El amor que surgió del deporte y la danza

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Alfonso Guedella e Isabel Vázquez se conocieron en el gimnasio Kiap de Vigo, un establecimiento muy familiar que abrió el campeón de taekuondo hace 42 años y donde ella comenzó como profesora de ballet

31 mar 2024 . Actualizado a las 00:49 h.

Aquí hay amor a patadas. Nada ilustra mejor el espíritu familiar del gimnasio Kiap que la historia de sus propios fundadores. La viguesa Isabel Vázquez se sentó un día en una de las sillas de la recepción esperando ser entrevistada para ocupar la plaza vacante de profesora de ballet, y acabó dos años después casándose con el entrevistador: el taekuondista y por entonces responsable único del establecimiento deportivo, Alfonso Guedella, tarea que a partir de entonces llevaron entre ambos.

Tampoco hace falta llegar a tanto como pasar por el altar. Para sentirse como en casa en este espacio basta con decidir qué hacer para sentirse mejor practicando las diferentes disciplinas que ofrecen.

Alfonso e Isabel están casados con y por el deporte. Pero cada uno, en el suyo. Lo de él son los tatamis y lo de ella, los tutús. Al menos, al principio. «Yo siempre quise ser bailarina», revela. Pero una lesión en la rodilla dio al traste con ese sueño quebrado que empezó como alumna de Hannelore Gottschalk, y que sustituyó más tarde por otro como maestra de danza, aunque ahora es profe de Pilates.

Cuando empezaron, allá por 1980, no había mucho donde elegir en ninguna parte. «Había cuatro o cinco gimnasios en Vigo», calcula. Parece que hace mil años, pero no hace tanto que los gimnasios eran reductos enfocados en deportes muy concretos. Vivieron su primer bum con el boxeo, y el segundo con las artes marciales. Ahí es donde se sitúa Guedella, que comenzó su proyecto educativo tras formarse en taekuondo en el centro Budo de Castrelos, «del 76 al 82», apunta, materia en la que ha logrado situarse en la cúpula. Es cinturón negro 8º Dan de esta especialidad de la que es entrenador nacional y también es 3º Dan en kick boxing.

«Arranqué este proyecto con lo que en aquel entonces predominaba, que eran las artes marciales», recuerda. «En un par de años empezamos a tener monitores que distribuíamos por gimnasios en diferentes puntos de la provincia: Ponteareas, Salceda, A Guarda..., y por colegios, abarcando hasta una veintena de centros, lo que suponía manejar unas 900 licencias en 1987, que era por entonces el 30 por ciento del taekuondo gallego», valora el maestro y director de Kiap, nacido en Sober (Lugo) aunque vigués de adopción desde que a los 7 años su familia se trasladó a esta ciudad.

«A medida que fue evolucionando el mercado, fuimos adaptándonos a la demanda, a lo que la sociedad exigía. Así, en el 85 empezamos con el kick boxing y en el 87, con el ballet clásico. Teníamos un local al lado de este donde se impartían las clases, y también las de gimnasia rítmica», cuenta Isabel, recordando además el bum de este deporte que propició la participación de la gallega Marta Bobo en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. «Teníamos un grupo con nivelazo y la trajimos a Vigo a impartir un máster para toda Galicia en el Pabellón Municipal», añade su marido.

Las máquinas de musculación las incorporaron a partir de 1988. «Y a partir de ahí fueron saliendo cosas nuevas para las cuales nos hemos formado además de tener profesorado titulado en Pilates, fitness, aeróbic, bailes de salón, etcétera», enumera sobre un abanico en el que actualmente se añade el muay thai y el jiu jitsu, siempre monitorizado por profesionales.

La filosofía del centro se basa en la confianza y en el trato personalizado. «Hay padres que han sido alumnos y ahora nos traen a sus hijos ¡y también a sus padres!», manifiesta el campeón taekuondista sobre un ambiente en el que la gente se siente a gusto y donde la edad no es un problema. «El más joven tiene 3 años y tenemos dos alumnas de 90 que hacen gimnasia de mantenimiento y una de ellas es clienta desde hace más de 30 años», cuenta la exbailarina.

La inclusión del deporte a través de cursos en asociaciones deportivas, culturales y vecinales y el incremento del número de gimnasios resituó a su clientela. «Ahora, la mayoría es de la zona, no hace falta moverse del barrio para hacer ejercicio», reflexionan. Lo que más daño les ha hecho han sido las grandes cadenas. «Los gimnasios de tamaño mediano hemos tenido una evolución muy buena hasta que aparecieron los macrogimnasios», asegura. La pandemia también les hizo mucho daño y muchos ya no remontaron y se quedaron por el camino. «Afortunadamente, nosotros tenemos un público muy fiel. Tanto es así que hubo gente que siguió pagando la cuota por solidaridad», recuerdan Alfonso e Isabel, que tienen dos hijas que han salido deportistas, pero no han elegido ese camino como vía profesional.

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