Manuel Matanzas, el supuesto asesino de su camello en Chapela: «Yo lo dejé vivo, alguien lo tuvo que mover»

E. V. Pita VIGO

VIGO CIUDAD

M.Moralejo

La Fiscalía, en el juicio por jurado: «Lo mató por la espalda y a traición, actuó a sangre fría». La defensa asegura que es un enfermo mental y consume drogas desde la adolescencia

20 mar 2023 . Actualizado a las 23:24 h.

El juicio por jurado del crimen de Chapela ha comenzado esta mañana en la macrosala de la Cidade da Xustiza de Vigo. Se trata del primer juicio por tribunal popular que se celebra en la sala judicial más grande de Galicia. 

Manuel Matanzas Barciela, de 44 años, está acusado de asesinar a su camello Roberto Chapela Peña, de 51 años y con una enfermedad respiratoria. En el juicio admitió que le robó y lo redujo pero lo dejó vivo y maniatado. «Él seguía vivo, alguien lo tuvo que mover», aseguró al jurado.

«Le dije si me podía hacer un gramo y me dijo que no me fiaba, se lo pedí por favor. Me fui al baño y me puse los guantes del covid pero no fui con la idea de matarlo. Él estaba sentado, fui a reducirlo para quitarle la poca droga, lo agarré por el cuello, él se abalanzó sobre mí, caímos al suelo, lo solté y me dijo que le dijese lo que quería que me lo daba, se quedó paralizado, lo dejé así, estaba vivo y parpadeaba, y me miró mis movimientos cuando fui a su habitación. Lo precinté y le puse cinta aislante en la boca para que no pudiese gritar porque me asusté cuando vi pasar las luces azules de un coche de policía. No hablaba pero no me paré a ver si respiraba. Solo cogí la caja de caudales y una bolsa de cinco gramos, me llevé su teléfono de la mesa y me fui para mi casa. Al llegar, comprobé que era sustancia de corte», declaró ante la Fiscalía. 

«Él no se lo esperaba, yo no sé ni cómo hice eso», afirma. Sospecha que alguien «lo tuvo que mover, le puso la cazadora encima de la cara, le puso ocho papelinas en el bolsillo».

El acusado declaró algo noqueado en el juicio porque, según dijo, durmió mal la víspera de la sesión. «Conocía a Roberto de toda la vida, de vista, llevaba un año comprándole cocaína a él y a otras personas. Había ido unos días antes a comprarle y la compré por otros lados también», recuerda. Niega que supiese que Roberto estuviese operado, aunque hablase mal y ronco. Negó que lo llamase «rata o ratilla», «pues eso sería un insulto», y aseguró que su relación era «buena». Tenía pequeñas deudas de cinco euros que sumaron 30. Respecto a la ocultación de pruebas en un río, como el teléfono, asegura que lo hizo porque «tenía miedo de que otra persona viniese a pegarme o Roberto, porque yo lo dejé con vida».

Supuestamente, asfixió a su proveedor mientras cenaba en su casa en el número 8 de San Telmo el 27 de enero del 2021, en la parroquia de Chapela, en Redondela. 

Según la Fiscalía, lo asfixió y acabó con su vida porque su proveedor de cocaína no le fío una dosis de 30 euros si no le pagaba los atrasos. «Es evidente que quería hacerlo, fue a su casa con guantes de látex y cinta aislante, hizo todo lo necesario para ejecutar sus actos. Lo mató a traición. La víctima tenía miedo a ahogarse bebiendo agua y cuando está cenando, esa persona le pasa el brazo por el cuello y lo asfixia sin posibilidad de defenderse. Fue un ataque por la espalda y a traición. Y no hay ningún informe que demuestre que tenía afectadas sus capacidades mentales, sabía lo que hacía y actuó a sangre fría», argumentó la Fiscalía ante el jurado.

El implicado afronta 18 años de cárcel por un delito de asesinato porque la acusación le beneficia con una atenuante de confesión. El abogado del acusado niega los hechos y pide que si lo declaran culpable el jurado le aprecie la eximente incompleta de una «grave enfermedad mental» y adición a las drogas desde la adolescencia, por lo que quedó afectado por ellas. Pide una leve condena de varios años de cárcel.

«La Fiscalía no quiso que hubiese en el jurado a ningún familiar con consumo de drogas», dijo el abogado. «No es un asesinato, es un delito distinto. Don Manuel reconoce los hechos pero difiere en cómo ocurrió y cuál era su intención real», dijo. Cree que la enfermedad de Roberto agravó las lesiones. «Aquí ha pasado algo más, alguien tuvo que aparecer después,  su intención no era acabar su vida sino fue un intento de robo», añadió el letrado. Insiste en que pueda haber otros responsables. «Con los padecimientos que él tenía, no podía ser consciente y no merece el mismo castigo que otra persona que no tenga problemas mentales por consumo. Tenía un trastorno psicótico y estuvo ingresado y tiene una discapacidad del 65 % reconocida por la Xunta. La Fiscalía dice que lo asesinó por una dosis de cocaína de 30 euros y luego dice que la adicción no influyó», indicó el letrado. Aportó un informe por el que Matanzas acudía a reuniones de la asociación de ayuda a toxicómanos Reto en la prisión de Teixeiro.

El acusado explicó al jurado que bebe y fuma desde que tiene siete años y que desde su adolescencia consume porros, cocaína y extasis. Trabajaba en un taller mecánico, ganaba 85.000 pesetas y consumía meses seguidos. A partir del 2006 empezó a ingresar en diversos hospitales psiquiátricos de Vigo, «una vez aparecí atado de pies y manos en una residencia psiquiátrica», señaló. Recibe medicación y cada 28 días debe acudir a un centro sanitario para ponerse un inyectable por su trastorno de personalidad. Dice que en diciembre del 2020, un mes antes del crimen, ingirió una sobredosis de pastillas para lograr que lo ingresasen en una unidad psiquiátrica en plena crisis sanitaria del covid. El último inyectable se lo puso el 28 de diciembre y siguió consumiendo. Su abogado recalca que la Xunta le ha reconocido al acusado una discapacidad psíquica del 65 % y que es pensionista, el cual cobra 480 euros al mes. 

Asegura que en esa época creía que alguien estaba adulterando su droga y que le ponían «cámaras» de vigilancia para espiar donde él ocultaba sus estupefacientes.

Preguntas del jurado

El jurado estuvo muy activo por la tarde, en la que declararon los radiopatrullas que acudieron los primeros a la escena del crimen y los amigos de la víctima, que descubrieron el cadáver el sábado, tres días después. Matanzas dejó a Roberto tumbado antes de huir y «yo sabía que él estaba vivo». Sospecha que otras personas, «alguno de sus 60 clientes» o un toxicómano que lo visitaba mucho, pudo ir a la vivienda y rematarlo. Sugiere que tuvo que ser alguien con una copia de las llaves porque él cerró la puerta.

Las preguntas del jurado a los testigos abrieron dos grietas en la teoría de la Fiscalía, que mantiene que Matanzas se abalanzó por la espalda y a traición cuando su víctima, con problemas al tragar por una traqueotomía, cenaba con la boca llena y lo pilló indefenso. Sin embargo, un policía que inspeccionó el escenario del crimen aclaró al jurado que desde la mesa de la víctima, donde estaban dos platos con un pescado cocido, se veía toda la casa, salvo la puerta principal. Si eso fuese así, ¿cómo pudo atacarlo por atrás? Y una amiga del morador vio movidos enseres.

Otra pregunta del jurado puso en duda si pasaron tres días desde la muerte hasta que el cadáver fue descubierto. Un detalle lo contradice: el perro de presa del fallecido, que fue encerrado por Matanzas en una habitación, no orinó en tres días, lo que no cuadra con las fechas barajadas en la investigación.