui.

-¿Has pagado un alto precio por tu físico, por tu sensualidad?

-Yo no he sentido que haya tenido que pagar un precio por eso ni por ser como soy... La exposición como mujer, si eres actriz, te la comes, porque va de la mano. Tienes que escuchar todo tipo de comentarios y aprender a gestionarlos. Lo importante es el trato que nosotras nos damos a nosotras mismas, el autoconcepto. Hay que darle menos chance a la visión exterior. Hay que girar las tornas, mirar hacia dentro y poner un stop al aluvión de comentarios. Vales por lo que eres, no por cómo te ven los demás.