
La temperatura media de las rías sube 0,2 grados por década desde hace 50 años y hay menos afloramientos de agua fría
07 jul 2025 . Actualizado a las 09:40 h.La forma en la que percibimos las cosas determina nuestra imagen de las mismas. La percepción es nuestra realidad y por eso cuesta asumir que algo es un problema si no lo percibimos como un problema. Sirva este prólogo para contextualizar la noticia de esta semana: el récord de temperatura del agua en las rías en general y en la de Vigo en particular. En pleno verano, con las playas llenas, ese dato se ha celebrado como una excelente noticia: da gusto bañarse con un agua a 23 grados a principios de julio en las playas viguesas, e incluso 19 nada menos que en las Cíes. Es algo digno de celebrar
¿Dónde está el problema? En realidad, son bastantes los problemas. Para empezar, conviene recordar que, más allá de estos picos de calor puntuales —no es descartable que lleguemos a los 25 grados— la temperatura media de las rías sigue subiendo desde hace unos 50 años a un ritmo de 0,2 grados por década y es cada vez más frecuente encontrar medias de 18 grados en la ría de Vigo. El principal inconveniente es que este aumento de temperatura del agua, que no deja de ser una más de las evidencias del impacto de la emergencia climática, actúa sobre la base misma de la ecología de las rías y su capacidad productiva, el afloramiento, este proceso de aporte de agua fría oceánica y vientos del norte que permite el flujo de nutrientes.
Estos afloramientos son cada vez menos frecuentes y con menor intensidad, y a partir de ahí todo se empieza descompensar. Este calor produce alteraciones en el zooplancton y fitoplancton, esos bichitos y algas microscópicas que son la base de la cadena alimentaria y facilita que especies tóxicas, como las que causan las mareas rojas, proliferen con mayor intensidad provocando que los cierres de polígonos de bateas sean cada vez más prolongados.
Aumenta también el nivel de oxígeno disuelto y la eutrofización, que tratamos la semana pasada. Las temperaturas más altas rompen el límite que tenían muchas especies exóticas e invasoras para instalarse. Hay al menos ocho especies diferentes que ya han llegado a la ría, la última en llegar, que sepamos, ha sido el alga asiática Rugulopteryx okamurae, pero existen al menos una docena de especies de flora y fauna exótica cuya llegada a la ría será inminente al perder ese factor limitante que suponía el agua fría. En el otro extremo nos encontramos con especies que necesitan esas temperaturas bajas para desarrollar sus ciclos vitales y que poco a poco van migrando al norte en busca de mejores condiciones, algunas de ellas de interés comercial, como la sardina, la caballa y macroalgas como las laminarias pardas.
Estas temperaturas tan altas en el mar están siendo otro de los factores que explican el descenso en la productividad de bivalvos como berberechos y almejas o mejillones. Investigadores del Instituto de Investigacións Mariñas-CSIC y la Universidad de Vigo hace tiempo que alertan de cómo olas de calor y desequilibrios en temperatura y salinidad afectan el crecimiento, reproducción y supervivencia de especies como la almeja babosa, fina, japonesa y el berberecho.
¿Nos hemos parado a pensar y cuantificar las consecuencias económicas de esas aguas a una temperatura elevada? Solucionarlo no es sencillo. El clima funciona con una enorme inercia, por lo que si en este mismo instante se adoptaran medidas radicales para mitigar la emergencia climática, sus efectos empezarían a notarse en unas cinco décadas.
Lo peor es que todavía ni se han empezado a tomar esas medidas radicales. Para empezar reflexionemos si esta agua calentita es una buena noticia.