Vecinos de Vigo: «Llevamos más de un año sin poder descansar»

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Residentes en el barrio de Cabral reclaman la expulsión de unos okupas que han perturbado la convivencia en el barrio

06 nov 2025 . Actualizado a las 00:56 h.

La convivencia en Fontiñas de Arriba, en Cabral, se ha roto por completo. Los vecinos del entorno del número 8 aseguran vivir «hartos» y «desesperados» desde que, hace más de un año, un grupo de personas con problemas de drogadicción y comportamiento violento ocupó una vivienda. «Llevamos más de un año sin descansar y la situación es insostenible», resume una de las afectadas, que como otros sesenta residentes firmó una denuncia conjunta ante el Concello de Vigo, la Policía Nacional y el juzgado.

El vecindario describe un escenario de miedo, deterioro e impotencia. «Nos insultan, salen ratas grandes, han entrado en varias casas y aparecen jeringuillas», cuenta una mujer que vive a escasos metros de la casa. «A un vecino le robaron el coche y a mi marido le robaron el extintor, lo tienen ahí. Tienen la jeta de que lo que roban, no lo ocultan», añade. Otros relatan daños continuos en los vehículos: «De repente te encuentras los coches rajados, retrovisores rotos o rayaduras en las puertas».

M.MORALEJO

Los testimonios son unánimes: el barrio ha perdido la tranquilidad que lo caracterizaba. «No es solo ellos, ellos traen gente a comprar», explican los residentes, en alusión al tráfico de drogas que atribuyen al grupo. «No se puede decir cuánta gente vive, porque entran y salen a todas horas. Siempre hay una persona fija, y ahora hay una pareja que mueve el cotarro». Durante el día hay movimiento constante, y por la noche se desatan las broncas. «Peleas, gritos, golpes, música hasta el amanecer… No hay descanso».

Falta de higiene

La situación sanitaria también preocupa. Los vecinos denuncian la acumulación de basura, muebles viejos y restos de comida en el entorno de la casa okupada, lo que ha favorecido la aparición de ratas. «Salen ratas grandes, como gatos, y han entrado en varias viviendas. Esto ya no es solo un problema de convivencia, es un problema de salud pública».

El cansancio ha obligado a los vecinos a organizarse. «Tuvimos que reunirnos para buscar una solución porque sufríamos individualmente», relatan. «Nos juntamos a escondidas, por miedo a represalias». Aseguran que el miedo está muy presente en el día a día. «Ahora es miedo. No podemos descansar ni dejar que los niños jueguen en la calle». «No se puede convivir con eso», resume otra vecina.

Pese a las continuas llamadas, denuncias y visitas de las fuerzas de seguridad, la respuesta institucional no ha llegado. «La Policía Local y la Nacional se están portando bien, pero no pueden hacer más, tienen las manos atadas», reconocen. Los agentes confirman que no pueden acceder al interior del inmueble sin una orden judicial. «Tiene que ser un juez el que diga qué pasa aquí», reclaman los afectados.

Los residentes señalan también a los propietarios del inmueble. «Los dueños tienen conocimiento, pero no han hecho nada. Son gente del barrio», aseguran. «Pedimos que alguien actúe, que precinten la casa y que dejen entrar a la Policía. No podemos vivir así».

Enganchados al alumbrado tras sabotear el contador de la vecina de al lado

Los vecinos denuncian que los okupas se han conectado ilegalmente al alumbrado público después de haber manipulado en varias ocasiones el contador privado de una vecina. «Se engancharon tres veces al contador privado y tuvimos que colocar ese sistema, una caja blindada», explican. «Tienen la luz enganchada al alumbrado público. Por las noches se les encienden las luces».

El hartazgo se ha transformado en determinación. «Cualquiera de nosotros va a agotar la paciencia», admite un vecino. «Por eso recurrimos a hacerlo público, para que nos hagan caso, por lo menos que se sepa». La comunidad, que durante meses sufrió el problema en silencio, ha decidido dar un paso al frente. «Esto ha unido al barrio como nunca», reconocen. «Estamos todos juntos en esto, pero ya no podemos más».

Mientras tanto, la vida en Fontiñas de Arriba sigue marcada por la tensión. Cada noche se repiten los ruidos, las discusiones y las visitas a la casa okupada. En las ventanas, los vecinos miran con recelo y con cansancio. «Vivimos con miedo», dicen, con la esperanza de que esta vez las autoridades escuchen su grito.