El alcalde de Vigo saca tarjeta roja a un árbitro

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

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Antonio Ramilo impuso en 1974 una multa de 10.000 pesetas al colegiado que dirigió en Balaídos un partido entre el Celta y el Atlético de Madrid al acusarlo de contribuir a alterar el orden público

08 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Vistos los sucesos ocurridos en el estadio municipal de Balaídos con ocasión del encuentro de fútbol entre los equipos del Real Club Celta de Vigo y el Club Atlético de Madrid, en los que la actitud y modos del señor colegiado don Pedro Urrestarazu Elordi han contribuido, en gran medida, a la excitación del público aficionado, con evidente riesgo de alteración del orden público». Así explicó el alcalde de Vigo Antonio Ramilo Fernández-Areal su decisión de echar mano de la Ley de Régimen Local y preceptos concordantes de la de Orden Público para imponer al colegiado de aquel partido de fútbol, celebrado el 17 de febrero de 1974, una multa de diez mil pesetas. Lo acusaba, y también condenaba, por haber contribuido directamente a la reacción de los incidentes registrados durante el desarrollo de dicho encuentro en Balaídos. Para multar al árbitro, Antonio Ramilo alegó que él era el representante del gobernador civil de la provincia en Vigo.

Los colchoneros ganaron aquel encuentro de Primera División por un gol a tres, pero la duración del mismo no fue la habitual. El árbitro pitó el final del partido en el minuto 89 debido a la lluvia de almohadillas que fueron lanzadas desde las gradas del estadio vigués como protesta a sus decisiones. Los actos quedaron también reflejados en la prensa. «Calamitosa actuación del vizcaíno Pedro María Urrestarazu, que a punto estuvo de provocar un altercado de orden público», se pudo leer al día siguiente en La Voz de Galicia. «Desde el pitido inicial, perjudicó de manera ostensible al Celta, cortando con imaginarias faltas sus aproximaciones al área de Reina y dejando sin sancionar dos clarísimos penaltis; un manotazo al balón de Meló en el primer tiempo, y derribo a Doblas dentro del área en el segundo. El público no dejó de abuchearle durante todo el encuentro, teniendo incluso que dar por terminado el partido cuando faltaba un minuto para el final y el juego estaba interrumpido a consecuencia de la lluvia de almohadillas. Su actitud en esos minutos finales, acercándose a la banda para cambiar unas palabras con el delegado de campo, manteniéndose acto seguido junto a la misma linea lateral del campo, aguantando el tipo en lo que podía interpretarse como desafío, lo que terminó por exaltar los ánimos, provocando una nueva y torrencial lluvia de almohadillas», se añadía en este periódico.

El partido estuvo mediatizado por la gran presencia de barro sobre el terreno de juego, algo muy habitual en el Balaídos de los años setenta. Hasta tal punto estaba impracticable el campo que el entrenador de los madrileños, Juan Carlos Lorenzo, reclamó en los prolegómenos que no se disputara el encuentro. Comenzó adelantándose el Real Club Celta con un gol en propia meta de Eusebio. El Atlético empató con otro gol en propia meta de Rivas. Después, Garate, primero, y después Luis Aragonés sentenciaron el encuentro. Después llegaron todos los incidentes y el final del partido antes de cumplirse el tiempo reglamentario, lo que no impidió que se diera por válido el resultado, aunque si fue retirado de los resultados válidos para la quiniela de fútbol. Ya en la sala de prensa, un periodista preguntó a Juan Arza, entrenador céltico: «¿El Atlético, por sí mismo, ganó el partido?». «No», respondió el entrenador.

En cualquier caso, la medida del alcalde de Vigo fue muy comentada en toda España, contando con numerosos adeptos, pero también con detractores, especialmente en algunos medios de comunicación. Y eso que Antonio Ramilo quiso dejar claro que no multaba al árbitro por su forma de dirigir el encuentro. «No, hombre, no fue por anticasero. Cuando recogió una almohadilla, volviéndose al público, lo hizo de forma claramente desafiante. Esto provocó las demás reacciones: más almohadillas y la necesidad de que interviniera la Policía al abandonar el árbitro el campo», explicaba el alcalde de Vigo.

Pedro María Urrestarazu recurrió la multa, pero no fue cuidadoso en la elaboración de esta vía porque, según explicaba unos días después La Voz de Galicia, se le había olvidado pagar 18 pesetas en concepto de tasas. El caso es que no prosperó su recurso ante el Concello de Vigo, por lo que el árbitro presentó alegaciones ante el Gobierno civil de la provincia. Al mismo tiempo, el Comité de Árbitros amenazaron con no designar árbitros para los encuentra que se disputasen en Balaídos.

Gobernador civil

El asunto fue zanjado por el gobernador civil de la provincia. El recurso del árbitro se basaba en la incompetencia legal del alcalde para multar, en que no se le había dado trámite de audiencia para alegar y, finalmente, en que la falta, de existir, no estaba tipificada en la Ley de Orden Público. El gobernador desestimó las dos primeras alegaciones, pero no la última por lo que decidió levantar la multa y zanjas la polémica resultante.

Aquel año, el Real Club Celta descendió a Segunda División al concluir la temporada en el penúltimo puesto. La década de los setenta dejó al club vigués el calificativo de equipo ascensor, lo que también implicaba descender a menudo. Volvió a ascender la temporada siguiente, pero volvió a caer a la categoría de plata.