Con cuatro minutos es suficiente

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EN LOS PRIMEROS 240 SEGUNDOS se obtiene la mayor parte de la imagen que transmitimos. En YES te enseñamos a superar tu marca en la primera impresión.

12 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«No hay una segunda oportunidad para una primera buena impresión». Ya lo advirtió Oscar Wilde hace más de cien años, y por lo que dictan numerosos estudios psicológicos, el irlandés sabía lo que decía. Al parecer 240 segundos son los que necesita tu posible jefe, tu futura suegra o una pareja en potencia para saber si lo que tiene delante le resulta interesante. Sí, en un mundo en el que los filtros de Instagram se valoran más que cualquier argucia lingüística y en el que la ley imperante es la del oro parece plátano es, la cruda realidad indica que, queridos lectores, todo el esfuerzo invertido en agradar y convencer es? -prácticamente- en balde.

Menos mirar con lupa si la máscara de pestañas te hace grumos minutos antes de una cita o mencionar cinco veces tu año en Harvard; al final, el caballo ganador se encuentra en los aspectos más cotidianos. «Mirar siempre a los ojos, caminar erguido o ser el primero en estrechar la mano o acercarse a dar dos besos (dependiendo de que se trate de una situación formal o informal) son gestos que marcan la diferencia en un primer contacto», asegura Patricia Guisado, psicóloga especializada en Recursos Humanos. El 65 % de la idea global que transmitimos de nosotros mismos se forja en el primer contacto, así que como no puede ser de otra forma, el aspecto físico es fundamental, comenta Ruth Llopis: «En el caso de una cita, debemos optar por aquello que nos dé seguridad; en cambio, si estamos en un proceso de selección es mejor que nos decantemos por algo neutro, que no llame la atención, y siempre teniendo en cuenta que se adecúe al tipo de empleo al que optamos».

TEATRILLO DE MANERA SUTIL

No hablar más de treinta segundos seguidos de uno mismo, adecuar nuestro tono de voz al del interlocutor o mencionar en más de una ocasión su nombre como muestra de interés son otras de las pautas que los especialistas recomiendan seguir. Vamos, que de la espontaneidad y de ser uno mismo ni hablamos, estaréis pensando. Pues nada de eso. Y es que este teatrillo hay que representarlo de manera sutil, sin perder ni un ápice de nuestra encantadora personalidad, o pecaremos de muñecos de cartón piedra, y claro, tampoco es cuestión. «Es necesario que haya una concordancia entre lo que estamos mostrando y cómo somos en realidad; ser espontáneo puede permitirnos mostrar un rasgo diferencial en un puesto de trabajo frente a otros candidatos. Algo similar pasa con el humor, que puede ayudarte a relajar el ambiente y a enseñar aspectos más creativos de uno mismo», afirma Llopis.

Así las cosas, un encaje de bolillos se convierte en un juego de niños al lado de la más inofensiva de las tomas de contacto, pero aviso a navegantes: no está todo perdido. A pesar de que razón no le faltaba al autor de El retrato de Dorian Gray, una mala primera impresión sí puede revertirse, pero a base de tesón y tiempo. «Es necesario que la otra persona nos dé la oportunidad de compartir con ella momentos y situaciones y descubra aspectos interesantes que no observó en el contacto inicial», afirma Marina Hernández. Una oportunidad que, por 240 segundos mal utilizados, en muchos casos nunca llega.