A Coruña y Vigo, profundas

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

VIGO CIUDAD

Miguel Villar

25 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora resulta que la «Galicia profunda» no estaba en Muros, sino en A Coruña y Vigo. Tan profunda que no llega el AVE que se va a inaugurar el próximo 21 de diciembre. Tampoco a Lugo, Pontevedra o Ferrol. Pero que «el AVE a Galicia» no entre en las estaciones de las dos principales conurbaciones de la comunidad —que suman entre sus respectivas áreas metropolitanas casi un millón de habitantes— es difícil de explicar. Sobre todo cuando se esgrimen argumentos como que la vía tiene el ancho ibérico... ¡Pues que pongan el internacional! Tiempo han tenido, nada menos que casi treinta años desde que en 1992 se estrenó la línea de alta velocidad Madrid-Sevilla. Algún día terminará esta Transición inacabada que pone a unas autonomías un cuarto de siglo por delante de otras. Como consuelo, el AVE no llegó a Barcelona hasta el 2008, cuatro años y medio después de que lo hiciera a Lérida, que está a solo 157 kilómetros. Entre A Coruña y Ourense hay 173, así que crucemos los dedos...

El AVE, por otra parte, no puede hacernos olvidar el abandono de la línea que une el norte de España, desde Barcelona a las profundas Vigo y A Coruña. Recientemente tuve ocasión de subirme a este convoy en Pamplona y comprobar que todo sigue como hace tres décadas. Ya no hay que hacer transbordo en Miranda de Ebro ni en Monforte, pero los tiempos del viaje son desesperantes. Un tren que parte desde el otro lado de la Península y para en localidades como Sahagún (León), que no llega a los 2.500 habitantes. O después en O Barco y A Rúa de Valdeorras, separadas por solo 21 kilómetros. ¿Es necesario que se detenga en las dos? Y más tarde en Quiroga (3.250 habitantes)... Vas en un Alvia que puede correr a 200 kilómetros por hora en líneas convencionales y entre Ponferrada y Ourense circula en su mayor parte a 80. Nueve horas y media desde la capital navarra hasta A Coruña, catorce o quince desde la Ciudad Condal. Compensa bajar a Madrid y volver a subir, y todavía queda tiempo para visitar el Museo del Prado.

Todo esto, en la era de los trenes de levitación magnética, que ya alcanzan los 603 km/h (Yamanashi, Japón), y del Hyperloop de Elon Musk, que el día menos pensado nos atropellará.