«La razón de mi vida son mis nietos»

La Voz SANDRA FAGINAS /GLADYS VÁZQUEZ /TANIA TABOADA / PATRICIA GARCÍA

YES

OSCAR CELA

SU CARIÑO ES ÚNICO Y están ahí siempre que hacen falta; por eso hoy en YES hacemos un homenaje a los abuelos que nunca fallan. Los que atienden siempre, los que dan de comer, los que llevan a la guardería, los que se ofrecen a la primera, los que dan el táper, los que abren su cama para que duerman con ellos sus nietos. Los abuelos que siempre dicen sí. Va por ellos.

13 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

MARCOS MÍGUEZ

Si entras en casa de Miguel y Kety lo primero que te encuentras es a un renacuajo con una pelota entre las piernas. Es Mario. Uno de sus nietos más pequeños -acaba de cumplir los 3 - que me recibe con una enorme sonrisa a mí y a mis hijos. Porque en una de estas jornadas en que la conciliación se tuerce, me los he traído conmigo a trabajar. Pero en casa de Kety y Miguel, los superabuelos de este reportaje, los niños no molestan, así que mientras me siento y preparo mi grabadora, ya tienen delante dos boles de palomitas y una pelota de espuma para jugar al balón: «Yo les dejo jugar en el pasillo, que jueguen, ya les dejé en su momento a mis hijos y ahora también a los nietos», cuenta Kety, que en esto de criar sabe mucho porque tuvo cuatro hijos y ahora tiene nueve nietos: Hugo, de 13 años; Adrián, de 12; Pablo, de 11; Ana de 11; Mateo, de 10; Fernando, de 8; Martín, de 8; Mario, de 3 y Tina, de 18 meses. En la foto de hoy no están todos, pero en su piso de A Coruña es habitual que se junten varios a la vez, porque en esta casa se han ido cuidando todos. «Lo primero que quiero decir es que mis nietos para mí no son una obligación; yo los atiendo, les hago de comer todos los días, o se quedan a dormir, porque me gusta estar con ellos, me gusta ayudar a mis hijos y estoy encantada en este papel. Cuando oigo que alguna amiga me dice que eso no lo quiere para ella, lo respeto, pero a mí me encanta. Mis nietos son la razón de mi vida», señala Kety. A su lado, su marido, Miguel, la escucha atentamente como si no fuera con él. ¡Y vaya sí va! En este tándem de superabuelos él es una parte fundamental, «es el taxista oficial de la familia», me apunta Eva, una de sus hijas. «Él es el encargado de andar llevando y trayendo a todos los niños casi todos los días de la semana».

Veamos, entonces, cómo es exactamente la rutina de estos abuelazos. «Fijos a comer tengo dos nietos de lunes a viernes, Mateo y Mario -señala Kety-, luego tengo varios medio pensionistas, sobre todo Ana y Fernando, que como sus padres viajan mucho por trabajo se quedan a dormir a menudo; muchos viernes viene, además, mi hijo con los suyos a tomar la tortilla, que es mi especialidad; y los sábados suelen comer muchos». Miguel también está implicado desde primera hora de la mañana en atenderlos: «Me levanto a las 6.45, me tomo mi café, leo el periódico, y a las 8.15 estoy en casa de mi hija para llevar a sus dos críos al colegio. A veces, también me toca coger el coche para ir a buscar a la pequeña, Tina, y dejarla en la guardería; luego voy a recoger a dos al cole al mediodía y los vuelvo a llevar por la tarde». En ese engranaje, a Miguel le toca ahora de jubilado ir a la compra y ayudar en casa en esta batalla diaria. «Con sus hijos no estuvo tanto -le recrimina Kety-, porque estaba todo el día trabajando, pero yo me las apañé siempre bien sola, no tuve ayuda ni la quería, ¿eh?, con cuatro hijos me organizaba bien y no andaba con tonterías: no podía perder el tiempo en secarles a las niñas la melena, así que les lavaba el pelo, una toalla envuelta, y hala, a la cama. ¡Y no se ponían enfermos! Cuando hubo algún susto, cogía a los cuatro, los metía en el coche y a urgencias conmigo, se portaban muy bien», apunta.

SI TENGO QUE REÑIR, RIÑO

¿Se cría igual a un nieto que a un hijo? «En mi caso es lo mismo, no soy más blanda -dice esta superabuela, que ya está afanada haciendo la papilla de frutas para que Mario meriende-; yo los educo igual, no los malcrío porque los tengo todos los días. Si les tengo que reñir, les riño, y lo que hay para comer es lo que hay». «A mí quienes me ponen nervioso son los padres, cuando veo las tonterías que hacen mis hijos con ellos, me tengo que marchar; creo que no saben poner límites», indica Miguel. Claro que para la hora de dormir Kety es más consentidora, deja que se metan con ella en la cama y tiene su piso adecuado para que quepan todos. «Mira, aquí tengo dos camas, aquí otra de matrimonio...». Porque darle cabida a nueve no es fácil, pero ella responde feliz a esa llamada. «Si les preguntas en verano a qué campamento quieren ir, los niños dicen: ‘Al campamento de la abuela Kety’, y aquí tengo tres meses a cuatro niños durante el día. Alguno ya me ha comentado que preferiría vivir con nosotros», bromea. Por no hablar de los táperes que va repartiendo para que cenen todos como corresponde. «Es en lo que les puedo ayudar, y aunque claro que me gusta salir y todos los martes voy con mis amigas al Manhattan por la tarde, mis hijos y mis nietos son mi vida. Yo sin ellos no soy nada». Palabra de Kety. Qué suerte de abuela.

Ana Garcia

ALBERTO CON SU ABUELA DE 98 AÑOS, SU «MAESTRA», ANA SUÁREZ

Casa Lestón supera el siglo este 2018. Serán 101 años siempre en manos de la misma familia. Ana, de 98, es la segunda generación, aún presente en este local de Sardiñeiro. Soñaba con ser maestra, pero la vida la llevó a ser una líder de la cocina. Quien cuenta esta historia con devoción es su nieto Alberto, de 52 años, el actual gerente. «Mi abuela estuvo hasta hace poco al frente de los fogones. Nunca se le pudo discutir. No dejaba que nadie cortase el pescado ni la carne».Y esa autoridad se mantiene porque, aunque dejó de guisar, siempre está atenta al negocio.«Si no cocinaba, doblaba manteles. Siempre estaba. Aún ahora que pasa más tiempo en casa ?vive justo encima? sabe si hay gente en el comedor. Nos pregunta y nos aconseja». Alberto y sus dos hermanos no saben decir cuándo empezaron a trabajar en el restaurante. «Éramos muy chavales. Ella fue abuela, madre y maestra. Nos inculcó la cultura del trabajo. Nos castigaba mandándonos a la cama y aun así queríamos dormir con ella. Nuestro abuelo se iba a otra habitación».

Ya en el negocio fue una visionaria. En los 70 vio llegar a los primeros turistas a Fisterra. «Cerró el ultramarinos que teníamos y los clientes, que comían en la cocina, pasaron a un comedor. El que hizo mirando hacia la huerta».

En Casa Lestón siguen presentes cuatro generaciones. Alberto, el nieto, también es abuelo. «Lois se pone el mandil y monta conmigo las mesas». Y eso que Lois solo tiene 3 años. Mientras, a este local siguen llegando los clientes de toda la vida. Los de Ana. «Todos preguntan por ella. Hace poco le dijo a un cliente de 70 años que le recordaba cuando comía aquí con sus padres», narra Alberto. «Le espetó: de niño siempre ibas en pantaloncito corto».

OSCAR CELA

TERESA ABELLEIRA TIENE DOS NIETOS, YUNE (EN LA FOTO) Y ASIER

Teresa Abelleira es una de esas abuelas todoterreno que vive por y para sus dos nietos: Asier y Yune, de 21 y 7 años, respectivamente. Con 70 años de edad ?aunque no los aparenta? esta lucense, viuda, jubilada, con dos hijos y dos nietos ?ambos de su hija? se encarga actualmente y a diario del cuidado de la más pequeña. De Asier también se ocupa pero mucho menos, dado que ya es un chico. «A Asier lo cuidamos desde pequeñito porque mi hija lo tuvo con 21 años y trabajaba, pero ahora ya es mayor y, a pesar de tenerlo conmigo, no necesita el cuidado de la pequeña. A Yune la tengo todos los días desde el mediodía hasta la tarde-noche. Mi hija vive en Rábade, pero trabaja en Lugo ciudad. Ella se encarga de llevar y recoger a la niña en el cole pero como por la tarde trabaja, la deja conmigo desde el mediodía y soy yo la que la llevo a todas las actividades extraescolares por la tarde», cuenta Teresa, que lleva a Yune a clases de inglés y de baile.

Además de cuidar a su nieta, esta superabuela es la encargada de preparar la comida de lunes a viernes para su hija y sus dos nietos, puesto que todos los días comen juntos en su casa. «Los nietos son todo. El amor de madre y abuela es totalmente diferente y no es comparable. En mi caso tuve a los hijos con tan solo 20 años. Era muy joven y la sensación que tienes es que no estás preparada porque no eres muy consciente de lo que tienes que hacer», opina Teresa, que indica que a pesar de no tener la paciencia de hace años, la compañía que hacen los nietos es muy especial y entrañable. «Me encanta salir con ella, llevarla al parque, ir de compras... pero Yune es muy casera y prefiere quedarse en el piso», cuenta Teresa, que lucha a diario para sacarla a la calle. En su opinión, eso de que lo que no le dejas hacer a tus hijos se lo consientes a tus nietos es falso. «Si los tienes un día no les riñes, pero si estás constantemente con ellos tienes que poner orden y respeto», concluye Teresa. 

OSCAR CELA

JOSÉ MARÍA CARREIRA Y SUS DOS NIETOS: «CON 85 AÑOS SOY OTRO NIÑO MÁS»

Es preguntarle por Yelco e Ian y literalmente caerle la baba. Seguro que no les extraña que estos dos pequeñajos son los dos muñecos de la imagen de la izquierda que encandilan a su abuelo. Hace 9 y 1 año que estos dos niños vinieron al mundo y fue aquí cuando José María Carreira Otero regresó a la infancia y todo se transformó. «Desde esas son outro neno máis na casa e moitas veces póñome á súa altura», confiesa este lucense de 85 años, que reconoce que sus nietos son su auténtica debilidad.

CATECISMO Y LECTURAS

Teniendo en cuenta que José María está jubilado y viudo desde hace un tiempo es totalmente comprensible que su vida diera un giro de 360 grados desde la llegada de sus nietos. Como él dice, son la ilusión de seguir adelante y sus abrazos y besos son la mejor terapia para los momentos bajos. «Son fillos dúas veces e iso fai que lles teñas un cariño especial. Non podes explicar o afecto que sentes polos netos ata que te convertes en avó», asegura.

Yelco, de 9 años, es hijo de su hija, e Ian de tan solo un añito, de su hijo. El primero vive en su casa y el segundo reside Lugo, pero en otro piso. «Yelco e a miña filla viven comigo. Como ela traballa mañá e tarde nunha tenda, ando eu con neto para todas partes. Lévoo ao colexio, vouno buscar, doulle a merenda, os domingos imos a misa e lévoo ao catecismo...», indica José María, quien cuenta que a Ian lo ve casi todos los días, a pesar de no compartir el mismo techo. «Vén case todos os días a casa e téñoo sempre no colo. Ademais léolle contos e xogo con el», relata.

Dedicado toda una vida al campo y, por lo tanto, al trabajo fuera de casa, José María reconoce que los niños nunca fueron su principal ilusión.

Sin embargo, ahora no puede decir lo mismo. «Nunca fun moi neneiro porque traballaba fóra e non estaba apenas na casa, pero agora, como estou xubilado, disfruto moito cos meus netiños», manifiesta este superabuelo, que define a Ian como el capitán de casa y a Yelco como el segundo a bordo. «O pequeno é agora o chichi por aquilo de ser o máis pequeno, pero por Yelco sinto moito cariño porque o vexo medrar e estou con el día e noite», indica José María, quien también le ayuda en los deberes del cole.

Llevar a uno a la escuela, andar con el otro en el colo, leerle cuentos y jugar con ambos... son algunas de las tareas de este abuelo. ¡Menos alzarles la voz, de todo!  

MARCOS MÍGUEZ

MARÍA DEL CARMEN Y RAMÓN CON SUS DOS NIETOS: «CUANDO OIGO LA PALABRA NIETO ME DERRITO»

Suena como una canción y ablanda corazones allá donde se escucha. Porque no hay nada más melódico que la palabra abuelo. Lo saben bien Ramón y María del Carmen, veteranos en este oficio: el de dar amor, mucho amor, a los más pequeños, a sus dos nietos: Khady y Eric. «No entiendo la vida sin mis nietos. Cuando escucho la palabra abuela me derrito, me palpita el corazón de alegría. Es una sensación única que, aunque te hablen de ella, no sabes realmente cómo es hasta que lo vives», confiesa Carmen mientras sus ojos se llenan de lágrimas, pero de las buenas. Lágrimas de emoción. De joven, como muchos adultos, decía no importarle no ser abuela. «Al final es algo que no depende de ti, son tus hijos los que toman esa decisión», apunta. Pero cuando llegan, la cosa cambia. «Todo es diferente cuando vuelve a haber niños en casa. Tenerlos a tu alrededor te carga de energía y quieres hacer todo lo mejor por ellos y para ellos. Es como una segunda juventud», reconoce Ramón.

Son unos abuelos jóvenes. Se estrenaron en su papel hace 9 años, cuando llegó Khady. «Fue un momento muy emocionante y cambió mi forma de ver la vida por completo», se emociona Carmen. Juntas comparten paseos, meriendas y muchas confesiones. «Tenemos una relación muy especial».

El amor es mutuo. A Khady le encanta pasar tiempo con sus «abuelitos». «Me gusta estar con ellos porque si hago algo mal me lo explican para que lo entienda y me ayudan a mejorar». Para comérsela. Khady tiene mucho amor para ellos con sus 9 añitos. «Además me dejan hacer todo lo que quiero, nunca me dicen que ‘no’ a nada». Esta niña sí que sabe. Porque si algo tienen de mágico los abuelos es la capacidad de hacer realidad los sueños de los más pequeños. «Me gusta bajar a pasear a Scooby (su perrito) con la abuela y que a veces me deje meterme en la cama con ella. También hay cosas que solo le cuento a abuela», explica la pequeña Khady, que sabe lo afortunada que es. «No todos mis amigos tienen la suerte de pasar tanto tiempo con sus abuelos».

ESTAMOS PARA DISFRUTARLOS

«Mis hijos dicen que los malcrío, pero creo que para educar ya están ellos, los padres. Los abuelos estamos para disfrutarlos y quererlos», apunta Carmen, que tiene claro cómo quiere que la vean sus nietos: «Me encantaría que me viesen como yo recuerdo a mi abuelo Ignacio, que siempre estaba contento y dispuesto a hacer felices a sus nietos». Todo se ve de otro color cuando Khady y Eric están en casa. «Son una alegría y eso hace que me sienta llena de vida y con ganas de disfrutarla». Eric se sube al colo de su abuela. Aún es muy pequeño, pero sabe cómo tenderle la mano a sus abuelos y darles mucho amor. En unos meses, María del Carmen y Ramón vivirán una nueva etapa: la llegada de su tercer nieto. «Tenemos mucho cariño aún para dar. Es un regalo poder pasar tiempo con ellos y hay que aprovechar cada momento que nos dan porque es único».