Silvia Huertas encarna la tercera generación de expendedores de Loterías y Apuestas del Estado en un local que dejó atrás la actividad hostelera de sus abuelos y sus padres para quedarse con la de quiosco de chuches
17 mar 2023 . Actualizado a las 21:22 h.Han pasado 66 años desde que los padres de Silvia Huertas Correa abrían en el número 20 de la calle Sanjurjo Badía uno de los bares más populares de barrio vigués de Teis. Además de las comidas caseras, el futbolín era otro de los imanes que hacía que el local que regentaban Valentín y Sita tuviese un tipo de público muy variado, según de qué hora se tratase. Quienes estudiaron en los centros educativos de los Jesuitas o en las Calasancias recuerdan bien los largos ratos de ocio que pasaron disputando partidas o esperando turno para que les tocase manejar con destreza a los estáticos jugadores en aquel local que ofrecía el aspecto típico de una tasca de antaño, con cáscaras de cacahuetes y serrín alfombrando el suelo de baldosa.
Al establecimiento en el que Sita cocinaba cada día platos de la cocina tradicional gallega, acudían numerosos trabajadores de los astilleros cercanos para reponer fuerzas. «Aún hay vecinas que se acuerdan mucho de ella y me comentan lo bien que olía cuando pasaban por allí», asegura Silvia. Ella y su hermano crecieron en ese ambiente, haciendo los deberes en las mesas del bar que no fue el primero en la familia, ya que su abuelo, Valentín, y su abuela, María, regentaron a mediados del siglo pasado una casa de comidas en la calle Areal, cuando todavía se unía a Teis por la de los Olmos hasta llegar a La Calzada, nombre que tomó la zona porque se decía que estaba sobre la ruta de una antigua calzada romana.
Tras el fallecimiento de sus padres, Silvia se planteó qué hacer con aquella herencia hostelera, pero en realidad no necesitó pensárselo mucho. «Mi madre nunca quiso que siguiese haciendo el trabajo que ella hacía, y a mi tampoco me gustaba», reconoce. Sin embargo, había una parte de aquel negocio que sí le interesaba. «Mi padre me contaba que fue en 1954 cuando, aún en Areal, mis abuelos tuvieron la oportunidad de hacerse con la licencia para vender loterías y apuestas del Estado», así que la viguesa encarna ya a la tercera generación de expendedores de la suerte.
Pero para complementar esta actividad eligió añadir la de quiosco en el que despacha prensa y un buen surtido de chuches. Así, las jornadas de Silvia se reparten entre el sellado de boletos para la clientela adulta y la venta de dulces para todos los públicos, y entre ellos, muchos pequeños compradores que llegan con sus monedas para adquirir desde cromos a una amplia variedad de golosinas al peso. Su marido, David, aunque se dedica al sector de la automoción, también está de vez en cuando tras el mostrador, alternándose en el cuidado de sus dos hijas. Esas son las dos pequeñas grandes razones por las que, por ejemplo, ha decidido cerrar la tienda los sábados, y en cambio, abrirla los domingos por la mañana. «Así me organizo mejor con sus actividades», confiesa.
La quiosquera recuerda cuando el sellado de quinielas en el local familiar se hacía en papel carbón y había que colocar un sello que se dividía en dos partes, una para el ejemplar que se quedaba el vendedor, y la otra para la que se llevaba el comprador. Ahora, aunque las quinielas son un producto más en la lista de juegos de azar a los que el público puede optar y sigue despachando, es el que menos éxito tiene. «La gente prefiere, sobre todo, la loto, el euromillón o la bonoloto», asegura, aunque casualmente entra en el local una mujer para validar su apuesta futbolera y quitarle un poquito la razón. El fútbol con el que la chavalada se entretenía al salir de clase es al final el vínculo que enlaza el establecimiento que regentaron sus padres durante décadas, con el que lleva Silvia desde el 2012, cuando quiso dejar atrás el pasado y subir diez números, del 20 al 40 de la calle Sanjurjo Badía. «Además el local estaba ya en mal estado, requería mucha reforma y busqué otro cerca», explica. Desde entonces ha dado unas cuantas alegrías. «Menos de las que me gustaría», reconoce, porque aspira a más que un quinto premio de la lotería repartido hace unos cuantos años. Aún así, de la puerta cuelgan en un cartel las cuentas del año pasado, que el operador de titularidad estatal envía regularmente a cada expendedor: 72.966 euros en premios es la cantidad que repartieron durante el 2022. «No es mucho, menos hecho campañas mejores que la última», espeta con resignación mientras pesa una bolsa de caramelos mentolados, regaliz y un huevo frito.
Desde 1957
Dónde está
Calle Sanjurjo Badía, 40. Vigo