¿Y si me enamoro de mi primo?

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EL AMOR ES CAPRICHOSO, y a veces uno se lo encuentra en su propia casa. Profundizamos en las relaciones entre primos. Una terapeuta de parejas y un genetista nos dan las claves de lo que supone para la pareja y para su posible descendencia.

26 feb 2017 . Actualizado a las 10:14 h.

Dicen que el amor es ciego, que no entiende de edad, procedencia o religión. Todos tenemos claro que tampoco entiende de género. Pero ¿qué pasa cuando no entiende de sangre? Obviamente no hablamos de hermanos, pero sí de primos hermanos. Una relación entre dos primos supone, en la mayor parte de los casos, un torbellino interno para los protagonistas. Y, si cabe, un huracán para el resto de la familia. Vayamos al origen. Aránzazu García, sexóloga y terapeuta de parejas, señala que las primeras exploraciones sexuales muchas veces se dan, por cercanía, entre primos. «Esos primeros escarceos que se producen a raíz de una curiosidad sana en la infancia te pueden influir luego», indica la experta, que también matiza que hay primos más cercanos que otros. Aun así nadie está libre de enamorarse, si bien a la mayoría les cueste aceptarlo.

LAS FASES DE ACEPTACIÓN

«Las fases de aceptación y las reacciones internas ante estos enamoramientos pueden compararse a las fases del duelo», apunta la terapeuta, que asegura que son cuatro: «La primera es la de negación, donde piensan: ‘No lo quiero ver’; la segunda sería la de enfado con la vida, con la familia, con la otra persona y con uno mismo; la tercera es la de dolor, en la que asumes todos los inconvenientes que vas a tener y te preocupas por el qué dirán. La cuarta, si se superan las anteriores, es la de aceptación». Entre unas y otras se producen muchas idas y venidas. «Te dejo, vuelvo, te hago pagar el haberme seducido... Es un proceso en el que muchas veces se plantean dificultades y rupturas», asegura Aránzazu, que señala que la problemática de este caso puede compararse con la de las relaciones entre personas de distinta raza o religión, o del mismo sexo. Pero ¿es equiparable la sangre a otras circunstancias? «Sí, porque cada uno tiene sus propios principios en la vida, y para quien tiene una barrera hacia algo, derribarla es muy difícil», responde. Una vez aceptada la relación entre ambas partes, viene quizás el paso más delicado: contárselo a la familia. «Igual que tú no te lo esperabas y te ha chocado y necesitaste tiempo para digerirlo, a la familia le va a pasar lo mismo. Aún peor, porque tú tienes la contrapartida positiva de sentirte bien cuando estás con esa persona, pero ellos no. La experiencia para ellos va a ser únicamente negativa, por lo que aún les va a llevar más tiempo asimilarlo», dice la terapeuta. Ante todo, dice Aránzazu, tenemos que ser fieles a nosotros mismos: «No nos damos cuenta de la importancia de la coherencia para ser feliz. Si no actúas siendo coherente, no lo vas a ser independientemente del éxito que tengas. Con la pareja pasa lo mismo. Es como esa frase que se suele decir: ‘Mejor estar peleado con los demás que con uno mismo’».

Asumida la relación, si prospera cabe plantearse el tema de los hijos, ampliamente debatido por los riesgos que puede suponer la consanguinidad. En este sentido, lo primero que aclara Antonio Salas Ellacuriaga, docente de la Universidad de Santiago e investigador en genética, es el significado de este término: «Por consanguinidad se entiende aquella relación que se establece entre dos personas que comparten un pariente común cercano. Se suele hablar de relación de ‘sangre’ entre estas dos personas. Lo importante de la consanguinidad es el grado de parentesco, ya que en último término, absolutamente todos nosotros tenemos ancestros comunes en algún momento de nuestra historia genealógica; de hecho se puede decir que todos nosotros somos primos en un grado no tan lejano». En este sentido, el investigador nos da el dato: «Las relaciones consanguíneas han sido muy populares en algunas culturas; aun hoy se estima que podrían suponer hasta un 10 % de las relaciones a nivel mundial, aunque en Europa el valor sería mucho más bajo (1-3 %). Por otro lado, hay muchos casos de personajes históricos que tuvieron descendencia en matrimonios consanguíneos; como Charles Darwin, casado con su prima hermana, Thomas Jefferson, Roosevelt...». Así, el experto asegura que dos primos carnales heredan aproximadamente un promedio del 25 % del material genético de cada padre, por lo que comparten un promedio del 12,5 % de su genoma, frente al 50 % que comparten dos hermanos. «Un padre o madre puede ser portador de una mutación letal sin que esto derive en una enfermedad (se habla de enfermedades recesivas), pero cuando un hijo hereda dos copias de esa misma mutación, la enfermedad aparece. El hecho de que los primos carnales compartan más ADN entre sí que lo que cabría esperar si no estuvieran relacionados, aumenta la probabilidad de que sus descendientes hereden la misma mutación por duplicado. Técnicamente, se dice que la consanguinidad aumenta la homocigosis [propiedad que aumenta la probabilidad de padecer una enfermedad genética por genes recesivos]», precisa el genetista. Así, dice que el espectro de enfermedades «es tremendamente amplio», y asegura que suelen tener una incidencia baja en la población general, «aunque se incrementa en los hijos surgidos de estas uniones consanguíneas».

LOS HIJOS Y SUS RIESGOS

«Entre estas enfermedades podríamos mencionar el síndrome de Marfan, la osteo-genesis imperfecta, la ataxia, el síndrome de Noonan, la enfermedad de Duchenne, la X-frágil, la epilepsia, el albinismo, la fenilcetonuria y un muy largo etcétera», indica Salas, al que le preguntamos qué tiene de cierto el mito de que los riesgos para los hijos de primos carnales son equiparables a los que entraña la maternidad tardía: «El riesgo para los hijos de madres tardías radica en el envejecimiento de los óvulos, y los problemas genéticos que suelen surgir tienen que ver mayoritariamente con alteraciones cromosómicas, como es el caso del síndrome de Down, o en una mayor probabilidad de prematuridad, entre otros», afirma. Los primos pueden recurrir, no obstante, a los consejos genéticos para orientarse de cara a la paternidad antes de tomar la decisión. Una decisión que, en definitiva, es solo suya.