Hay pastas de dientes peligrosas

Alba Moledo VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Su enfermedad encarece la compra mil euros al año

21 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con 19 años, Eva Míguez tuvo que cambiar por completo su rutina debido a su intolerancia al gluten y a la lactosa. «Me resultó muy difícil acostumbrarme, de repente no podía comer pan, ni tostadas, ni mis galletas en el desayuno». Desde pequeña se sentía mal después de cada comida, pero los médicos lo achacaban a un episodio de nervios y le recetaban ansiolíticos. «Evidentemente, mi madre no me daba esas pastillas porque sabía que lo que me pasaba no era nada de eso y tuvo que insistir para que me hicieran pruebas». Asegura que su cuerpo ha reaccionado mal ante productos tan dispares como una pasta de dientes, que resultó contener lactosa, o unos yogures de soja, que en apariencia no debían contener alérgenos. Y las consecuencias siempre son muy dolorosas.

Uno de los retos de su día a día es convivir en una casa donde es la única intolerante al gluten y a la lactosa. «Tengo mis vasos separados del resto y también una plancha para mí sola, que solo se puede tocar después de lavarse las manos», cuenta. Asegura que en su horno jamás entra nada que pueda contener alérgenos y que comer fuera de casa es toda una hazaña, ya que «hay mucha gente que se cree que esto es un capricho». No se trata solo de los alimentos, sino del instrumental que se usa para prepararlos.

Uno de los mayores obstáculos para ella es el precio de los productos sin gluten y sin lactosa, que considera demasiado elevados. «Me encantaría poder tomar una barra de pan de 50 céntimos pero, si lo hago, seguramente me moriría», afirma. Por ello, pide que se rebajen los precios de los productos sin alérgenos o que las personas diagnosticadas obtengan algún tipo de ayuda por parte de las instituciones para poder afrontar esta suma, que supone «más de mil euros al año que la compra de cualquier otra persona».