Balonmano como sinónimo de disfrutar

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El integrante del Caselas ha vivido este deporte desde prácticamente todas las facetas

16 ago 2021 . Actualizado a las 14:52 h.

Iván Sánchez Benito comenzó a jugar al balonmano a los seis años. Desde entonces, ha tenido fases en las que solo ha sido aficionado, pero el vínculo con el deporte siempre ha estado presente. De jugador pasó a entrenador y actualmente, a esa faceta suma la de delegado y lo que haga falta en el Caselas, club al que llegó por un amigo cercano hace tres años. Entonces no lo sabía, pero lo hizo para quedarse. A día de hoy, se siente «parte de la familia».

Cuenta que su sí inicial fue «por echar una mano a un amigo», partiendo de lo mucho que le gusta este deporte. «Me dijo si podía ayudar, sobre todo con la portería. Empecé con las mayores y luego fui cogiendo equipos de abajo», indica. Además, ejerce de segundo entrenador, pero sus tareas van mucho más allá. «Me preocupo de que no falte nada: botiquín para las chicas, que estén lo más cómodas posible... Echo una mano en lo que se necesite», comenta.

Para ello emplea buena parte de su escaso tiempo libre. Porque su empleo en Citroën es su mayor condicionante. «Trabajo a turnos, así que una semana estoy y la otra me es imposible, pero procuro aportar en todo lo que puedo», señala. Esto le supone en ocasiones terminar un entrenamiento pasadas las once de la noche y estar en pie a las 4.20 para acudir a su puesto de trabajo. «Con esfuerzo y sacrificio se van haciendo las cosas. Te tiene que gustar mucho para que te compense, y a mí me pasa», valora.

Sus primeros recuerdos de balonmano se remontan a la infancia, cuando se inició en un deporte que practicaría hasta los veintimuchos. «Ya antes de dejarlo, se fue el entrenador que estaba y, como no había otro, me puse yo», rememora. Fueron los primeros pinitos en los banquillos, a los que se pasó tras abandonar el deporte en activo. «Más adelante, lo tuve que dejar por trabajo, pero hace tres años coincidió que empezaron mis hijas a jugar y este amigo me pidió una mano, así que aquí estoy», señala.

Su primer contacto con el balonmano fue en el colegio Marcote cuando estaba estudiando. Luego vinieron etapas en otros clubes como el Balonmano Navia, el Teis o el Santa Cristina, actual Lavadores. «Fue en Navia cuando, siendo todavía juvenil, empecé a entrenar a niños», dice el que se define como un verdadero amante del deporte base, que es con lo que más disfruta como técnico.

Estuvo casi 20 años sin cultivar esta faceta, pero sintiéndose igualmente cercano a su deporte desde fuera. «Estuve sin entrenar y demás, pero he seguido el balonmano toda mi vida. Es mi deporte, me apasiona. Lo seguía por la televisión todo lo que podía e iba a los partidos. Como aficionado, no he dejado de tenerlo presente nunca», analiza. El único motivo de alejarse de las pistas fue que sentía que no le daba el tiempo.

Cuenta que como jugador los pasó «divinamente», pero que también le «encanta» entrenar a niños, por lo que al explicarlo parece quedarse con esta última faceta. «Enseñar a los pequeños es lo que más me gusta. A los mayores, también, les corriges algún defectillo, pero los niños son los que absorben todo lo que les dices y luego, cuando ves que sacan lo que has estado trabajando con ellos, te produce mucho orgullo y te da ganas de seguir», comenta.

Lo que más le gusta del balonmano es que «es un deporte de contacto, pero lo que pasa en la cancha se queda en la cancha y nunca hay mala fe». Agrega que, pese a que es habitual que haya muchos golpes, es como parte del juego y sin mala intención. Por el contrario, lo que más le cuesta aceptar es cuando «se da algún comportamiento por estrés o por lo que sea que pueda llegar a resultar agresivo», ya que reivindica que ya solo por el hecho de que pueda haber niños en las gradas, hay escenas que no deberían verse nunca, si bien son las menos.

En lo personal, y pese a compaginar un trabajo duro con varias tareas diferentes en el Caselas, asegura que no hay nada que se le haga cuesta arriba más allá de la incompatibilidad de horarios. «No hay nada que me disguste. El tema de las fichas de los partidos y las actas lo tiene que hacer alguien y a mí no me importa, es algo normal», asume en lo referido a su papel de delegado, que compagina con el de técnico.

Con el Caselas no tenía vinculación alguna hasta hace tres años, pero se siente como si llevara más tiempo. «Me siento bien, arropado el ambiente es muy bueno. No tuve ninguna duda de seguir», comenta al tiempo que deja claro que sin el apoyo de su mujer, no podría tener la dedicación que tiene con el club.

Celebra, además, que sus dos hijas juegan al balonmano como lo hizo él, una de ellas, en el Caselas y la otra, en el Porriño. «No les inculcamos que tuvieran que hacer este deporte. Fue cosa de ellas. La mayor, por un papel de las escuelas deportivas que le dieron en el colegio, y la pequeña, porque quería jugar como su hermana. Estoy muy contento de que se así».