De este año no pasa
YES
Dejar de fumar, ir al gimnasio, lanzarse en parapente, ¡raparse la barba!, ordenar los armarios o la vida en un álbum de fotos. Comienza el año corriendo hacia una meta. ¿La tuya cuál es?
31 dic 2015 . Actualizado a las 20:20 h.No hay cosa más típica que empezar el año con un menú de buenos propósitos. ¿Y las uvas? Bueno, sí, a veces nos dan las uvas para cumplirlos, pero ¿quién renuncia a resetear el disco de las grandes intenciones que se han ido devaluando en el rodaje de los días, para proponerse una meta en serio? Menos risas, que hay barbas pobladas en juego. Mirad la de Andrés, un informático de 24 años dispuesto a perder la suya en el 2016. ¿Perder? Será ganar. Pues sí, perder el hirsuto pelo para ganar un cambio de look que rompa con la tendencia imperante, ya sabéis, «barba grande guste o espante». «Les pasó el momento de novedad y ya están un poco vistas», dice este coruñés que da forma a la suya en Hermin?s y demuestra tener memoria histórica: «Cuando nos veamos dentro de unos años vamos a darnos la misma impresión que cuando vemos las fotos de los 70». Sí. Todos nos reímos de aquellos otros barbudos que nos miran desde fotos descoloridas con el orgullo de una especie en evolución.
De madres a hijas
Para presente en color, la vida en imágenes que despliega para YES Ana José González. Mexicana afincada en Santiago, Ana revela este propósito para el año nuevo: trasladar a fotos toda su vida en España. «Quiero hacer un álbum por cada año que llevo aquí, y ya van nueve!», cuenta. Llegó a Madrid en el 2006 para hacer un máster. Iba a estar solo un año, pero no regresó. Aquí se enamoró, se casó y echó raíces formando una familia. Un clásico de foto.
Ana tiene cientos de fotos guardadas en su ordenador, ordenadas en carpetas, y otras tantas impresas en papel. Recuerdos de viajes, de compañeros de trabajo, bailando flamenco? Nueve años dan para mucho, ¡que nos quiten lo bailao! Ella cuenta que fue su madre quien le enseñó a ordenar las fotos de su vida. ?Cuando era pequeña ?dice?, nos sentaba a mis dos hermanas y a mí en el salón y a cada una nos mandaba hacer un álbum con nuestras fotos del año?. Los padres de Ana suman cerca de 100 libros de fotos: 37 por cada año de casados y 20 por cada hija. «Siempre fue muy organizada y creo que heredé esa cualidad!», sonríe. Desde que se mudó a Galicia reconoce que consiguió terminar alguno, como el de la boda y el de la luna de miel, pero aún queda mucho por hacer. «Quiero hacer uno del primer año de vida de mi hija Ana», revela. «Si me pongo no tardaré mucho en acabarlos. Solo necesito conseguir doce horas seguidas.» ¿Qué son 12 horas en la vida de una madre?, pregunta la ironía.«¡De este año no pasa!», asegura Ana. Así se levanta una admiración. Cuánto trabajo nos da el amor.
¿Te cortarías la barba ya por la chica de tu vida?, preguntamos a Andrés insuflados de emoción. «No. Quiero que me acepten como soy ?ríe él, con la boca escoltada, compuesto y sin novia... todavía?. Pero sí me cortaría la barba YA por un trabajo». No será romántico, pero sí muy profesional. ¿Qué otros propósitos tiene el chico de la barba con los días contados? ¿Ordenar el armario, por ejemplo? «Pues falta me haría, la verdad...». ¿Tener un hijo? «¡Primero deja que encuentre con quién!», se ríe. El caso es ponerse.
Ponerse a contar es lo que hará Gael Rodríguez con las uvas. Contar los días para irse de España. Tiene 29 años pero hace unos cuantos que sueña con coger un avión. ¿Destino? Londres. Este es el propósito de este joven de Vigo: irse en Semana Santa a la City para vivir allí dos o tres años. Estados Unidos también entra en sus planes más a largo plazo. Licenciado en Márketing, decidió estudiar en Madrid. «Pienso que para alcanzar el éxito tengo que irme», asegura. Pero Gael sabe bien a lo que va. «Al llegar y hasta que domine el idioma trabajaré en algo relacionado con el sector servicios». Eso sí, se marcha con experiencia, porque este chico hizo de todo. Fue community manager en una escuela de negocios, técnico de márketing en una cadena de perfumerías y colaborador en un museo de arte contemporáneo. Ahora es empleado de banca, pero sabe que su sueño está lejos, ¿o no?: «Mi meta es ser director creativo de una firma de moda». De ahí ese otro sueño de volar a Nueva York, «el epicentro», le llama. ¿Que si tiene miedo a irse? «Qué va, solo de llegar y no encontrar trabajo».
Una mujer en marcha
Tiene sesenta años pero ya quisieran verse así algunas de cuarenta. Lucía Teodora de Jesús (Brasil, 1955), licenciada en Magisterio, vivió en su país hasta el 1994, cuando cruzó el charco para venirse a vivir a Lugo. En Brasil tenía carné de conducir, pero no lo homologó cuando se asentó en España. El de aquí se parece en nada al permiso brasileño, por eso tuvo que empezar de nuevo pese a su edad, que en verdad va por dentro y depende de las ganas que nos muevan a hacer cosas. Perseguir una meta si es en coche puede acortar el camino.
Vamos al punto de partida. Lucía decidió apuntarse a la autoescuela por la situación de casa. Vive con su marido y con su hijo en una céntrica calle de Lugo y aunque los dos tienen carné de conducir su esposo tiene 70 años y problemas de corazón. «Hace falta que todos tengamos el carné de conducir por lo que pueda pasar», dice, considerando que su hijo trabaja.
Muchas veces, ella y su marido salen a comprar a los grandes almacenes, fuera de la ciudad, y otras veces hacen viajes. «Vamos con frecuencia por varias provincias de España. Es bueno que los dos tengamos el permiso para turnarnos y poder guiar los dos el coche».
¿Algún temor a ponerse al volante? Ninguno para quien se define como una persona muy activa a la que no le imponen las dificultades. Todas las mañanas acude a la Autoescuela Becerreá para hacer los test y estudiar. Esta conductora novel con sus años de experiencia vital juega con una gran ventaja. Tiene en casa un Seat Ibiza que será el que coja nada más contar con permiso de conducir. Con ese empeño y sus ganas es muy probable que su propósito se venga arriba y se cumpla a los 60.
Unos se van y otros sueñan con quedarse a vivir aquí. Como Diego Bolaños que a sus 26 años y con cinco cafés diarios encima es capaz de removerse como nadie. Nació en El Salvador, pero la inquietud lo llevó a Honduras donde estudió y en Italia se especializó para darle el mejor gusto a sus padres y hoy va camino de convertirse en uno de los mejores catadores de café. La vida se la bebe a sorbos pero tiene un sueño grande: «Quiero quedarme en Galicia y cumplir todas mis metas a nivel profesional». Él, que sonríe para darle el mejor sentido a una Navidad que vive muy lejos de los suyos, se conforma con la humildad de quienes saben que además de un lado malo hay otro peor.
«Lo que tengo claro es que no volvería a vivir en mi país». Diego echa la vista atrás y piensa en que en El Salvador ha dejado a un sobrino que apenas ha conocido, a su hermano y a sus padres, pero no tiene claro su camino. «Ya dejé de extrañar la comida de mi país, me encanta el pulpo, la cerveza de aquí y aunque soy del Madrid, me encanta ir a ver el Dépor». Porque Diego ya está afincado en A Coruña, una ciudad de la que habla con toda la ilusión: «Cada vez que les mando fotos a mis amigos y a mi familia se quedan sorprendidos de lo bonita que es. A mí me gustan mucho las ciudades pequeñas en las que te puedas mover fácilmente». ¿Y somos tan diferentes vistos desde el otro mundo? «¡Qué va! Al final la gente se parece mucho, yo me siento muy feliz y muy bien acogido, sé que estoy lejos, pero tengo por delante el mejor futuro»
El gran sueño del hombre
Si a Javier Sánchez Díaz (Barreiros, 1978) le dicen eso de «Javier, estás en las nubes» o «Javier, tienes pájaros en la cabeza» no le parece mal. Al contrario. Es su ilusión. Su deseo del 2016. Lo dice con los pies en la tierra y mirando al cielo. Cada vez que ve a los que practican parapente alzar el vuelo desde O Comado favorecidos por el nordés se le cae, literalmente, la baba. Y el año próximo él será uno de ellos, sí o sí. Quiere estrenarse en una pasión en su vida, en general por la aeronáutica, coincidiendo que lo hará como padre. La paternidad... que la fuerza le acompañe. El Club de Parapente de Ferrol, al que pertenece un vecino, a lo mejor no le enseña a cambiar pañales pero sí a volare... uoo ooohh. «Teño subido con eles ao Comado, dúas veces estiven alí arriba, e déronme a tarxeta para matricularme. Os dentes longos ponmos sempre o veciño e todos os do clube», dice. Ya que formarse como piloto «económicamente é imposible», por lo menos un parapente le dará «alas». Y de esta, va. «O ano pasado íame apuntar pero tiña un traballo que non me deixaba tempo libre, ata que atopei un que si xa mo deixa máis», señala confiado. Y si el peque, además, es de esos que duermen y comen, duermen y comen, no se diga más. Javier... ¡a comerse el cielo!
Rumbo a los mares del sur
No hará 20.000 leguas de viaje submarino, pero Marcos Vázquez quiere conocer el fondo del mar... en Okinawa.
Viajó por primera vez a Japón hace diez años y alguien le habló de esta isla. ¿El paraíso? Aguas cristalinas, arena blanca? Y mucho submarinismo. Desde entonces el sueño de Marcos es bucear en la costa de la isla Ishigaki, una de las cientos que conforman el archipiélago de Okinawa, en el mar de China Oriental. Y el 2016 va a ser su momento. «Es la primera vez que voy a hacer submarinismo y quiero hacerlo en Okinawa». Su plan es ir en junio. Pasar unos días en Tokio y después lanzarse a la aventura. «Es una de las cunas del submarinismo, la barrera de coral, de 30 kilómetros, es la más grande de Japón».
Este fotógrafo (su nombre de guerra es Mjollnirphoto2) cuenta que la isla está llena de escuelas para practicar esta actividad deportiva. «Por el clima, es una de las zonas más longevas del mundo y muchos japoneses se mudan allí cuando se jubilan». Para vivir eso que llaman un retiro dorado. Además, es el único sitio en el que se puede extraer perla negra, esa joya de los mares del sur.
Será la primera vez que este coruñés se sumerja vestido de buzo y con la bombona a la espalda, pero no tiene miedo: «No creo que sea muy difícil». Además, se curará en salud: «Lo haré con un monitor». A este nivel, el idioma no será una barrera: Marcos se defiende bien en japonés. «Además en Okinawa, por las bases americanas, se habla mucho inglés», admite. Se llevará su GoPro para inmortalizar el fondo submarino nipón. Sus tesoros los veremos a la vuelta.