Los orígenes de la sal de la vida

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

La costa de la ría de Vigo ha sido empleada desde la antigüedad para conseguir este elemento

19 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquier concavidad en una roca situada al alcance del mar es susceptible de convertirse en una pequeña salina natural tras la exposición del agua que contiene a la acción del sol. Aunque desde el neolítico se emplea la sal de una forma consciente, será con la civilización romana cuando se alcance una producción industrial debido a su empleo en grandes cantidades en los procesos de salazón del pescado. En este contexto, el sur de las Rías Baixas fue un espacio geográfico empleado de una forma intensiva por los romanos desde el siglo I de nuestra era. La arqueología gallega de los últimos veinte años ha revelado una intensa producción en la zona.

La gran explotación salinera hallada en el Areal-Rosalía de Castro ha quedado reflejada en un museo, de acceso gratuito, que resulta imprescindible para cualquiera que pretenda realizar una ruta de la sal por estos lares. En la Salinae (Rosalía de Castro, 21), el visitante deberá descender algo más de seis metros para situarse en el Vigo romano de entre el I y III siglo después de Cristo. Se muestran en estas instalaciones los restos fosilizados de un tramo de la gran salina que ocupaba desde la calle de Pontevedra hasta la de Isaac Peral. También se realiza una aproximación al significado de la sal en la antigüedad. Para comprender su importancia tan solo hay que pensar en que era el único método existente para conservar alimentos durante largos períodos de tiempo. Del término sal nació el de salario.

El arqueólogo Brais Currás, en su tesis doctoral, estima en torno a las ocho hectáreas la superficie de la salina viguesa. Su producción era destinada a las factorías de salazón que se repartían por la costa. Quizá dentro de unos años se pueda visitar la situada en los números 39 y 41 de Marqués de Valladares. El alcalde dijo hace algún tiempo que se musealizaría. Hay que recordarlo porque la otra que existía en la plaza de Compostela fue destruida durante la rehabilitación del edificio contiguo a la sede de Correos. Después de Bouzas hasta el Museo do Mar se suceden varios yacimientos de época romana en los que está presente la sal. Son las factorías de O Fiunchal, datada entre los siglos III-IV después de Cristo; y O Cocho/Punta Borralleiro, con los restos de una pila de salazón muy mal conservada. Mientras de la primera no hay nada a la vista, de la segunda se puede apreciar algún resto en marea baja, ya casi llegando al muro.

Volvemos a poder visitar otro enclave importante en la villa romana de Toralla. Además de contar con un centro de interpretación de la romanización, que nos aportará contexto a la ruta, en el propio yacimiento se puede apreciar un pequeño tanque de evaporación de agua marina, que seguramente tenía como fin principal dar servicio a la propia villa.

No muy lejos de allí, en el estuario del Lagares aún se conservan los restos de unas salinas, aunque su origen no es romano. Se atribuye una primera época al ámbito del desaparecido monasterio benedictino de Coruxo, en torno al siglo XII. Tuvo una época de abandono hasta que el marquesado de Valadares recuperó su explotación durante el siglo XVII, según explican los arqueólogos Francisco Javier Costas Goberna y José Manuel Hidalgo Cuñarro en la publicación Las salinas de Vigo. Hoy solo quedan algunos restos ya que su actividad desapareció a comienzos del siglo XIX. Algo similar, aunque mucho mejor conservado se encuentra al fondo de la ría, en Vilaboa. Son las salinas del Ulló, que ya se mencionan a mediados del siglo XVII. El dique exterior de piedra está restaurado y el agua entra y sale siguiendo el flujo de las mareas, aunque ya no está regulado por compuertas. Así que, el paisaje que se configura cada pocas horas es cambiante.

Regresamos a la ruta de la sal, retrocediendo nuevamente a momentos romanos. No hace mucho que se descubrieron en Oia varias salinas que fueron excavadas por la arqueóloga Mar Cortegoso. Están en Aguncheiro, Mougás, donde el gobierno local colocó una mesa informativa para explicar su función. En As Lagoas, Viladesuso, también se encontraron otros tanque de salina. Un poco más al sur, en A Guarda, el proyecto A Guarda, un mar de sal recuperó las salinas de O Seixal, de época romana, y en As Lagoas, en Camposancos, unas salinas rupestres, de menor tamaño y con los depósitos de salinización tallados en roca. Los expertos las sitúan en los últimos momentos de la Edad del Hierro, cuando las sociedades castreñas ya habían entrado en contacto con los romanos.

La sal ha sido un elemento imprescindible para la conservación de los alimentos hasta hace poco tiempo. Su rastro ha quedado también grabado en el callejero de algunas localidades. En Bouzas, por ejemplo, se conserva la calle de los Alfolíes, palabra que alude a un almacén de sal. La primera huelga documentada en la comarca de Vigo fue protagonizada en 1799 por los habitantes de Bouzas y Fragoso al negarse a descargar la sal que tendrían que almacenar en el alfolí boucense. En el Vigo histórico, la sal fue fundamental para la industria anterior a la conserva. Como ejemplo de las grandes cantidades de sal que llegaban del Mediterráneo, en 1806, el alcalde de entonces movilizó a toda la población para buscar alojamiento a casi un millón de kilogramos que se esperaban en la localidad. Otros ejemplos de esta actividad todavía se conservan en Redondela, con la persistencia del nombre de la Casa de alfolí.