Contra el mal hablar, Botox

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

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La toxina sirve para tratar la disfonía espasmódica, una enfermedad rara

20 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Suena como una conversación telefónica con mala cobertura. Algunas sílabas se captan y otras no. Hay huecos de silencio en medio de las palabras, que las vuelven irreales. Algunas veces aparece algún susurro súbito y otras parece que el que habla está a punto de atragantarse. Se llama disfonía espasmódica y es una enfermedad rara que un oído no entrenado podría confundir con la tartamudez. Pero no lo es, es una enfermedad orgánica.

«La tartamudez es un trastorno de la fonación, pero no se conoce la causa, aunque parece psicosomático», explica el jefe de servicio de otorrinolaringología de Povisa, Roberto Valdés, «pero las últimas investigaciones sobre la disfonía espasmódica apuntan a una lesión en la zona del cerebro que se encarga de las acciones voluntarias, como el habla».

Esa región son los ganglios basales, que no se pueden tratar. Por eso este raro problema del habla, cuyo día nacional se celebra hoy, no se cura. Pero hay una terapia muy eficaz. Consiste en inyectar toxina botulínica (Botox) en los músculos de la laringe con los que se controla el habla. «Los músculos reciben una señal anómala. El Botox es una toxina que bloquea la transmisión entre el nervio y el músculo y permite que el músculo de la laringe deje de contraerse», dice el médico. Es un tratamiento prácticamente instantáneo.

Pero como todo lo que tiene que ver con la toxina botulínica, desde el tratamiento de las migrañas hasta el alisamiento de las arrugas, poco a poco va dejando de hacer efecto y hay que repetir el tratamiento aproximadamente cada medio año. A cambio, no tiene efectos secundarios.

Pocas personas padecen este tipo de trastorno del habla. Valdés recuerda haber diagnosticados pocos casos. Eso sí, son llamativos. Uno de los que guarda en su memoria es el de un profesor. Pocas herramientas son tan importantes para un docente como su voz, y el hombre no podía emplearla con destreza. Hasta que le inyectaron Botox y pudo dar clase con normalidad. Se calcula que solo tres o cuatro personas de cada cien mil padecen este trastorno que les afecta tanto a sus trabajos como a su vida diaria. Pero es probable que hay muchos sin diagnosticar, dice el profesional. «Normalmente se cree que no hablan por cuestiones de timidez, de vergüenza para hablar en público o de un retraso psicomotor. Pero no tiene nada que ver con esto, es que no pueden», explica Valdés.

Como el problema está en la región cerebral que controla acciones voluntarias, cuando esta es involuntaria no hay tanto problema. Es decir, las personas que padecen este trastorno puede cantar, gritar o insultar con rabia. El problema es para hablar en condiciones normales.

La inyección es rutinaria. Se hace desde el cuello o a través de la boca. También existen tratamientos quirúrgicos, más agresivos. Como no tiene efectos secundarios, se opta por el Botox.