Los botellones son algo más que una falta de civismo

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

Cedida

Una concentración como la del lunes en la Praza da Estrela genera cinco toneladas de basura

18 feb 2024 . Actualizado a las 23:39 h.

El pasado lunes, la concesionaria del servicio de limpieza de Vigo aportaba un dato impactante que nos debería invitar a reflexionar: solamente el desfile de comparsas del Martes de Entroido deja en las calles de la ciudad tres toneladas de basura.

 En realidad, es solo un poco más que los residuos que deja atrás la cabalgata de los reyes magos, cuyo itinerario se puede seguir perfectamente tomando como referencia los miles y miles de plásticos de envoltorios de caramelos tirados en las aceras. Esta proliferación de residuos tras los eventos festivos, sean oficiales o espontáneos, como podemos comprobar también en eventos informales como el macrobotellón de la noche del pasado lunes en la Praza da Estrela, similar a aquel macrobotellón de Halloween en noviembre o los previos a Nochebuena y Navidad en lo que a toneladas de residuos tiradas, que suelen triplicar las basuras abandonadas en los botellones cotidianos de los fines de semana, o como vimos también en el mercadillo de Navidad en la Alameda, con papeleras y contenedores desbordando y parterres llenos de residuos.

Una jornada de botellones en la ciudad genera alrededor de cinco toneladas de basura. Sin olvidar cómo amanecen las playas y el entorno de las hogueras el día de San Juan, en el que llegamos a batir un récord en el 2019 con 54 toneladas de residuos. Es digno de reflexión verificar que no existe una sola concentración ciudadana más o menos multitudinaria que no deje un saldo de residuos tirados por las plazas y calles. Es una evidente falta de educación cívica (y también una falta de respeto a las personas encargadas de la limpieza urbana), pero también se traduce en un serio impacto ambiental, como el de cualquier vertedero incontrolado. Las prisas por retirar cuanto antes los restos de la fiesta, para que no se vean (cosa que no deja de ser un intento de esconder el problema, hacen que no se pueda llevar a cabo una recogida selectiva para su posterior reciclaje, que sería al menos un consuelo. Realmente, apenas reciclamos el 25% de nuestros envases y embalajes, que es el segmento de los residuos que más está aumentando, muy lejos del 50% que en toda Europa es obligatorio desde el año 2020, por lo que todos esos residuos bastante heterogéneos terminan en el contenedor de genéricos, que es el que pagamos todos y todas, y muy caro, por cierto. Recordemos que, con el nuevo macrocontrato de limpieza y gestión de residuos de la ciudad, nos va a costar más de 42 millones de euros cada año tener Vigo limpio cual patena. En realidad, en nada gastamos más que en limpieza y residuos. También buena parte de esos residuos terminan fragmentándose en parques y parterres incrementando la contaminación por microplásticos o son arrastrados directamente al mar.

Educación

Necesitamos mucha educación ambiental para corregir esta situación, y no solamente destinada a niños y niñas, sino a adolescentes y personas mayores, y poner en evidencia también la doble moral de quienes ensucian nuestras calles. Cuando el siguiente fin de semana vuelvan al lugar del botellón, o los siguientes carnavales, fiestas de San Juan, cabalgatas, etc., no les gustaría ver las calles llenas de residuos. No es agradable hacer una fiesta en medio de la basura. El genial Kiko Da Silva publicaba hace años una viñeta en estas mismas páginas que lo resumía perfectamente: una familia se acercaba a disfrutar del día en un espacio natural escalando sobre montañas de basura mientras decían: «Es vergonzoso… nadie ha venido a recoger la basura que dejamos aquí tirada la semana pasada».