Letrinas y flato de vaca

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

21 ene 2017 . Actualizado a las 05:10 h.

Desde el pasado 1 de enero cada gota de orina de hombre que entra en las letrinas de la sala de conciertos AFAs Live de Ámsterdam está siendo derivada a unos tanques para convertirla en fertilizante. El ímpetu ecológico de los holandeses les ha llevado a considerar que en los detritus de los señores que acuden a un gran garito hay mucho que aprovechar, así que la orina de los noctámbulos servirá para que los repollos holandeses sean los más floridos de Europa. El procedimiento solo se aplica a los residuos masculinos que sus propietarios depositan en los meaderos de pared para evitar atascos en el circuito relacionados con el papel higiénico u otras aportaciones más sólidas.

La iniciativa del AFAs Live consolida una tendencia que se ha practicado en Ámsterdam de forma puntual en otras ocasiones. De hecho, hay estadísticas oficiales que consideran que toda la orina de la ciudad serviría para fertilizar 10.000 campos de fútbol cubiertos de plantas -en Holanda, como aquí, la principal unidad de superficie es el campo de fútbol-.

Con los aseos de esta sala musical transformados en el arranque de un ciclo de reciclaje queda definitivamente demostrado que los lavabos se han convertido en el corazón de nuestra civilización. Nada queda de aquellos habitáculos oscuros y desaseados que fueron los cuartos de baño en el pasado. Mucho menos del «agua va» que anticipaba una lluvia de porquería. En los tocadores de hoy en día el ser humano moderno se socializa. Pasa como con las cocinas de las casas, que ejercen un misterioso poder de atracción que convoca a las personas por reducidas que sean las dimensiones de la estancia y holgados los salones. Debe de ser el tirón atávico del fuego. Pues con los baños pasa igual. Hay salas en las que hay más gente en torno al inodoro que en la pista de baile. Y lo de menos es desalojar residuos orgánicos propios de una noche macerada en cerveza. En los aseos hay una suspensión de lo público que esta sociedad vigilada busca con afán. Son lugares en los que se mantiene intacta la sensación de intimidad, en los que siguen pasando cosas inconfesables, en los que se interrumpen las normas que rigen al otro lado de la puerta. En los baños de los bares nocturnos la gente orina, pero sobre todo habla, se acicala, escribe, llora, cotillea, fornica, es infiel y, por supuesto, se droga con sustancias legales e ilegales, porque la ley antitabaco también ha convertido los retretes en fumaderos improvisados en los que saltarse la norma.

La historia de la humanidad es la historia de sus letrinas. Hay grandes cosas por descubrir en estos entornos camerales a los que se acude en busca de alivio o de refugio. Una cadena de televisión alemana localizó hace unos años en 41 lavabos del Parlamento Europeo trazas de cocaína, restos de farlopa procedentes de las rayas que se hacían personas vinculadas a la institución. Antes se había acometido una investigación similar en el Parlamento alemán con resultados parecidos.

Tendemos a no fijar la vista en nuestras tuberías pero la civilización está asociada al control de los residuos. Roma era una ciudad asediada por la enfermedad hasta que el año 600 a. C. se construyó la Cloaca Máxima por orden de Lucio Tarquino Prisco. La expansión del imperio romano se asocia a tres infraestructuras: los acueductos, las calzadas y las alcantarillas. La salida de la primera que se construyó en Roma todavía es visible cerca del puente Palatino que cruza el Tíber y provoca una inesperada sensación de admiración.

Conocidos son los problemas medioambientales asociados a los residuos de las cabañas ganaderas. Además de una fábrica de leche y de carne, una vaca es también una industria de sobrantes cuya neutralización emplea a un ejército de científicos preocupados por la deriva del planeta: los pedos de las vacas son la segunda causa del calentamiento global. El metano que liberan se asocia al 14% de las emisiones totales y es uno de los principales agentes implicados en el cambio climático.

Quizás convenga mirar más hacia lo que nos sobra.