El barrio creativo

Isaac Pérez Vicente TRIBUNA

VIGO

15 feb 2020 . Actualizado a las 11:36 h.

Enmarcado en plena temporada de rebajas, el recurrente duelo al sol mediático de Feijoo y Caballero no deja de ser un adelanto de las novedades para la inminente campaña electoral. El mundillo del arte, si nos atenemos a las respuestas de algunos de sus protagonistas reflejadas en este diario, ha respondido con la ingeniosa ingenuidad que le caracteriza.

Sobre lo primero, me pregunto si ya que se anunció una sucursal del CGAC para Lugo y ahora se hace lo mismo para Vigo, en justicia sería deseable solicitar otra en Ourense y, ya puestos, otra en A Coruña. Vamos conociendo algo más sobre el Plan Estratégico anunciado para el CGAC hace un año: sustituido el Patronato por un Consello Asesor, ahora toca un Plan de Expansión. Tanto si se trata de la cultura de la empresa o de la empresa de la cultura, no se impacienten en A Coruña y Ourense que alguna cosa se les prometerá. Mientras tanto, el CGAC, asfixiado administrativa y económicamente, se difumina en su propia indefinición.

Por otra parte, sorprende la falta de reflejos del alcalde de Vigo que, aunque apoyándose en sus acostumbradas quejas por la falta de cariño autonómico, ha claudicado y se ve obligado a negociar, eso sí, amenazando con… ¡un convenio! Esperábamos una réplica contundente al modo de la onda expansiva de la institución compostelana. Por ejemplo, el anuncio de una franquicia del Marco en Abu Dabi, o cuanto menos en Ponteareas, que tampoco es lugar despreciable. Aquí los dejamos, esperando que la red museística de uno se enrede, o no, con la del otro.

Respecto a los segundos, supongo una posible mala lectura de juventud en alguno cuando recurre al desgastado término «espectáculo» (ciertamente, «entretenimiento» es más apropiado para la movida). Pero bueno, hombre, si hasta el universo mismo está en vías de espectacularización. Con el caos no lo tienen claro, pero en ello están también. Viene a cuento recordar aquí cómo se arregló cierta situación caótica de un modo precisamente espectacular mediante el tendido y entrelazado de algunas redes y el aplauso y afirmativo refrendo posterior a la función teatral: sí, señor, así sí.

No digo nada nuevo cuando apunto que lo de la «creatividad» hay que dejársela de una vez por todas a los expertos creativos, valgan las varias redundancias, los que diseñan las campañas, imagen y discursos de los políticos y á estos mismos. Prueba de ello es que aquí mismo tenemos un luminoso ejemplo de competencia creativa.

En fin, otros y otras, tal vez por esto, han adoptado términos de la clase política como dinamizar (¡ahí es nada!) o sumar o expansión (¡mira por dónde!) o lo que sea. Y, claro, con eso no dicen nada que no haya dicho ya aquella, eso sí, con alguna quejilla añadida, como las del alcalde hacia Feijoo en su particular duelo.

Ahora bien, si algún artista no lo puede evitar y quiere ser creativo y aportar algo al barrio, a la ciudad, a la futura movida, etc., ya sabe: que las musas o Caballero le iluminen, pero que se apunte a la red.

Ante esta nueva puesta en escena (pues de espectáculo hablamos), algunos de nosotros, artistas o no, pasando de películas, nos contentaríamos de momento si las instituciones y los espacios reales, los actualmente disponibles para las artes y la cultura, pudiesen simplemente desempeñar su cometido; a ser posible con presupuestos económicos razonables; con direcciones elegidas en concursos públicos sin adjetivos; y los que disponen de una configuración jurídica que les permite algún grado de autonomía la tengan garantizada, para lo cual, y siempre habrá que repetirlo, el comportamiento de la clase política y, en particular, las decisiones y actuaciones de los que temporalmente ejercen cargos públicos debiera corresponderse con las convicciones democráticas de las que presumen ante el electorado y la ciudadanía. Aun así, parece que vamos a tener función para rato.