Enrique Mallón: «Los sindicatos son ya menos políticos»

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

«Soy megagallego, siento un tremendo orgullo de serlo, como también de ser argentino»

08 mar 2020 . Actualizado a las 13:45 h.

Directo. Se moja con casi todo. Aunque se nota que al mismo tiempo procesa mentalmente la trascendencia que puede llegar a tener lo que va a decir. «Claro que el naval corre riesgo de desaparecer en Galicia», clama por ejemplo Enrique Mallón en una mezcla de voz de alarma, reclamo de atención y defensa a mordiscos de una de las patas del sector del metal que representa como secretario general de Asime, la organización empresarial gallega de las firmas del naval, automoción, mecánica, eólica, aeronáutica y fabricación de estructuras metálicas.

Une en su ADN las raíces de Brión de su padre y las de Valga de su madre. Los dos recalaron en Buenos Aires al final de la oleada migratoria en los años setenta y allí, en 1974, nació él. Solo tres años vivió en la metrópoli argentina, pero le marcaron para siempre. Tanto que no deja de ir todos los años a su barrio, el de La Paternal. De allí salieron Maradona, Batistuta, Cambiasso, Riquelme, Redondo... y Mallón, que no se dedicó al fútbol pero como pago de corazón sigue cotizando como socio del club Argentinos Júnior.

«Soy megagallego, siento un tremendo orgullo de serlo, y aquí llevo 43 de mis 46 años, pero también de ser argentino. Allí se valora mucho a Galicia», advierte. Y pasando de puntillas por un terreno que intuye más pantanoso de lo que convendría cruzarlo en público, deja caer la tristeza que confiesa que percibe en muchas ocasiones aquí hacia lo latinoamericano. «No se está haciendo lo suficiente por atraer al capital humano y profesional que allí hay y que podría sumar en España, incluso demográficamente», considera. Él, por lo de pronto, va a ser padre en mayo con su pareja, a la que conoció cantando en un bar de Cuba cuando cruzó la isla en coche de punta a punta.

ARCHIVO FAMILIAR E. MALLÓN
 

Punto de inflexión

Las huelga del metal del 2009 marcaron el punto en el que considera que el sector inició un cambio definitivo. «Dolía el alma al ir por Vigo en medio de aquella huelga salvaje». Pero lo dice con celeridad, para pasar rápido página de aquellos lunes al sol que amenazaron con descapitalizar a una buena parte del mapa industrial de Galicia.

La modernización que mantiene que se ha ido implantando en la dirección de su sector empresarial también asegura que ha llegado al mundo sindical. «Ahora los sindicatos son ya menos políticos y más profesionales. Se trabaja la paz social. Se ha conseguido un diálogo fluido, y eso no significa que hayan perdido peso», contrapone, mientras hace ademán de contar algo que al final no sale de su boca sobre el intrahistoria de las relaciones entre algunos de los empresarios clásicos y los representantes de los trabajadores más duros de la época tensa del naval.

Bajo el paraguas de Asime hay ahora 610 empresas frente a las 170 que se embarcaron en la patronal cuando Mallón comenzó a poner su grano de arena en el 2001 para hacer un frente común empresarial. Son ahora 67.000 los trabajadores que se ganan la vida cada día en Galicia en el sector del metal, 9.500 de ellos en el naval. Eso sí, la construcción de embarcaciones ha pasado a representar un tercio de la industria gallega del metal, en una transformación que entiende que se ha alcanzado por la búsqueda de una mayor competitividad, profesionalidad y diversificación. De ella, enumera, han salido las incursiones que protagoniza la nueva industria aeronáutica en Galicia, la fabricación de componentes para la energía eólica, las punteras contribuciones a la ingeniería y construcción, y por su puesto, la evolución del mundo del motor y la automoción y lo que Enrique Mallón completa con el apellido del campo del metalmecánica.

No es tan optimista ni generoso al valorar la evolución del naval frente a lo logrado en Italia y Alemania en astilleros medianos que ahora son grandes multinacionales. Para conseguirlo también en Galicia «tenemos que asumir nuestra responsabilidad, nuestro tiempo, pero también hace falta que se apoye la inversión y que se facilite», dice mientras reconoce la preocupación por el futuro de dos colosos de la ría de Vigo: Vulcano y Barreras. Para ambos estima un horizonte óptimo si se hace esa apuesta y se confían en los profesionales del sector «altamente cualificados y que de hacerse las cosas bien podrían tener trabajo para toda la vida», asevera sin dudarlo.

Se pone alerta cada vez que un político manifiesta que quiere convertir a una ciudad industrial en otra de servicios, o cambiar el sentido de una parcela industrial como la de Vulcano para destinarlo al almacenamiento de contenedores. «No lo vamos a permitir, ni ahora ni nunca».

De dónde viene

¿Cuál fue su primer trabajo? En Extrugasa, en Valga, con 17 años en tareas de administración.

¿De qué viaje guarda mejor recuerdo? De dos. De un viaje a Roma con 16 años organizado por un sacerdote amigo fallecido en un accidente de tráfico. Y de otro en el 2015, cuando crucé Cuba en coche y conocí a mi mujer.