El balonmano como hilo conductor

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Ha jugado a este deporte toda su vida y ahora preside el club donde se formó

21 dic 2020 . Actualizado a las 17:55 h.

Yolanda Rodríguez Vaqueiro (Salceda, 1984) insiste en que ella, presidenta del Caselas de balonmano, solo es una integrante más en la directiva repleta de componentes con su mismo perfil: exjugadoras que quisieron aportar su granito de arena para que el club pudiera retomar su actividad tras varios años de parón. En su caso, este deporte ha sido una constante en su vida desde que comenzó a practicarlo en las clases de Educación Física del colegio.

Por aquel entonces tenía ocho años y el gusanillo no tardó en metérsele dentro, recuerda. «Me enganchó mucho y teníamos una generación muy buena de escolares que llegamos a ganar a las federadas», cuenta. Siguió en el colegio hasta terminar lo que entonces era la EGB y luego pasó al club. «Tengo 36 años y lo dejé hace tres, cuando me quedé embarazada de mi primera hija y ya no lo retomé luego», indica.

Antes de eso, durante el paréntesis en el Caselas, jugó una temporada en el Porriño, pero asegura que «no fue lo mismo» y pasó varias temporadas alejada. «Luego se retomó porque cada vez que nos veíamos las que estábamos jugando en el club cuando desapareció, hablábamos de hacer resurgir el proyecto y lo conseguimos hará unos diez años». A partir de ahí, Yolanda volvió a jugar «unos seis años más», calcula, aparte de implicarse ya en colaborar con labores directivas como otras jugadoras.

El Porriño no fue la única experiencia fuera de Salceda de la ahora presidenta de la entidad, sino que pasó cuatro años fuera de España, en Estados Unidos, y jugó en un equipo de Boston. «Allí el balonmano era muy testimonial. Ahora le están dando un empuje grande, pero nosotros, básicamente, éramos europeos que vivíamos allí y teníamos un equipo para matar el gusanillo», relata sobre una etapa que recuerda con cariño.

En lo años en los que el Caselas cesó en su actividad, reconoce que echaba de menos el balonmano, aunque tenía otros quehaceres. «Era la época en que estudiaba la carrera, no tenía mucho tiempo libre y prioricé otras cosas. Pero todas lo echábamos mucho de menos, eso fue lo que nos permitió retomarlo», expone. Lo reimpulsaron entre un grupo de amigas, y ese es el gran tesoro que le ha dado el balonmano a Rodríguez, subraya. «Lo mejor es la gente que he conocido, los viajes, haber ido a campeonatos gallegos e incluso estatales. Siempre vas coincidiendo en las distintas categorías con las mismas chicas y éramos un grupo de amigas muy grande», detalla.

Sin lesiones importantes a lo largo de su trayectoria, lo peor es «alguna derrota que te duele más», pero asegura no tener «ningún recuerdo malo asociado al balonmano». Ahora suma más vivencias como presidenta. «Siempre hace falta gente que colabore y, ay que no puedo aportar deportivamente por cuestión familiar, acepté», dice. Pero precisa que «ser presidenta no significa en el Caselas mandar más que el resto ni mucho menos». «Hay gente en la directiva que trabaja más que yo. El grupo es muy bueno, con gente muy involucrada. Eso es una maravilla», agradece.

Con una niña de tres semanas, el resto de directiva está asumiendo algunas de sus tareas. «Sobre todo, me encargo de la parte de representación, reuniones con la Federación, coordinación de la base... Son las facetas donde más trato de ayudar», desgrana. La presidencia no le resulta complicada, pero lo achaca principalmente al buen grupo que insiste que le rodea. «Cuando hay muchas personas trabajando y todos responden, es un lujo», dice la que también fue entrenadora en la base y no descarta retomarlo en un futuro, cuando disponga de más tiempo.

Yolanda, ingeniera de telecomunicaciones e investigadora en la Universidad de Vigo, asegura que su flexibilidad laboral le ha facilitado compaginar el trabajo con el cargo deportivo. Antes, cuando estudiaba, también lograba salir airosa. «Hay veces que tienes que dormir un par de horas menos para ir a entrenar. Pero me gustaba y siempre cumplía. Ir a entrenar era una forma de desconectar y un premio después de la jornada de estudio», ahonda.

Más allá de su caso personal, ensalza «la labor de directivas de equipos aficionados que ponen todo su tiempo sin pedir nada a cambio». «Para mí es suficiente reconocimiento que la temporada vaya adelante y las cosas funcionen. Eso es lo más importante», recalca. Pero sí que admite que no todo el mundo que «trabaja en la sombra» recibe el reconocimiento que merece. Tampoco lo hacen buscando ese aplauso, finaliza.