HAY QUE ANDAR POR LAS RAMAS Parejas de jóvenes se trasladan cada fin de semana a Outes
para disfrutar del gran exponente gallego del «glamping», sector que ofrece acampadas con estilo
07 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.
Alojarse en plena naturaleza (también, en invierno) pero sin renunciar al lujo. Esa es la premisa bajo la que se desarrolla en Outes, en la comarca de Noia, un cuidado proyecto de turismo sostenible que permite a los visitantes dormir en sofisticadas cabañas de madera, suspendidos a varios metros de altura.
Esta oferta hostelera, que seduce cada fin de semana a varias parejas de jóvenes ansiosos de refugios idílicos donde perderse, se confirma, además, como el máximo exponente gallego del glamping, esa moda en alza que reconcilia al cámping con el glamur y que se extiende veloz por los bosques españoles. Sus alojamientos, levantados en entornos agrestes, escapan de estrecheces y aseguran las comodidades de un hotel.
En el caso coruñés, la iniciativa, una de las tendencias de la temporada, creció a medida que aumenta la demanda. De inicio (a finales del 2012) fueron tres los espacios que se ofertaron en la aldea de O Areal (Cabañitas del Bosque) pero, ante la gran acogida, la empresa Do Artesanato, impulsora del proyecto, abrió el pasado verano un nuevo alojamiento en Mourelos y, otros ocho, en Ousesende (Cabanas do Barranco). En total, doce cabañas de corte ecológico para disfrutar, en su exterior, de las excelencias del bosque gallego, con actividades complementarias como hípica o senderismo, y no prescindir, puertas adentro, de servicios como un jacuzzi, una chimenea o las últimas prestaciones en televisión e Internet. «Es un alojamiento rural con algo a mayores. Su gran valor es el de estar muy segmentado tanto para parejas jóvenes, de entre 18 y 38 años, que buscan intimidad, como para familias con niños que reivindican el sueño infantil de dormir entre las ramas de un árbol», aclara Manuel Lema, representante de la firma. Descarta que las tarifas, menos económicas, supongan un hándicap. «Las cabañas tienen un precio y los clientes exigen comodidades», confirma.
Los defensores del glamping concluyen que esta moda, que mueve 10 millones de usuarios al año, llega para quedarse. A salvo del clima, es rentable todo el año.